• La mañana del 30 de septiembre, caló en lo más hondo del ser de los vivos observar dibujado el rictus de la muerte en niños, jóvenes y adultos; hombres y mujeres, que tal vez momentos antes se aferraron al milagro de una oración como tabla de salvación, o que quizás los sorprendió dormidos. Nunca lo sabremos. • Aquel día la ciudad vivió la mayor tragedia de su historia por el número de personas fallecidas o desparecidas, más de 5 mil que no se ha confirmado ni desmentido.
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La Paz, Baja California Sur.- Los sudcalifornianos y quienes llegamos de fuera, fuimos testigos hace 46 años un día como hoy, de la mayor tragedia que en su historia haya vivido La Paz y Baja California Sur (BCS), la noche del 30 de Septiembre y la madrugada del 1 de Octubre de 1976, cuando el ciclón “Liza” que ahora se sabe alcanzó categoría 4 antes de tocar tierra en San José del Cabo (SJC) antes de las 8 de la noche y continuó su desplazamiento en el Golfo de California, paralelo a las costas del estado encontrando a su paso la ciudad de La Paz con cerca de 60 mil habitantes, donde dejó una estela de luto y dolor, por el mayor número de personas fallecidas o desaparecidas causado por un fenómeno meteorológico, ya que se habló de hasta 5 mil personas, principalmente menores de edad, sin que hasta la fecha la cifra de víctimas haya sido confirmada o desmentida.
Lo cierto es que la causa de la tragedia no fueron las lluvias ni rachas de vientos huracanados generados por el ciclón, sino por el rompimiento del bordo “El Cajoncito” mal construido en el arroyo del mismo nombre, que no soportó la cantidad de agua acumulada por casi cuatro horas proveniente del escurrimiento de la zona oriente de la ciudad, misma que en enormes volúmenes y a gran velocidad, corrieron por el arroyo y más allá de sus márgenes arrasando con la totalidad de endebles viviendas, muchas con sus moradores dentro que nunca imaginaron el peligro que representa la violencia de un ciclón, agravada por la construcción improvisada de sus viviendas, en las márgenes del arroyo considerada desde ante como zona de alto riesgo, porque se encontraban asentados casi en el arroyo, donde nunca vieron que corriera agua.
No recuerdo a no me enteré junto con mi familia, que hubiera advertencia de las autoridades de la amenaza del ciclón “Liza”, donde resguardarse en caso de que la vivienda no garantizara condiciones de seguridad y creo que en esos tiempo no se habían implementar albergues, que sí estoy seguro, fueron posteriores a la tragedia. No había en la población de entonces la cultura de la prevención que tenemos ahora la totalidad de sudcalifornianos, en consecuencia la seguridad de las familias dependía de las medidas inspiradas por el temor de enfrentarse a lo desconocido, por el nulo conocimiento de qué hacer: antes, durante y después de un huracán.
Cuando el ciclón “Liza” se abatió sobre la ciudad lo límites eran: al oriente la calle Padre Kino, al poniente el malecón, al norte el cerro Colina de la Cruz y al sur la calle Colima, con una población que había aumentado en 5,000 habitantes, ya que cuando llegamos en 1974 a radicar a La Paz, los anuncios en la carretera decían que la ciudad tenía 55 mil habitantes.
• LAS HORAS PREVIAS Al CICLON “LIZA”
Los rumores de amenaza de ciclón iniciaron después de las 12 horas del 30 de septiembre, principalmente en lo que era la zona comercial de la ciudad por los rumores, que muy pocos tomaron en serio a pesar de que el calor y la humedad aumentaban, viento muy ligero, cielo despejado y esporádicas nubes que rápidamente se desplazaban, sin representar mayor amenaza.
Hacia las 3 de la tarde, las informaciones continuaban confusas y no oficiales, se hablaba de la amenaza de un ciclón cuyo nombre casi nadie conocía y las actividades se mantenían con normalidad, ya que sólo se registraban lloviznas intermitentes, pero nada que denotara peligro, pues las nubes no alcanzaban a ocultar el sol.
Sin embargo, una hora después el cielo se nubló las lluvias y rachas de viento aumentaron, fue entonces cuando creció el temor de la población, que se volcó a las tiendas departamentales y comercios para proveerse de: alimentos, velas, agua embotellada, pilas para lámparas y radios y a proteger hasta entonces de la mejor manera sus viviendas, a la que me sumé con mi familia, pues estábamos cerca de experimentar lo que era un huracán sin imaginamos sus posibles consecuencias para la población.
