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Hoy es jueves, 17 de octubre de 2024

Lo derecho es lo decente

Muy buenos días estimable Lector, gracias, muchas gracias por continuar prefiriendo este su Diario El Independiente.


 

Inicio esta columna comentando a Usted; Hoy en nuestro País vivimos ¿Cambio o Transformación?, porque contamos con la misma Constitución Política fundadora del México moderno, seguimos siendo un gobierno republicano, representativo, democrático y federal; así mismo se mantiene un sistema de Partidos Políticos plural, participativo y competitivo, así quedó demostrado por los mexicanos en el pasado proceso electoral. La alternancia a nivel nacional ocurrió sin necesidad de acuerdos especiales para vencer resistencias o para habilitar el cambio del poder de un partido a otro. Se entiende que no fue así porque vivimos un régimen democrático y todos los partidos actuaron con responsabilidad y garantía democrática. En buena parte la alternancia ocurrió sin enfrentamientos y rupturas.

 

Ahora bien: todo régimen político, requiere de legitimidad para su aceptación y llevar a cabo acciones de gobierno que le permitan asegurar el consenso social. Pero el problema de la legitimidad, sin embargo, cuenta con dos aspectos que son complementarios: La legitimidad del sistema político y la que se genera a través de las actividades de la administración pública. Bajo este contexto; la virtual presidenta de la República Mexicana CLAUDIA SHEIMBAUM PARDO, tiene la legitimidad que le otorga el resultado de unas elecciones democráticas y libres.

 

Déjeme decirle: La Democracia mexicana no empezó ayer ni es patrimonio exclusivo de una persona, de una organización o de un grupo en particular; su perfeccionamiento ha sido el resultado de una larga cadena de impulsos de todos los actores sociales y políticos, en los cuales, por cierto, absolutamente todos los partidos políticos han jugado un protagonismo central.

 

Reconocemos que la democracia es fuente de estabilidad y progreso político, de mayores niveles de vida, de una mejor educación y de una distribución más equilibrada del ingreso; ello depende de reformas institucionales y de políticas públicas que van mucho más allá de la democracia formal. Me queda claro que un régimen no necesariamente genera una democracia moderna y funcional, ni una ciudadanía de alta calidad, y, por lo tanto, la percepción de lo que ocurrirá en nuestro País sobre los siguientes años debe tener en cuenta la complejidad de las asignaturas pendientes y de la propia sociedad mexicana. En este sentido si queremos arribar a lo que hoy se llama democracia de calidad, necesitamos un proceso profundo de desarrollo político para que la cultura y los valores democráticos se arraiguen en todos los sectores de la sociedad.

 

Concluyo: La pregunta central es ¿Cómo lograr que un régimen político eficaz y una sociedad plural, sean la base más consistente para contar con una democracia gobernable, funcional y de calidad?