• Silencio total.
Ha llegado la
hora en que el estrés y el hastío, se meten hasta lo más recóndito de la
humanidad de las candidatas y los candidatos.
Y también, si
se quiere, ha llegado la hora en que tanto a ellas como a ellos los abrazará el
fastidio y la incomodidad.
Pero no solo
eso, sino lo que es peor aún, serán presos de la duda.
En efecto,
serán cobijados por esa maldita incertidumbre de no saber qué pasará tres días
después.
No es para
menos, cuando a partir de hoy habrán de sentarse a contar 72 largas horas de
agónica espera y con mil preguntas en la mente de cada una de ellas y de ellos.
Preguntas,
que obviamente no tendrán respuestas inmediatas.
Serán horas
eternas de aburrimiento, de comer uñas, de acelerados latidos y de tronar dedos
para liberar presión.
Tiempos
similares a la pandemia cuando estaba en su punto álgido.
Tiempos de
obligada reclusión, tal vez para que las y los candidatos que creen en las
intangibles divinidades se hinquen y con repetidos golpes de pecho, una vez
arrepentidos de sus pecados, le oren al santo de su devoción.
·
¿Para qué?
Para que ese
inmaculado ser, se apodere de la mente del electorado y le dicte que vote por
ella o por él.
Son pues, tiempos
de tediosa espera, de silencio total.
Y ha llegado
el momento en que la crisis de nervios, que obliga al te de tila y la aspirina,
confundida con el recelo y la desconfianza, se apodera de las y los pretensos a
los cargos en disputa.
De todas
aquellas y aquellos que hoy se deslizan por la filosa espada de la
incertidumbre y por ende fluctúan entre la posibilidad del triunfo y el riesgo
de la derrota.
Momentos en
que quizás, enfrascados en suspicacias e indecisiones, después de tanto
trajinar en busca de apoyo, no les pesa tanto ni la fatiga ni el cansancio,
como seguramente debe pesarles la expectativa del fracaso.
Tiempos de
pensar vacilantes y con interrogantes de sospechas, que irremediablemente todo
esfuerzo realizado tal vez pudo haberse ido por la coladera para convertirse en
excremento. Y que, por tanto, todo trabajo realizado fue en vano.
Pero claro,
es también momento de establecer una firme posición entre el optimismo y el
pesimismo y buscar muy en el fondo de su mente que el fiel de la balanza se
cargue hacia un solo lado.
Luego
entonces, el momento obliga a ser cien por ciento positivos. Y pensar que allá,
no muy lejana, detrás de todo gran esfuerzo realizado es posible encontrar la
victoria.
Ahora bien,
de que ha llegado el momento crucial para las y los candidatos es muy cierto.
Pero también
es cierto que son tiempos positivos para toda una sociedad que se siente
hastiada de tanta perorata, de tanto spot y tanta propaganda política.
Una sociedad
ansiosa porque regrese la tranquilidad de tantos del proceso, y que ya recojan
la basura electoral.
Ahora bien,
sin salirme del tema, debo dejar en claro que un nuevo partido político no es
ni la panacea ni la solución a los problemas del pueblo.
Mas bien esos
partidos políticos que nacen a la par de una elección, son golondrinos.
Así han
surgido el Partido de Renovación Sudcaliforniana, el Humanista, el Fuerza Por
México, el Encuentro Solidario, y últimamente el Movimiento Laborista.
Partidos
oportunistas que más bien se antojan como partidos no de contrapeso, sino que
traen sus dados cargados, y tejiendo finito, lanzan sus dados para provocar el
triunfo de unos y la derrota de otros.
En fin, luego
de estos, vendrán otros tiempos.
Los tiempos
de ley seca, de filas con credenciales para votar, de casillas electorales, de
listas nominales y funcionarios electorales.
Enseguida
vendrá el recuento, ya no tanto de los daños, sino de los votos.
Y con ello la
alegría del triunfo para unos, y el llanto de la derrota para otros
Lo que sí es
un hecho, y que se considera altamente positivo, es que las autoridades
municipales contrataron veladores para cada uno de los panteones.
¿Para qué…?
Para que esta
vez no dejen salir a ningún muerto a votar.
Cuestión de
tiempo.