Como lo hacía desde casi dos años antes en que me desempeñaba como jefe de Redacción de Sudcaliforniano, llegué a las oficinas cerca de las 5 de la tarde, el cielo de La Paz estaba nublado por completo y las lluvias generaron las primeras corridas de agua en las calles; no había más personal y traté de proteger de la corriente de agua la entrada del edificio con pacas de periódico, hice lo que pude sin lograr mis propósitos y ante el aumento de la corriente de agua me dispuse a regresar a casa y al llegar la puerta vi cómo la barda de lo que era “El Sobarzo” en aquel tiempo, se desplomó en su totalidad en su tramo de la calle Constitución, no me detuve a ver las consecuencias porque la corriente seguía creciendo y mi familia me esperaba.
Cuando circulaba por la calle 5 de Mayo con los vientos arreciando y la creciente corriente arrastrando colchones, láminas de cartón, todo tipo de basura y madera posiblemente de las primeras viviendas afectadas en las partes altas de la ciudad; a punto de llegar al estadio de beisbol “Arturo C. Nahl”, vi cómo la fuerza del ciclón “Liza” arrancaba las láminas de asbesto del techado, para lanzarlas como peligrosos proyectiles sobre las viviendas cercanas; me desvié para circular por la avenida 16 de Septiembre que apenas pude cruzar y llegar con mi familia que ya me esperaba preocupada, habíamos comenzado a experimentar una nueva e importante experiencia nunca antes vivida, que seguimos recordando con cada ciclón o tormenta tropical que amenace al estado.
Casi a las 8 de la noche el servicio de energía eléctrica fue suspendido y en seguida el servicio telefónico mientras el ciclón en su desplazamiento se acercaba a La Paz, con cada vez mayores cantidades de agua y rugientes rachas de viento, (algo que en familia nunca habíamos experimentado); vivíamos entones en un departamento de segundo piso, que se inundaba cuando por las rachas de viento parecía que el agua caída a “cubetadas”, esperábamos que disminuyera la fuerza del viento para sacar el agua, operación que repetimos una y otra vez mientras duraba el paso del frente del ciclón.
El término frente del ciclón o huracán lo pudimos conocer días después y que nos tocó vivirlo, ya que cerca de las 10 de la noche el ojo del huracán pasaba sobre La Paz, generando casi media hora de absoluta calma y asombrados, pudimos ver una porción de cielo tapizada de estrellas, sin nubes ni viento, las calles sin vehículos que transitaran convertidas en ríos, fue la tregua del fenómeno meteorológico que nos permitió poner algo orden en el interior del departamento.
La calma se interrumpió al regresar las fuertes rachas de viento y lluvias torrenciales, por lo que volvimos a repetir la operación de sacar el agua del departamento, casi a la media noche empezaron a disminuir los vientos y la lluvia, desaparecieron las nubes y aparecieron las estrellas en el cielo, por lo que consideramos que El ciclón había pasado.
Cuando se restableció la tranquilidad, abordamos el auto para ir al domicilio de la familia Rodríguez Terrones, para saber de sus condiciones tras el paso del huracán; no logramos llegar porque la corriente crecía rápidamente en el cruce de 5 de Febrero y carretera al norte y alguien desde un vehículo nos advirtió: “No traten de seguir, traigo varios muertos que pude recoger a lo largo de la calle”, lo que nos obligó a regresar a nuestro domicilio; fue esta la primera referencia trágica que tuvimos de lo que sobrevendría al amanecer.
• NADIE PODÍA IMAGINARSE LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA
Seguramente que hasta la media noche del 30 de septiembre, muy pocos podían imaginar la magnitud de la tragedia, provocada por las corrientes de agua que descendían de los ceros ubicados al oriente de la ciudad y que confluían al arroyo “El Cajoncito”, donde se construyó el endeble bordo del mismo nombre, que cedió por el volumen de agua acumulado tras casi 4 horas de intensa lluvia en los cerros del oriente, lo que provocó una furiosa corriente de millones de metros cúbicos de agua, que se desplazaron a gran velocidad, por los casi 100 metros de desnivel natural entre el bordo y el mar en una distancia no mayor de 10 kilómetros.
A su paso y con las consecuencias que se vieron al día siguiente, “Liza” había arrasado con centenares de modestas viviendas construidas en las márgenes del arroyo, muchas de ellas con familias en su interior y hasta la fecha, nadie podrá decir cuántas viviendas estaban asentadas en las orillas del arroyo, ni tampoco el número de sus moradores, lo que al siguiente día pude comprobar al desaparecer la totalidad de las viviendas.
