• En 2006, el paisaje agavero obtuvo la declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad por su importancia cultural, social e histórica.
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Agencia
Estado de México. - El paisaje de agave del tequila
cumple este miércoles 17 años de ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco,
pero ante la creciente demanda de la bebida mexicana en los últimos 10 años se
han multiplicado los espacios de monocultivo, lo que contribuye a la crisis
climática.
El aumento en las superficies
cultivadas con la planta de agave, de la que se extrae el tequila, contribuye a
la pérdida de ecosistemas claves para el medioambiente y a que los agricultores
dejen de producir granos básicos como el maíz, coincidieron especialistas
consultados por EFE.
En 2006, el paisaje agavero
obtuvo la declaratoria como Patrimonio Cultural de la Humanidad de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco), que reconoció 34,658 hectáreas de cultivos por su belleza
paisajística, y su importancia cultural, social e histórica.
Ese paisaje cercano al pueblo
de Tequila, de donde es originaria la bebida, se extendió a bosques, selvas y
montes de Jalisco y otros estados, como Guanajuato y Michoacán, para que los
productores tengan agave disponible ante la demanda de una industria que creció
526% en casi tres décadas, según el Consejo Regulador del tequila (CRT).
“Se transforma un territorio
en donde lo que se quiere es producir lo mayor posible, en el menor tiempo y
espacio posible y esto solamente se puede lograr con fertilizantes, con
insecticidas, con todo lo que sustituya eso que hacía el ecosistema”, afirmó en
una entrevista Dánae Cabrera, ecóloga que estudia el tema.
Aunque hay una regulación de
los lugares en donde los productores pueden sembrar agave, es común que compren
predios agrícolas o que recurran a la quema o deforestación de espacios
naturales, afirmó a EFE Pablo Montaño, coordinador de la organización
Conexiones Climáticas.
“Hay varios fenómenos, uno es
la remoción de bosques y selvas donde se limpia el terreno, se quita la masa
nativa y se sustituye por agaves. Hay mucha evidencia de incendios que están
vinculados después a la siembra de agaves, lo pueden hacer con simple
deforestación y también hacen sustitución de cultivos”, dijo.
Según el CRT, en los cinco
estados con denominación de origen del tequila hay 413,870 hectáreas de
cultivos de agave distribuidas en 173 municipios.
En 2017, hubo 29 millones de
plantas disponibles y cinco años después, en 2022, la cifra incrementó a 375
millones de plantas.
En Jalisco, el estado con el
mayor número de agaves y tequila envasado, es cada vez más común que las
plantaciones invadan cerros y espacios protegidos como el Bosque La Primavera.
Los expertos afirman que esta
invasión tiene un efecto de ida y vuelta en la crisis climática porque al
quitar terreno al bosque tropical destruyen su ecosistema y evitan una mayor absorción
del dióxido de carbono, componente clave del calentamiento global.
“Quitamos masa forestal que
ayuda a frenar o a mitigar los efectos de la crisis climática, bosques que te
permiten reducir las temperaturas, eso va a hacer que el cambio climático se
sienta más fuerte”, explicó Montaño.
El bosque tropical, conocido
también como selva baja, es considerado uno de los ecosistemas que más
resistencia tendrá a los efectos del calentamiento global por las
características de su flora y su fauna.
Pero destruirlo e imponer
monocultivos favorece la pérdida de árboles y del sistema natural que depende
de ellos.
“Se rompen todos los ciclos
ecológicos de ese territorio establecido hace millones de años en el que ha
generado un mosaico de interacciones entre la flora que es un refugio para
polinizadores”, dijo Cabrera, también académica de la Universidad de
Guadalajara.
Para los especialistas, este
ritmo de producción es insostenible a mediano plazo, pues existe el riesgo de
que no haya terrenos productivos para sembrar el agave.
La alternativa es que la
industria tequilera aminore la intensidad de producción de plantas para
restaurar las superficies dañadas e implemente sistemas agroforestales en los
que intercalen agaves con otro tipo de árboles y flor, aseguró Cabrera.
“Son escalas de producción
mucho menor, pero más diversas, pero también hay que meter a la ecuación de
esto a los productores locales”, aseguró.
En opinión de Montaño, es
momento de que los empresarios hagan una pausa y consideren cuál es el futuro
de esta industria.
“Pareciera que las tequileras
están apostando a ganar todo el dinero posible, pero en realidad están cortando
la rama en la que están sentadas”, concluyó.