• Maldita Impunidad. • Es muy cierto y hoy por hoy se reafirma.
En aquellos viejos tiempos, la
perversidad, la apatía y la indolencia, con gran cinismo se sentaron en los
mullidos sillones de los jerarcas administrativos de los gobiernos.
Eso por un lado. Porque por el
otro, en cuanto al poder legislativo y en un claro contubernio, las y los
diputados se sentaron en la curul de la suerte, del fuero, el ocio, la dieta, y
sobre todo el nefasto importamadrismo.
Y todos, sin excepción alguna,
se cubrieron con la coraza de la arrogancia, de la presunción, de la soberbia.
Fue entonces que con
argumentos pobres y sin fundamento, las y los diputados, hicieron de la tribuna
el reducto del discurso veleidoso y el confín de la oratoria ficticia,
convirtiéndose en cómplices del desaseo y en protectores de la corrupción.
Así es. Porque el despilfarro,
el cinismo y la perversidad, hacían su agosto desde la gran mayoría de las
arcas de las administraciones municipales, y cuyo saqueo, era cubierto con
aquella sucia cobija de los legisladores.
Fue quizás por todo esto que
aquel jueves 27 de mayo de 2021, firme y tajante, Víctor Castro Cosío dijo: en
mi administración no habrá impunidad.
Y es que muy probablemente
Víctor Castro sabía que la impunidad, es pariente cercana del amiguismo y del
compadrazgo.
Y seguramente no ignoraba que
al igual que el nepotismo, son sinónimos de corrupción.
Además, en aquel entonces como
candidato a la gubernatura pudo tener la certeza de que la impunidad, duele,
lastima, hiere, y produce a quien la sufre, encontrados sentimientos de
impotencia.
Por otro lado, Víctor Castro
Cosió, supo también que la impunidad lacera con heridas que no sangran, pero
que sí dañan el alma.
Y no dudo que el ahora
gobernante tuvo la corazonada de que la maldita impunidad, les pega a los
pobres donde más les duele: el estómago.
Y por supuesto que jamás
olvidaría que en ocasiones la impunidad vulnera lo más preciado: la libertad.
Tal vez por eso fue que, en esa
ocasión, sin titubeos y desde su postura como candidato de Morena, Víctor
Castro Cosío dejaría en claro su postura:
“En mi administración no habrá
impunidad”.
Y muy seguramente lo dijo
porque sabe que la impunidad conduce a quien la padece a su más cruel estado de
indefensión.
O quizás porque sabe que la
impunidad es un doloroso sentimiento de impotencia al grado de que en ocasiones
promueve al ser humano a tomar la justicia por propia mano y convertirse en un
delincuente, justamente igual que aquellos que profesan la impunidad.
Y es que, --lo dije en una
entrega anterior--, la Impunidad, profanando la lámpara de Diógenes, muchas
veces se ha paseado a la luz del día por las oficinas donde la boga y el
birrete dictan sentencia.
Más aun, Víctor Castro Cosió,
sabe que la impunidad, se ha burlado y ha hecho escarnio del dolor del
desposeído cuando cínicamente deambula por los pasillos donde los
administradores de justicia suelen abrocharse la corbata.
Y no ignora que la impunidad,
ha pernoctado, por los siglos de los siglos en los archivos del olvido, de la
postergación.
Lo peor es, que la impunidad
ha disfrutado de buenos sueldos, de prebendas, de canonjías; mientras su
castigo, ha transitado por las noches del cuarto menguante como sombra
invisible, y con derecho a picaporte a la arbitrariedad, a la ilegitimidad, al
exceso.
En síntesis, la maldita
impunidad, ha observado con rostro de burla desde la alta tribuna, los desfiles
patrióticos y revolucionarios, dedicados a quienes ofrendaron su vida por darnos
patria y libertad.
Vamos, la impunidad, señor
gobernador, que encierra sinónimo de corrupción, conduce a los inocentes a las
cárceles, mientras ella goza de entera libertad, lo mismo que de prebendas y
canonjías.
Y desgraciadamente, la
impunidad, que ha tenido como aliado el dinero, el fuero, y el poder, es
enemiga de la honestidad, pero tiene satánicos pactos con la parcialidad, con
el atropello y con la sinrazón.
Y lo peor de todo es que en
muchas partes del mundo, se ha convertido en un crimen de lesa humanidad.
¿Por qué?
Porque es un mecanismo que
permite para los autores de violaciones a los derechos humanos ocultarse de la
acción punitiva de una sociedad y a su vez, -frente a la falta de castigo-, se
desarticula y aliena, producto del rechazo y resentimiento colectivo que
generan las injusticias.
Por eso es imperativo que
desde ese poder conferido por el pueblo, Víctor Castro Cosió luche por
infraccionarla, por desarticularla, por reducir la brecha de abusos que al
amparo de ella se cometen.
Y de no ser así, que la
sociedad sudcaliforniana se lo demande.
Cuestión de tiempo.