• El Poder y la Perversidad.
Una vez escribí que la lista de los
corruptos en México, es tan extensa y larga, como la cola de rata que arrastran
cada uno de ellos.
Y muchos de aquellos que han
participado en los actos de corrupción, o bien gozan de sus prebendas, o lloran
recluidos en mazmorras. Es solo cuestión de que la justicia los alcance.
Pero en tanto la justicia no los
alcanza, se cubren de una dura caparazón, mientras hacen gala de sus hazañas,
asomando a sus rostros el descaro, tornándose cínicos y sarcásticos.
Son estos los llamados delincuentes de
cuello blanco. Esos que dan manotazos, arañazos y dentadas y se reúnen entre
los iguales para hacer alarde de sus fechorías, y mofarse de sus gobernados.
Se trata de aquellos que no tienen
virtudes, ni saben de cualidades. Que no conocen el pudor, ni los principios. Y
mucho menos saben de ética, o de integridad.
Me refiero a esos que nunca analizan
el tema de la honestidad, porque no la mamaron de los senos de su madre; y no
hablan de moralidad, porque no la conocen. Son, pues, alimañas que abundan en
todas partes y a veces, son muy difíciles de combatirlas.
Las peores de ellas, las más nocivas,
se observan en lujosas oficinas públicas, con aire acondicionado y perfectamente
amuebladas.
Nuestro país, ha padecido este
gravísimo problema, pues según detalla el Foro Económico Mundial, la
corrupción, antes de que López Obrador llegara a la presidencia, era ya el
principal obstáculo para hacer negocios en México; incluso por encima de la
inseguridad, a grado tal que nuestro país no superaba en aquellos últimos 15
años, calificaciones reprobatorias dentro del Índice de Percepción de la
Corrupción de Transparencia Internacional.
Y aunque desde el gobierno federal se
han fortalecido los mecanismos para combatir este delito lamentablemente los
esquemas de control y fiscalización no se reproducen en todos los estados y
municipios, toda vez que en muchas entidades los gobernadores ejercen un
control político férreo que limita la capacidad de los órganos de fiscalización
para ejercer sus funciones.
Por tanto, algunos presidentes
municipales sobornan a diputados locales para que aprueben sus cuentas
públicas: les pueden dar dinero, obra pública o empleo a sus amigos o
parientes. Y al respecto, no es casual que en los últimos años en todo el país
se hayan denunciado muchos casos de corrupción que incluyen a gobernadores,
alcaldes y demás funcionarios.
Otra modalidad de corrupción rutinaria
es el otorgamiento de permisos y concesiones para uso de suelo,
establecimientos mercantiles, etc. es una modalidad preferida en el ámbito de
gobiernos municipales e incluso a nivel de regidores que ven en la manipulación
de permisos de uso de suelo una oportunidad para enriquecerse en tres años, sin
pasar desapercibidos los sobornos a pequeña escala, o “mordidas”.
De esta manera si la corrupción de
obra pública afecta las finanzas públicas y la calidad de la infraestructura,
es necesario dejar en claro que las “mordidas”, afectan el capital social y la
cultura de la legalidad.
Pero por lo visto, solamente aquí no
pasa nada, porque -sobre todo-, exalcaldes y exalcaldesas, muy a pesar de estar
en la picota de las acusaciones y señalamientos, se pasean tranquilamente
mofándose de la ley y de todos. Y es que nunca, un alcalde o alcaldesa ha sido
llevado a tribunales.
Es más, es tan fuerte el hedor que
emana de esa alcantarilla, que no creo que haya uno de los recién electos
alcaldes o alcaldesas que se atrevan a levantar la coladera, denunciando a su
antecesor y que por supuesto, también ellos, --los recientes electos--, puedan
soslayar y permanecer al margen de la corrupción.
En el caso general de los corruptos,
traer a nuestra memoria a un Guillermo Padrés Elías, ex mandatario de Sonora; a
un Javier Duarte, exgobernador de Veracruz; o al ex Gobernador de Chihuahua,
César Duarte Jáquez, entre muchos más, creo que sale sobrando, aunque todos en
conjunto tienen un común denominador: aumentaron las deudas de sus estados. Y
se asegura que la suma de todos arroja más de 350 mil millones de pesos.
Y está de más recordar las
bravuconadas o burlas contra el pueblo, como las del ex Gobernador de Tabasco,
Andrés Granier Melo, quien durante una noche de copas presumió poseer 400 pares
de zapatos, mil camisas, 400 pantalones y 300 trajes de marca de lujo; o que al
ex Gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, se le descubrió una casa de
340 millones de pesos, de 8 mil 357 metros cuadrados, en Nuevo León; y que el
ex Gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, presumió su rancho “El Ensueño” de
40 millones de pesos, con un lago y criadero de caballos.
Esto es –repito-- cuando la justicia
no los alcanza. Pero cuando esta se hace presente, aquellos que antes fueron
fuertes, enérgicos, se tornan frágiles y vulnerables, y lloran como niños.
Y es que suele suceder que el poder a
muchos los torna arrogantes, narcisistas y ególatras y por tanto, el fiel de la
balanza finalmente se convierte en la más amarga de las sentencias para ellos.
Voy al grano. Es hoy el caso concreto
de quien fuera el jefe policial más poderoso y a la vez el más polémico de la
historia moderna de México.
Genaro García Luna. Quien un día fuera
uno de los hombres más importantes de México, el encargado de dirigir la lucha
contra el narcotráfico durante el Gobierno de Felipe Calderón.
“Culpable”. Una sola palabra que
seguramente le hizo explotar los tímpanos de sus oídos, y cuya expresión la
traerá siempre guardada en su mente hasta los últimos días de su existencia.
Culpable de conspiración para la
distribución internacional de cocaína; conspiración para la distribución y
posesión de cocaína; conspiración para importar cocaína; delincuencia
organizada y declaraciones falsas.
“Culpable”. Decisión dura y seca.
Enfática y acusatoria.
Decisión que llama a muchos a
reflexionar, y sobre todo a poner sus barbas a remojar.
Cuestión de tiempo.
Nunca antes un exfuncionario mexicano
de su perfil había sido llevado a juicio en Estados Unidos.
“culpable” decisión seca, enfática, la
incertidumbre y conmovidos, García Luna, Temido, ambicioso y poderoso, el
hombre que puso rostro a la lucha contra las drogas se convirtió en una de las
figuras más polémicas de la política mexicana.
El proceso judicial desató una
tormenta política en México, Sin embargo, siendo que Ha llegado la hora de que
los corruptos, paguen sus fechorías.
Y sin que esto tenga visos de cacería
de brujas, he de decir que, si en realidad Andrés Manuel López Obrador, quiere
cumplir su palabra y quedar bien con los mexicanos, debe dejar constancia de
esa reciedumbre de que ha hecho gala, y atacar por todos los frentes ese cáncer
tan nocivo.
Muy sencillo: que les quiten el dinero
robado, y por ende, las propiedades mal habidas. Es decir que los dejen en la
pobreza, tal cual tienen a sus gobernados.
Seguros estamos que solamente así
lograremos avanzar.
Y por sobre todas las cosas, habremos
de creer en lo prometido por López Obrador, y confiar en un verdadero cambio.
Todo lo demás, son solo falsas
promesas y mentiras