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Hoy es domingo, 15 de diciembre de 2024

El verdillo, el pescado que brinda esperanza a las comunidades de BCS

• Para evitar capturar especies sin madurar modificaron su arte de pesca para que fuera más selectiva y eso les llevó, junto a otras siete cooperativas de la región Pacífico norte, a implementar buenas prácticas para garantizar una pesca sustentable que los ha enfrentado a grandes retos.

El verdillo, el pescado que brinda esperanza a las comunidades de BCS

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La Paz, Baja California Sur.-  La cooperativa pesquera Punta Abreojos tiene más de 70 años y aunque actualmente son los mayores productores de verdillo en México, en las últimas décadas cobraron mayor  conciencia debido a que capturaban especies cada vez más pequeñas.

 

Para revertir eso, Eduardo Enriquez, oceanólogo y secretario de la cooperativa, dice que modificaron su arte de pesca para que fuera más selectiva y eso les llevó, junto a otras siete cooperativas de la región Pacífico norte, a implementar buenas prácticas para garantizar una pesca sustentable que los ha enfrentado a grandes retos.

 

“Nuestra cooperativa se basa en tener un equilibrio al cuidar el recurso, en la parte social y económica. No nos olvidamos que es una actividad económica, sin embargo, esta muere si no cuidamos el recurso. Y así es como se inicia la parte de la sustentabilidad del recurso, pensando en capturar especies más grandes, sin afectar a los pequeños, que son los que mantienen la población”, señaló Enríquez, quien participó como ponente en el Festival Regional de Pesca y Acuacultura Sostenible organizado por el Centro Intercultural de Estudios de Desiertos y Océanos (Cedo).

 

·        Camino hacia la sostenibilidad

Uno de los primeros grandes pasos que dió la cooperativa Punta Abreojos fue la implementación de la técnica Ikejime, como resultado de una colaboración con SmartFish en 2013. Este método japonés para el sacrificio de pescado, cuyo objetivo es evitar el estrés y sufrimiento innecesario del pescado, les abrió la posibilidad de brindar un producto de mejor calidad y venderlo a un mejor precio.

 

“Somos de los productores más importantes del estado. Antes producíamos alrededor de mil 200 toneladas de verdillo al año y, actualmente, andamos en 800 pero no es porque no tengamos recurso, es porque precisamente estamos tratando de bajar la parte productiva con el fin de dejar más organismos en el medio y darle ese valor extra o ese valor agregado al recurso y que se le dé la importancia que debe, porque al fin y al cabo el verdillo es un producto de calidad y si le sumamos esas técnicas enriquecemos y fortalecemos esa calidad para que detone en el mercado”, señaló Enriquez.

 

El segundo gran paso fue cuando en 2018, con el interés de las cooperativas de Isla Natividad, Bahía Tortugas, Bahía Asunción, La Bocana y Punta Abreojos iniciaron un Proyecto de Mejora Pesquera (FIP, por sus siglas en inglés), una iniciativa diseñada para mejorar la gestión y prácticas de una pesquería específica, en este caso del verdillo, y mantener una pesca sostenible.

 

“El FIP de verdillo está enfocado en tres principios: el primero es que la población de la especie esté saludable y no se sobreexplote. El segundo es que las pesquerías no afecten en gran medida al ecosistema, y en caso de que se estén afectando, se tomen medidas para retirarlo. Y el tercero es que las pesquerías cuenten con un mecanismo de gobernanza con reglas que los haga llegar a la sustentabilidad”, señaló Belén Ojeda, coordinadora del FIP de verdillo y parte de la organización ProNatura Noroeste.

 

Sin embargo, actualmente hay pescadores dentro de las cooperativas que apuestan por  pescar en volúmen como la mejor vía para generar ingresos, por lo que uno de los retos ha sido concientizarlos de que es el manejo de la pesquería lo que dará un mayor valor agregado y mejores ingresos.

 

Otro gran reto ha sido encontrar mercados que paguen por todo el esfuerzo que invierten en la captura del recurso para que sea sostenible la producción.

 

“El mercado tradicional, prácticamente, no está demandando nuestro producto o lo hace a un precio muy bajo que no es rentable. Estamos buscando mercados porque, aunque tenemos aliados, creemos que se pueden sumar más, sobre todo, porque la cultura del consumo de pescados y mariscos en México está en el proceso de entender y de comprar productos de calidad y local”, señaló Enriquez.

 

Actualmente, la cooperativa tiene una planta de procesamiento certificada donde empaca al vacío el verdillo, da empleo a personas de la comunidad y abastece hoteles y restaurantes de Baja California Sur, Guanajuato, Cancún y Ciudad de México.

 

“Las oportunidades que tiene el verdillo y otras especies de las cooperativas en Baja Sur son gigantescas. Hay productos que históricamente como el verdillo han tenido un valor muy bajo, pero cuya relación calidad-precio es enorme. Es muy bonito, muy bueno y con un precio muy competitivo”, señaló Rubén Guzmán, director general de la comercializadora de pescados y mariscos Nueve Palmas.

 

Por su cuenta, chefs como Benito Molina y Héctor Palacios, consideran que tienen el reto de darle continuidad a la cadena de valor de las comercializadoras y de las cooperativas con sus platillos y de comunicar todo el esfuerzo que hay detrás al consumidor final.

 

“El restaurante se convierte en el escaparate, es la vitrina donde se comunica todo esto, sobre todo el trabajo que hay de los pescadores para que tenga una calidad última. Hay que trabajarlo de muchas formas y comunicar esto en los menús”, señaló Molina.

 

En un futuro las cooperativas buscan la certificación de la pesquería para garantizar que el producto sea de calidad y sea reconocido el buen manejo de la pesquería y sabor del producto, señaló Ojeda.

 

“Estamos convencidos que para 2027 cuando concluye el FIP vamos a acceder a la certificación. Y lo quiero decir sinceramente y no presuntuosamente, no lo hacemos por tener el certificado, lo hacemos por convicción de cuidar los recursos y de que ese valor agregado que se le da a el producto se disperse entre las familias para que tengan una mejor calidad de vida. Al fin y al cabo somos comunidades pequeñas pero tenemos el respeto y la responsabilidad de proteger los recursos para que las generaciones futuras puedan seguir en esta actividad”, señaló Enríquez.

 

*Este artículo se publicó originalmente en Causa Natura Media.