Tolerancia.
Hace algunos días, gran parte de la población sudcaliforniana conoció el lado cortés, de sobrada indulgencia y gran flexibilidad de Víctor Castro Cosío.
En efecto.
Y para quienes lo conocemos, su postura, la de Víctor Castro, nos pareció no solo muy extraña, sino fuera de lo común.
Esa vez, en su calidad de gobernador había concedido una de sus acostumbradas conferencias de prensa, a la cual asistió la mayoría de los reporteros.
Ya había dado inicio la conferencia, cuando de pronto, de entre los asistentes, un tipo hizo uso de la voz.
Pero curiosamente por parte de su interlocutor no hubo cuestionamiento alguno respecto a las acciones de su gobierno o de las obras, ni tampoco sobre algo relacionado con el manejo de las finanzas.
No. Más bien fue una altanera interpelación.
Una altanera interpelación donde a leguas se notaba que el tipo aquel a toda costa quería reñir.
Si, que estaba ahí para buscar bronca, y por su actitud retadora hasta de ser posible llegar a las manos.
Sobra decir que la interpelación fue además grosera y con falta de respeto hacia la investidura de un jefe del ejecutivo.
Y de hecho fue más bien una interpelación burda y descortés, donde su interlocutor dejó implícita su postura de ser un tipo burdo e insolente.
Vale aclarar que la totalidad de los periodistas allí presentes, dijeron no conocer a esa persona y mucho menos identificarlo como periodista.
Sin embargo, tras el ataque verbal de este individuo, fue aquí donde muchos supimos de ese lado cortés, de sobrada indulgencia y gran flexibilidad de Víctor Castro Cosío.
Porque tras la andanada de descalificativos que emitió el tipo aquel, Víctor Castro Cosío permaneció impasible.
Así fue, impasible, mientras a la presidenta municipal, Milena Quiroga, también presente se le venían diversos colores al rostro y no hallaba donde meter su cabeza, por la pena que sentía en ese momento.
Y más aún, Víctor Castro, allí sentado inamovible, dejó que aquel tipo se desahogara y que de su ronco pecho sacara hasta lo que no guardaba.
Ya después, el gobernador, con su rostro sin alterarse, solo se concretó a pedirle al tipo que guardara compostura y respeto.
Y jamás lo amenazó, como tampoco tan siquiera, le pidió que abandonara el lugar.
Yo digo, en mi opinión, ¿qué la costaba al gobernador ordenar que los miembros de seguridad sacaran a empellones a ese tipo?
Pero no lo hizo. Ni intentó hacerlo.
Y aquí creo que Víctor Castro Cosió, dejó en claro por una parte lo que ya dijimos líneas arriba. Y por otra su decencia y educación.
Pero por sobre todas las cosas que el ahora gobernador sabe de tolerancia y conoce de paciencia, lo que le obliga a tener un sano espíritu de tolerancia y que le hace apreciar y respetar las opiniones de los demás.
Y creo que tal vez por eso, de frente a ese tipo, su postura fue siempre inmutable, inalterable, inamovible.
En síntesis, que alguien lo interpele, no es novedad para Víctor Castro Cosío.
De ninguna manera.
El ya conoce de eso, porque ya lo hizo también.
Como también en su momento señaló, hizo plantones, hizo machas, y también lanzó gritos y consignas.
Luego entonces, nada de eso es nuevo para él.
Ah, pero cuidado, mucho cuidado.
Porque pese a todo, Víctor Castro también fue palomilla de barrio.
Es decir no es una perita en dulce ni mucho menos una hermanita de la caridad.
Luego entonces, creo que este tipo lo pensará dos veces si quiere hacer otra de sus groseras intervenciones.
Cuestión de tiempo.