El caudal de agua de enormes proporciones, se desplazó por el arroyo “El Cajoncito” y después de cruzar la entonces “carretera al sur”, impacto con toda su fuerza la primera sección del conjunto habitacional INFONAVIT, entre las calles Jalisco y Colima (que en aquel tiempo no estaba protegida por el muro actual), el golpe del agua causó severos daños a muchas viviendas de la unidad “Domingo Carballo”, algunas fueron movidas desde sus cimientos por la corriente de agua que en su incontenible se desplazaba hacia el mar, corrió en mayor proporción sobre la calle Jalisco, arrastrando consigo los cuerpos de personas fallecidas y vehículos con familias enteras en su interior, que terminaron en la zanja de más de 4 metros de altura que se abrió en la calle Jalisco, a partir de la calle México y muchas personas más semidesnudas e incrustadas en cercos de alambre, postes y cualquier obstáculo a la fuerza de la corriente.
En las primeras horas de la madrugada del 1 de octubre, se escuchó cada vez con mayor insistencia el ulular de las sirenas de patrullas y ambulancias, que anticipaban a los habitantes de la ciudad los graves daños ocasionados por el ciclón “Liza”, que empezaron a confirmarse conforme descendía el caudal del arroyo, con la aparición de decenas de cadáveres, algunos de ellos sobre las banquetas, detenidos por algún árbol, poste o cerca de alambre, que recogieron los vecinos de la zona para trasladarlos en sus vehículos al Gimnasio Auditorio en el cruce de las calles Morelos y Félix Ortega, habilitado desde el primer momento como improvisada funeraria.
Lo ocurrido debe considerarse como advertencia a las autoridades, por el infalible dicho de quienes han sufrido experiencias similares: “Los ríos y arroyos más tarde o más temprano, siempre recuperarán su trayectoria original”.
• AL AMANECER SE COMPROBO LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA
Con las primeras luces de la mañana y en ausencia del Gobernador del Estado, Ángel César Mendoza Arámburo, quien se encontraba en Mexicali para asistir como invitado, al informe de labores del gobernador de Baja California; el entonces alcalde de La Paz Jorge Santana González, coordinó siempre en contacto con el Lic. Mendoza Arámburo y hasta que le fue posible su regreso a esta ciudad, las acciones de atención médica a quienes lo requerían y de apoyo a quienes perdieron su vivienda y pertenencias, así como a la integración de brigadas para recorrer palmo a palmo el arroyo y sus márgenes, para buscar cuerpos que pudieron haber quedado enterrados en la arena.
A estas acciones ya se habían sumado elementos del Ejército Mexicano y de la Marina Armada de México, en labores de vigilancia coordinados con los cuerpos de policía para evitar posibles actos de rapiña y con la operación de comedores para proporcionar alimentos a centenares de familias afectadas por la tragedia, también sus instalaciones hospitalarias fueron abiertas para la atención de quienes lo requerían.
Mientras tanto las autoridades con el apoyo de infinidad de voluntarios, iniciaron el recorrido por el arroyo “El Cajoncito” y sus márgenes, que se extendió a la bahía, para tratar de recuperar los cuerpos de las víctimas del ciclón “Liza”, calificada ya como la mayor tragedia que haya vivido la ciudad de La Paz, porque desde la media noche quienes eran nativos de la ciudad, hablaban de la pérdida incalculable de vidas humanas nunca antes vista en La Pas, lo que se confirmó y aumentó durante todo el día, con el ir y venir de camiones de volteo llevando cadáveres a las instalaciones deportivas del improvisado anfiteatro.
Impresionantes fueron las escenas ocurridas en el centro de concentración de cadáveres, al que acudieron desde temprano personas que buscaban identificar a alguno de sus familiares desaparecidos, quienes lo lograron, agotaron en pocas horas la disponibilidad de ataúdes de las escasas funerarias de La Paz, los que no lo consiguieron debieron sepultar a sus deudos con una sábana o un cobertor como mortaja.
La búsqueda de personas fallecidas continuó durante el día y se prolongó en los siguientes, principalmente en la zona del arroyo del que sobresalían partes de vehículos enterrados, algunos con personas en su interior que en su afán de ponerse a salvo, fueron arrastrados por la corriente, despojos de las casas endebles y centenares de sus moradores que nunca se supo si murieron enterrados, o salieron de la ciudad ante el temor de lo ocurrido.
