• Libre Expresión.
Es cierto,
durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, han habido desencuentros con
la prensa.
Ciertamente
que no muy marcados ni en grandes cantidades, pero sí que han trascendido ante
la opinión pública.
Sin embargo,
y hay que decirlo, el sexenio de AMLO marca un precedente sumamente importante
que tiene que ver con la no represión a los periodistas ni a los medios de
comunicación.
Tampoco se
distinguió por el autoritarismo, como sucedió en los tiempos de Luis Echeverría
Álvarez, --a quien incluso se le calificó como el enemigo de la libertad de
expresión--, o con José López Portillo.
Menos aún se
le puede endilgar el pago para que la prensa guarde silencio ante atrocidades
gubernamentales, o para que no golpee.
Es decir, y
lo podemos decir sin ambages, este sexenio puso una raya muy marcada en todos
esos aspectos.
En su
momento, ciertamente AMLO dijo algunas expresiones que molestaron e incomodaron
a algunos integrantes de la prensa, como esta: “estamos en contra de que la
libertad de expresión se utilice para calumniar, para chantajear, para robar”.
Pero si la
analizamos con detenimientos estas expresiones, caeremos en la cuenta que es
una expresión comprensible y entendible. Al menos para los periodistas que
rechazan el chayote.
Aunque claro,
es una expresión que incomoda a los otros.
Es decir que
produce escozor a aquellos que sí son dados a calumniar y si se quiere son
capaces de chantajear, y que olvidan que la libre expresión de las ideas es
justicia social, y forma parte de la democracia.
Pero como es
normal, toda administración gubernamental--por muchas razones-- tiene que tener
disidentes.
Por eso,
basado en lo anterior, me viene a la mente un caso que ocurrió en los tiempos
de José López Portillo en contra de un programa de micrófono abierto llamado:
“Opinión Pública”.
Este
programa, era conducido por el entonces muy reconocido periodista, Francisco,
Paco Huerta.
Era pues, un
programa Imparcial, directo, y muy profesional.
Sin embargo,
como su conductor no aceptaba dádivas ni chayotes, decía cosas que incomodaba
al gobierno.
Entonces,
llegado el momento, el gobierno movió sus hilos y el programa que había
iniciado el 13 septiembre de 1976, finalmente fue clausurado arbitrariamente el
17 agosto de 1982. Digamos que justamente aguantó un sexenio.
Y aunque
usted no lo crea, la clausura fue por orden del Sindicato de Radio, Televisión,
Similares y Conexos de la República Mexicana.
Luego
entonces podría pensarse que esta organización recibió el pago que no recibió
el conductor del programa.
En efecto,
Francisco, Paco Huerta, cometió el gran pecado de ser un disidente desde la
radio, y no aceptar prebendas del gobierno.
Según se
supo, por aquellos tiempos, este periodista criticó a los todopoderosos
presidentes del PRI, y le costó la chamba.
Después,
Francisco Huerta, tuvo la oportunidad de participar en otro programa nacional
de la radio y desde ahí criticó al entonces presidente Vicente Fox, del PAN, y
también le costo la chamba.
Y cosa
curiosa, aun cuando en mayo de 1982, el sucesor de López Portillo, es decir
Miguel de la Madrid Hurtado, había dicho “no permitiremos nunca que en nuestro
país se den tendencias autoritarias que repriman la libre expresión de las
ideas, venga de quien venga, digan lo que digan”, no movió un dedo para
restablecer en su medio a Pancho Huerta, quien finalmente murió en su casa.
Y es que, hay
mandatarios que creen que el pueblo tiene derecho al silencio. Y solamente a
escuchar. Es decir, no a opinar. Y es lo que hacía Francisco Huerta. Dar voz y
libertad de opinar al pueblo a través de ese programa.
Ahora bien,
también hay gobernantes que prefieren conductos pasivos y que se transformen en
canales de elogios para ellos a través de los cuales nada más puedan dar a
conocer sus discursos demagógicos y su verborrea.
Digamos,
gobernantes que olvidan que comediantes hay muchos.
Como también
hay muchos payasos y arlequines.
Pero hay
gobernantes que no alcanzan a comprender que también hay, --aunque sean pocos,
muy pocos-- que se conduzcan con el profesionalismo que lo hizo Francisco Paco
Huerta.
Y es que, la
voz del poderoso encuentra eco y micrófono en todas partes a donde quiera que
va.
Y además
tiene espacio en todas partes.
No así el
pueblo. Para el que lamentablemente solo hay bocinas.
Y por eso
allí se queda, estático y siempre sin voz.
Con sus
pensamientos atorados y atados a su cerebro.
Digamos, con
ese derecho y obligación de solo escuchar.
Luego
entonces, todo mandatario debe tener presente que así como hay disidencias, hay
coincidencias.
Y sobre todo
tener en cuenta que un periodista disidente, no es precisamente enemigo del
mandatario en turno.
Mucho menos
de México.
Cuestión de
tiempo.