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Hoy es viernes, 22 de noviembre de 2024

En privado

Traiciones y Golpes Bajos.




Por las razones ya conocidas por todos, tal y como en su momento lo hizo a nivel nacional el Partido Revolucionario Institucional, ahora y a partir de 2018, Morena también ha desplegado supremacía y dominio político por todos los rincones de México.


La única diferencia es que el PRI, logró mandar en México durante 77 años. 70 de ellos de manera ininterrumpida, aunque hoy, con supurantes heridas que le han causado escándalos de corrupción y errores estratégicos, sangra profusamente, hasta quedar casi al borde de la muerte. Y el último clavo en el ataúd del PRI lo martilló Andrés Manuel López Obrador. justo quien durante algún tiempo fuera hijo del mismo sistema priista hace poco más de 30 años.


Sin embargo, la estrepitosa caída del PRI, era la crónica de una muerte anunciada desde mucho atrás y se robusteció luego de que la popularidad de Enrique Peña Nieto al final de su sexenio rodó por los suelos cuando durante su gobierno, 22 gobernadores del PRI fueran investigados por desvíos de fondos federales y que al menos siete de ellos se fueran a dormir en frías mazmorras.


Por eso ahora, si el PRI realmente quiere levantar buena cosecha debe sembrar nueva semilla. Y esas generaciones deben estar dispuestas a subsanar aquellos graves pecados que pesan sobre ese partido y que tienen que ver con la inmoralidad, la deshonestidad y la impunidad.


Luego entonces, esas nuevas generaciones deben saber de la difícil tarea que significa el recuento de los daños, barrer escombros y limpiar podredumbre. Pero deben hacerlo si es que quieren recuperar confianza, credibilidad, y espacios.


En efecto, a ellos les corresponde acudir al confesionario del pueblo y desde el banquillo de los acusados pedir perdón por el abuso, por el dispendio, por el pillaje protegido, tolerado y anidado en las esferas del poder priista.


En fin. Para mi entrega de hoy, hice esta introducción para reiterar aquello de que todo partido político, siempre que obtiene el triunfo, sueña y abre sus alas para emprender su vuelo a la inmensidad de las alturas.


Y como en este caso, cuando la victoria es contundente, el partido triunfador vuela tan alto que se cree capaz de abrir un camino al firmamento en una clara intención de rascar el cielo. Es entonces cuando desde el cosmos, sus afiliados levitan perdiendo la sensibilidad y el piso.


Ya después, derivado de las ansias del poder, inician las guerras internas. Y armados de picos y palas empiezan a cavar la tumba de su propio partido.


Este es, y ha sido siembre el fenómeno natural que arrasa a todo partido político.


En efecto, hoy es Morena quien vuela con arrolladoras alas por aquellos lejanos firmamentos donde permea la luz intergaláctica, tal como lo hicieron los otros partidos políticos triunfadores que también emprendieron el vuelo hacia la inmensidad de las alturas.


Sin embargo, aquí no podemos pasar desapercibida la cuarta ley de Isaac Newton mejor conocida como Ley de Gravitación Universal, que especifica que todo lo que sube tiene que bajar.


Más aun para reafirmar que desde allá, es más dura y mortal la caída.


Aunque claro, también he de ser reiterativo en que la política, es de oportunidades, y que el poder es efímero.


Y aquí destacaré el meollo de la entrega de hoy para hacer hincapié en que no son los partidos de oposición quienes cavan la fosa para sepultar a un partido en el poder, sino que son sus propios correligionarios los que se responsabilizan de cavar la tumba y aventarle la última palada de tierra.

Es muy simple. En momentos como estos, los partidos de oposición optan primero por guardar completo silencio. Por consecuencia no atacan.


Y enseguida proceden a marcar una línea y guardar su distancia. Entonces, no son los ataques de afuera los que causan problemas al partido en el poder, sino que son las propias guerras internas las que finalmente acaban con el partido triunfador.


Porque es al interior del partido triunfador donde empiezan los golpes bajos, las zancadillas, los denuestos, las inconformidades. Y a partir de ahí empiezan los desacuerdos por diversos factores; hasta construir de nuevo otra bola de nieve.


Dicho en pocas palabras, la hegemonía de un partido político dura, hasta que sus integrantes quieren.


Voy al grano.


A estas alturas, al menos a nivel nacional, ya se consolidan grupos antagónicos que están picando piedra en un afán de que alguno de los integrantes ocupe la presidencia de la república.


Y las traiciones y golpes bajos ya iniciaron, especialmente entre la gobernadora de Campeche Layda Sansores y el senador Ricardo Monreal, que son del mismo partido, donde la primera, ha desafiado en repetidas ocasiones al segundo, quien incluso, ha dicho: “si el trato es de persecución, de descalificación, no tengo nada que hacer en Morena”.


Además ha opinado que “por dignidad no puede mantenerte en un lugar donde se te acosa o se te persigue”.


Y fue más allá al decir que el partido debiera ofrecer a quienes aspiran a la presidencia de la republica reglas claras y equitativas, pero no lo son “porque el país está plagado de propaganda ilegal con promoción personalizada sobre todo de la candidata y del secretario de gobernación”.


Esto me deja en claro que me asiste la razón cuando digo que son las guerras internas provocadas por integrantes del partido en el poder las responsables de sus derrotas.


¿Por qué? Porque tras esto, se propician enconos, divisionismos, y por consecuencia se provocan las desbandadas.


Es decir, todo partido político, de la misma manera en que desde el interior empieza a formular su victoria, de la misma forma eslabona su derrota. Cuestión de tiempo.