Muy buenos días estimable Lector, gracias, muchas gracias por continuar prefiriendo este su Diario El Independiente.
Inicio esta
columna comentando a Usted; Hoy en nuestro País vivimos ¿Cambio o
Transformación?, porque contamos con la misma Constitución Política fundadora
del México moderno, seguimos siendo un gobierno republicano, representativo,
democrático y federal; así mismo se mantiene un sistema de Partidos Políticos
plural, participativo y competitivo, así quedó demostrado por los mexicanos en
el pasado proceso electoral. La alternancia a nivel nacional ocurrió sin
necesidad de acuerdos especiales para vencer resistencias o para habilitar el
cambio del poder de un partido a otro. Se entiende que no fue así porque
vivimos un régimen democrático y todos los partidos actuaron con
responsabilidad y garantía democrática. En buena parte la alternancia ocurrió
sin enfrentamientos y rupturas.
Ahora bien:
todo régimen político, requiere de legitimidad para su aceptación y llevar a
cabo acciones de gobierno que le permitan asegurar el consenso social. Pero el
problema de la legitimidad, sin embargo, cuenta con dos aspectos que son
complementarios: La legitimidad del sistema político y la que se genera a
través de las actividades de la administración pública. Bajo este contexto; la
virtual presidenta de la República Mexicana CLAUDIA SHEIMBAUM PARDO, tiene la
legitimidad que le otorga el resultado de unas elecciones democráticas y
libres.
Déjeme
decirle: La Democracia mexicana no empezó ayer ni es patrimonio exclusivo de
una persona, de una organización o de un grupo en particular; su
perfeccionamiento ha sido el resultado de una larga cadena de impulsos de todos
los actores sociales y políticos, en los cuales, por cierto, absolutamente
todos los partidos políticos han jugado un protagonismo central.
Reconocemos
que la democracia es fuente de estabilidad y progreso político, de mayores
niveles de vida, de una mejor educación y de una distribución más equilibrada
del ingreso; ello depende de reformas institucionales y de políticas públicas
que van mucho más allá de la democracia formal. Me queda claro que un régimen
no necesariamente genera una democracia moderna y funcional, ni una ciudadanía
de alta calidad, y, por lo tanto, la percepción de lo que ocurrirá en nuestro
País sobre los siguientes años debe tener en cuenta la complejidad de las
asignaturas pendientes y de la propia sociedad mexicana. En este sentido si
queremos arribar a lo que hoy se llama democracia de calidad, necesitamos un
proceso profundo de desarrollo político para que la cultura y los valores
democráticos se arraiguen en todos los sectores de la sociedad.
Concluyo: La
pregunta central es ¿Cómo lograr que un régimen político eficaz y una sociedad
plural, sean la base más consistente para contar con una democracia gobernable,
funcional y de calidad?