• Los datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural muestran que en 2021 se registró la producción más baja de jaiba que se ha tenido desde que hay registro (2014-2024) y aun-que incrementó durante 2022 y 2023, en 2024 la producción volvió a bajar en un 20% con res-pecto a la producción del año anterior.
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La Paz,
Baja California Sur.- En el Noroeste la jaiba es la especie que sostiene
económicamente a las comunidades pesqueras la mayor parte del año. Su época de
mayor producción es el verano y sus ingresos amortizan el regreso a clases de
las familias pescadoras.
El principal mercado de exportación de la jaiba
mexicana es Estados Unidos, con un volumen de dos mil 727 toneladas y un valor
de 39 millones de dólares en 2024, según la National
Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA),
una agencia federal estadounidense.
Sin
embargo, las exportaciones de jaiba hacia Estados Unidos en 2024 cayeron un 47%
con respecto al 2021. Esto tiene consecuencias en toda la cadena de producción
en el Pacífico Mexicano y el Golfo de California, principalmente, en Sinaloa y
Sonora que en 2023 produjo el 76% del volumen nacional de esta especie, de
acuerdo con el Anuario
Estadístico de la Comisión Nacional de Acuacultura y
Pesca (Conapesca).
[1] [2] Para
los pescadores, la jaiba representa hasta el 80% de los ingresos totales de las
cooperativas de la zona. Es el caso de la cooperativa pesquera Silvia Ramírez,
con sede en la Bahía de Agiabampo-Bacorehuis en Sinaloa.
“Anualmente
la cooperativa tiene ingresos de 15 millones de pesos, de eso, 10 son de la
venta de jaiba… entonces sí es una pesca muy importante y hay que reclamar cómo
cuidarla para que permanezca en el tiempo y sea sostenible”, señaló Alfonso
Chaparro, socio de la cooperativa Silvia Ramírez y presidente de la Federación
de Cooperativas Pesqueras Siglo XXI, que agrupa a 14 cooperativas de Sinaloa.
Los datos
de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural muestran que en 2021 se
registró la producción más baja de jaiba que se ha tenido desde que hay
registro (2014-2024) y aunque incrementó durante 2022 y 2023, en 2024 la
producción volvió a bajar en un 20% con respecto a la producción del año
anterior.
Esto es
resentido por las cooperativas pesqueras que en los últimos cinco años han
notado una reducción de la producción de jaiba de 600 toneladas anuales a 300,
lo que equivale a la mitad de la producción.
“Ahorita
hay otros factores que pueden incidir como el cambio climático, pero nosotros
miramos y consideramos que en su mayoría lo que le pega durísimo al recurso es
la pesca ilegal”, señaló Chaparro.
·
Mercados
/ Ilegalidad que sabotea la sostenibilidad
Por
considerarlo afrodisiaco, hay una creciente comercialización de hembras
enhuevadas por la demanda de un mercado asiático, a pesar de que esto está
prohibido en la NOM-039-PESC-203,
que establece los lineamientos para la pesca sustentable de jaiba en Sonora y
Sinaloa.
“Es muy
triste cuando el mercado exige la comercialización de estos productos,
independientemente de las leyes que lo rigen”, señaló Chaparro.
Para
obtener hembras enhuevadas, los pescadores furtivos capturan durante la veda
que es la etapa reproductiva de la especie. Esta práctica es la que más ha
deteriorado a las poblaciones de jaiba en el Pacífico, de acuerdo con los
pescadores y comercializadores entrevistados.
“La
comercialización de hembras enhuevadas tiene un efecto completamente negativo
en la producción nacional y es un tema grave porque evita la reproducción de la
siguiente generación de la especie, que es lo que nos va a dar de comer a
todos”, señaló Mauricio Orellana, socio fundador de Orca Seafood, empresa
dedicada a la captura, crianza, producción y comercialización de pescados y
mariscos en México y en el extranjero, y socio de Comepesca y Pesca con Futuro.
Sucede
similar con la pesca furtiva que no cumple con las tallas mínimas. Al no ser
recibida en las plantas procesadoras ni en la exportación, entran a un mercado
nacional informal en las pescaderías y marisquerías locales.
La pesca
furtiva que atiende la demanda del mercado asiático y la que termina en el
mercado informal afectan,
principalmente, a quienes sí cumplen con las reglas y trabajan legalmente para
exportar al mercado estadounidense.
