• Los Debates
Es lamentable
para todos los mexicanos saber que hoy por hoy, los vientos negros que soplan
desde los cuatro puntos cardinales, lanzan silbidos satánicos desde los debates
presidenciales.
Y derivado de
eso, qué lejos de las verdaderas necesidades del pueblo se están quedando los
encuentros de la tercia presidencialista.
Debates que
más bien se han convertido en un cuadrilátero de donde brotan insultos,
señalamientos, y mutuas acusaciones.
¡Qué
desgracia…!
Mientras
allá, muy lejos, y guardadas en el arcón de los olvidos, van quedándose las
angustiosas demandas que por varias causas tiene el pueblo de México.
Demandas que
van desde inseguridad hasta desempleo, pasando por pobreza extrema, escasez de
agua, falta de vigilancia, violencia extrema, asesinatos, drogadicción, Etc.
En efecto.
Y pareciera
que los participantes se colocan una negra venda en los ojos para no ver ni las
lágrimas de las madres buscadores, ni las tantas desgracias que laceran al
pueblo.
Así es…
Como para no
ver a los transportistas que inocentemente son asesinados. Y si bien les va,
son vejados, golpeados y asaltados.
Como para no
ver los constantes acosos y la violencia que sufre la mujer.
Y pareciera
que se colocan tapones en los oídos para no escuchar los lamentos de la pobreza
y los gritos de la miseria.
Para no
escuchar el clamor de los padres y madres de familia por la falta de
medicamentos para los niños con cáncer.
Mientras
tanto, es decir mientras ellos, --los debatientes--, se desgastan arriba del
ring, el país se hunde cada vez más, corriendo el peligro de zozobrar en medio
de la tormenta.
No por una,
sino por muchas razones.
Veamos.
Acá las amas
de casa que al pasar los días ven cada vez más alta la canasta básica y luchan
por alcanzarla, mientras las otras mujeres, asediadas por el miedo se niegan a
salir a la calle.
Allá los
jóvenes bien intencionados que acuden a la facultad temerosos al sentirse con
un pie adentro y otro afuera de las organizaciones delincuenciales, y solo por
la falta de mayores y mejores oportunidades.
Mas allá,
portando siempre sus grasientos overoles están los obreros. Aquellos hombres
rudos que por los siglos de los siglos y desde el interior de los talleres y
las fábricas han sido explotados por el opulente.
Y mucho más
allá los hombres del campo. Aquellos sombrerudos de callosas manos y rugosa
frente, que bajo el intenso rayo del sol esperan la raquítica cosecha que
amortiguará el hambre de su familia.
Todo eso,
mientras los humildes Pescadores arriesgan sus vidas lanzando sus redes en esos
mares turbulentos para que vivan mejor los nocivos intermediarios y los
regordetes permisionarios que plácidamente solo esperan el regreso de aquellos.
Pero todo
eso, pareciera estar muy lejos de la mente de los debatientes.
Porque en esa
ronda de discusiones bizantinas pareciera que más bien tiene cabida la
presunción, el envanecimiento y la soberbia.
Digamos, un
lugar donde se observa un coloquio sin fondo, sin soluciones, sin respuestas.
Pero sí
cargado de sorna.
Pero sí
pletórico de injurias.
Pero sí con
risitas irónicas y falto de argumentos.
Así es.
Un estrado
donde pareciera que los diablos se hacen presentes para gozar sus maquiavélicas
danzas en torno al fuego del infierno.
Un lugar cruentas
disputas y de desgastantes altercados. Pero lejos de propuestas concretas.
Un lugar que
más bien provoca irritación, desconsuelo, desánimo.
Todo,
mientras el contexto social se convulsiona en medio de la pobreza, la
inseguridad y el miedo
En fin.
Ojalá y esos
amenazantes vientos apocalípticos que casi casi se avizoran, solo sean
imaginaciones sin sustento, y no lleguen a tocar la faz de nuestra tierra.
Aunque, de
antemano, vale decir que todo en su conjunto duele, lastima, y hiere al pueblo.
Cuestión de
tiempo.