El catedrático universitario y actual director del Archivo Histórico Pablo L. Martínez, señala que 1697 será crucial para la corona española, ya que con el arribo de la orden de los misioneros jesuitas se logrará concretar uno de sus sueños: la conquista de California.
La Paz, Baja California Sur. - De acuerdo con el historiador y profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), Mtro. Alejandro Telechea, la riqueza histórica y arquitectónica de las misiones en la media península es un patrimonio cultural y elemento fundamental en la comprensión de la identidad regional y nacional.
El catedrático universitario y actual director del Archivo Histórico Pablo L. Martínez, señala que 1697 será crucial para la corona española, ya que con el arribo de la orden de los misioneros jesuitas se logrará concretar uno de sus sueños: la conquista de California, que en años posteriores será fundamental para sentar las bases culturales que permitirán la conformación de la sociedad bajacaliforniana.
“Una vez asentados en California, los misioneros se avocaron a construir los espacios necesarios para llevar a cabo su tarea misional, entre ellas la edificación de las iglesias de las 17 misiones que fundaron en la península, dándoles el toque arquitectónico de sus lugares de origen”.
Entre ellas, se encuentra la de Nuestra Señora de Loreto Conchó, fundada por el padre Juan María de Salvatierra el 25 de octubre de 1697. Según da a conocer el investigador de la UABCS, su iglesia empezó a construirse en 1740 bajo la dirección del padre Jaime Bravo, quien muere cuatro años después, dejando inconclusa la obra.
No obstante, continuaría esta labor el padre Gaspar de Trujillo y Juan de Armesto entre los años de 1744 a 1752, siendo el primero de ellos quien instaló el campanario y detalles de decoración, el retablo principal y un órgano; mientras que el segundo continuó con los detalles de decoración.
El Mtro.Telechea también destaca San Francisco Javier Viggé o Biaundó, misión fundada por Francisco María Piccolo en octubre de 1699, aunque en el lugar que hoy en día se encuentra la iglesia de misión arribaron en 1710 por ser un sitio fértil y con agua.
La edificación de la iglesia se inició en 1744 bajo la supervisión del padre Miguel del Barco, terminándose de construir hasta 1758, pues en varias ocasiones los trabajos tuvieron que ser suspendidos por falta de albañiles especializados.
La obra consta de una planta en forma de cruz latina, que maravilla por su decoración exterior y por su crucero, que se coronó con una cúpula con ventanas y vidrios, los primeros en Baja California. La nave cubierta con una bóveda de aristas, se funde armoniosamente con el esbelto
Otra de las iglesias es la de Santa Rosalía de Mulegé, fundada la misión en 1705 por el padre Juan Manuel de Basaldúa que dedicó a Santa Rosalía, patrona de Palermo, ciudad natal del padre Francisco María Piccolo.
Su construcción estuvo bajo la supervisión del padre Francisco Escalante, utilizando en su edificación piedra sin labrar. Será hasta 1766 cuando se llegue a la conclusión de dicha obra, teniendo una forma poco común, ya que la torre del campanario no se encuentra en la fachada principal ni sobre el templo, sino hacia un costado, sobre el ala de las dependencias.
Asimismo, está el caso de San José de Comondú, fundada la misión por primera vez en 1708 por el padre Julián de Mayorga. En 1736 fue trasladada a otro lugar con mayor fertilidad, espacio dónde hoy día se yergue altiva la iglesia de misión, cuya construcción se inicia en 1751 bajo la supervisión del padre Francisco Inama.
San Ignacio Kadakaamán es otra de las misiones fundadas por los jesuitas en 1728 por el padre Francisco María Piccolo. La iglesia de la misión empieza su construcción a finales de la década de los cincuenta del siglo XVIII bajo la supervisión del padre Fernando Consag y fue concluida en 1786 por el padre dominico Juan Crisóstomo.
Fue edificada en piedra, en forma de cruz latina, que hasta la fecha ha conservado su estado original y parte de su decoración. El interior del edificio fue embellecido con tres llamativos retablos de estilo barroco, uno de ellos totalmente dorado que cubre toda la pared del fondo del presbiterio y dos laterales en madera dorada y en piedra, ubicado en los extremos de los cruceros.
Santa Rosa de Todos Santos es una más fundada como sitio de misión en 1723 por el padre Jaime Bravo; diez años después es elevada en su rango de pueblo de visita a misión, nombrándose a Segismundo Taraval como encargado. Durante los años que la Compañía de Jesús estuvo encargada de la evangelización de la Baja California, la iglesia de esta misión se caracterizó por ser una construcción de adobe, techada con una bóveda de madera y mezcla, y según las noticias del padre Juan Jacobo Baegert, fue de grandes dimensiones y su interior tuvo abundante decoración.
Finalmente, el catedrático de la UABCS habló sobre San Luis Gonzaga Chiriyaqui, misión fundada en 1737 por el padre Lambert Hostell, quien estuvo a cargo hasta 1746, siendo relevado por el padre Javier Bischoff, que a su vez fue remplazado en 1751 por el padre alsaciano Juan Jacob Baegert, el cual se ocupará de llevar a cabo la edificación de la iglesia de la misión a partir de 1753 y concluyéndola en 1761.
Para Alejandro Telechea, los edificios misionales de la península de Baja California muestran la preocupación y el interés de los jesuitas, franciscanos y dominicos por catequizar y dar enseñanza a los nativos.
Del mismo modo, son testimonios del trabajo que realizaron los indígenas en su construcción. Los lucidores retablos, con su riqueza de figuras celestiales y terrenas, cumplen una misión religiosa, pero a la vez artística; al igual que resumen la voluntad y el empeño de quienes se esforzaron en hacerles llegar a pesar de lo que implicaba el largo y difícil trayecto.
Así, la obra misional confirma la importancia que otorgaban las distintas órdenes religiosas a la arquitectura y a sus elementos decorativos como uno de los caminos para la evangelización de los gentiles peninsulares, afirmando que estos referentes entrañables para quienes vivimos en esta región de México, dan cuenta de un proceso histórico en tierras que fueron ignotas y ahora de significaciones universales.