“Al final
toda la afectación recae sobre el pescador porque es quien lleva su gasolina,
sale al mar, gasta su tiempo, su esfuerzo y regresa a tierra con muy baja
producción o sin producción. Pero realmente la afectación se generaliza para
todos, tanto a los transportes, a las plantas de proceso y al mismo país porque
no estamos exportando volumen”, señaló Marco Antonio Reyes de RN del Pacífico,
una empresa establecida en Obregón, Sonora, dedicada a la exportación de jaiba.
RN del Pacífico hace tres años compraba a las
cooperativas de Sonora alrededor de mil 500 toneladas de jaiba entera al año.
Sin embargo, en 2024 no alcanzaron las 300 toneladas.
El mercado de los Estados Unidos es un destino
preponderante. Entre el 2018 y el 2022, el vecino del norte representó el 85%
de las exportaciones de jaiba, de acuerdo con los últimos datos oficiales del
Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera.
Desde que
la jaiba se volvió atractiva para el mercado estadounidense, las comunidades
pesqueras se han esforzado en implementar mecanismos de manejo más rigurosos y
prácticas sostenibles para esta pesquería como respetar las vedas, las tallas,
las artes de pesca y no capturar a las hembras enhuevadas.
Sin
embargo, la pesca furtiva merma estos esfuerzos. Mientras ellos se sacrifican y
dejan de pescar durante la veda, otros saquean el mar. Cuando la veda termina,
los pescadores salen al mar y apenas recuperan lo que invirtieron en gasolina y
equipo.
En un contexto de ilegalidad donde no se sanciona a
los infractores, los pescadores que se empeñan en cumplir con todos los
procesos legales y de sustentabilidad para exportar se encuentran en desventaja
competitiva contra quienes no lo hacen, de acuerdo con Juan
Manuel García, director de Pesca Responsable y Comercio Justo, una empresa que
ofrece sus servicios a empresas del sector pesquero para cumplir con las
demandas de responsabilidad social y ambiental que el mercado demanda.
“En la frontera, a pesar de tener toda una
estructura e infraestructura para la importación y exportación, por temas de
corrupción y malas prácticas siempre se acaba filtrando algo que no cumple con
las leyes. Hay personas que importan la misma jaiba un 30% más barata sin pagar
aranceles, sin documentos y están destrozando el mercado”, señaló Orellana.
La jaiba es la pesquería importada
por Estados Unidos con el mayor porcentaje de pesca ilegal (28.4%), de acuerdo con
un informe de la United States International Trade Commission.
Aunque no se sabe cuánta jaiba es de origen mexicano, el reporte tacha a México
como el país que más pesca ilegal exporta a Estados Unidos (25% del valor total
de las importaciones).
·
Lineamientos de papel
“En el
Noroeste, la jaiba tiene todos los instrumentos que debe tener una pesquería
para tener un correcto manejo y por lo tanto es la zona más evolucionada en el
manejo pesquero desde la perspectiva de la política pública”, señaló García.
La pesquería
cuenta con la NOM-039-PESC-203
y el Plan de
Manejo Pesquero de la Jaiba en Sinaloa y Sonora donde se determinan
las fechas de veda, las tallas de captura y las artes de pesca.
Pese a la
normativa, en la práctica estos lineamientos no son respetados debido a que no
hay inspección y vigilancia suficiente de parte de las autoridades como la
Conapesca y la Secretaría de Marina (Semar) para desincentivar estas prácticas.
Para
García, hubo un desmantelamiento de la administración pesquera y de la
inspección y vigilancia durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador y
en lo que va de Claudia Sheinbaum, con la desintegración del presupuesto y de
recursos humanos que atravesó la Conapesca.
Ante ese
escenario, las comunidades han tomado la batuta y realizan vigilancia
comunitaria con sus propios medios, y cada vez hay más plantas de procesamiento
y comercializadoras conscientes que se esfuerzan por no abonar a los mercados
ilegales. En ese aspecto, García considera que ha habido una evolución, pero
hace falta que más comunidades se sumen.
“Las
comunidades pesqueras están en una espiral descendente de degradación social al
agotarse los recursos. Desde el punto de vista social, la jaiba es muy
importante para el bienestar de las comunidades, por eso debería haber más
interés de parte de las autoridades y las comunidades en el manejo
sustentable”, señaló García.
*Este artículo se publicó originalmente
en Causa Natura
Media.