Al regresar a La Paz el Gobernador del Estado, Ángel César Mendoza Arámburo, fue puesto al tanto de las numerosas víctimas fatales, de los daños materiales y de un número todavía indeterminado de familias que perdieron su vivienda y recorrió junto con el Alcalde Jorge Santana González, autoridades civiles y militares, los hospitales, para verificar la atención a los pacientes y ofrecerles el apoyo de su gobierno, también estuvo en el sitio donde seguían acumulándose los cuerpos de las personas fallecidas y más tarde dialogó con grupos de personas que lo habían perdido todo.
Ya entrada la tarde encabezó la reunión con todos los funcionarios de su administración, del gobierno municipal, comandantes de las Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad, para coordinar un plan inmediato de atención a las víctimas del ciclón, mismo que se puso en marcha al día siguiente para el restablecimiento de los servicios de agua y energía eléctrica a la brevedad posible, preparar una campaña intensiva de vacunación para prevenir posibles epidemias, especialmente por la contaminación del agua y evitar la proliferación de moscos, así como la búsqueda de un espacio donde pudieran permanecer las familias que habían perdido su vivienda.
• CON MUESTRAS SOLIDARIAS SE SEPULTO A LOS FALLECIOS
Cerca de las 4 de la tarde del 1 de octubre, las autoridades estatales atendiendo a las recomendaciones de la Secretaría de Salid, concluyeron que por el intenso calor y la elevada humedad, las víctimas del ciclón “Liza” habían entrado en estado de descomposición, condición que podría generar graves consecuencias entre la población, por lo que acordaron que fueran sepultadas a la brevedad posible, en las fosas comunes que fueron dispuestas en el Panteón de Los Sanjuanes, por el Alcalde Jorge Santana González.
Un sacerdote de la Iglesia Católica, ofició la misa de difuntos para pedir por el descanso eterno de las víctimas de la tragedia, cuyos cadáveres permanecían al interior y exterior del inmueble constituido como velatorio, participaron miles de personas entre familiares y amistades de los fallecidos y cuyos cuerpos fueron rescatados, muchos no pudieron ser identificados entre la enorme cantidad de cadáveres, cuyo número no dejó de crecer porque los rescatistas seguían trayendo cuerpos en cada vez más avanzado estado de descomposición.
Terminada la ceremonia religiosa, inició el levantamiento de los cadáveres, entre sollozos y manifestaciones de dolor de quienes pudieron identificar a algún familiar y el cortejo fúnebre integrado por cientos de personas solidarias con el dolor de quienes perdieron a sus familiares, iniciaron la marcha hacia el Panteón de Los Sanjuanes, al que se sumaron en el trayecto familias enteras que salieron para dar el último adiós a las víctima de la tragedia.
A estas horas, las informaciones extraoficiales hablaban del fallecimiento de al menos 5 mil personas, considerando la extensión del arroyo y el número de improvisadas viviendas que nunca se conoció con seguridad, como fue también imposible, precisar las personas que fueron arrastradas por la fuerza de la corriente hasta el mar y que en días posteriores a la tragedia, se siguieron recuperando, porque la búsqueda en el arroyo y el mar se prolongó por varios días.
Dentro del número de personas que fueron consideradas desaparecidas, se dijo que muchas de ellas llegadas a estas tierras, aterrados por los daños causados por el ciclón decidieron regresaron a sus lugares de origen, para no tener que vivir otra experiencia igual o mayor a la ocurrida, con estos datos inciertos puede decirse que jamás se conocerá con exactitud el número de las personas fallecidas, sólo queda la seguridad de que hasta esa fecha en la historia del Estado, jamás se había registrado una tragedia similar.
Cerca de las 20 horas se restableció el servicio telefónico y pude comunicarme a El Sol de Puebla con quien fue mi director, para darle a conocer la información de la tragedia vivida en La Paz, información que a través de los periódicos de la entonces Cadena García Valseca, se dio a conocer a todo el país ya que en aquellos tiempos poco se sabía de Baja California Sur y de la ciudad de La Paz; en los siguientes días seguí enviando información y fotografías de los daños registrados, del apoyo a los damnificados hasta que en la ciudad se normalizaron las actividades y se iniciaron las obras de reconstrucción de las áreas que sufrieron los mayores daños.
• SE TRABAJO PARA LA INMEDIATA RECONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD
El 2 de octubre empezó la reconstrucción de la ciudad en la que participaron juntas autoridades estatales, municipales y federales, que dio prioridad a la limpieza de la ciudad y al restablecimiento del servicio de agua potable afectado por las crecidas al sur de la ciudad, que destruyeron los acueductos que abastecen a la ciudad lo que requirió de tiempo la reparación de daños.
El Gobernador del Estado, Carlos Mendoza Davis, ante en el magnitud de la tragedia que impactó principalmente a los más desprotegidos, dispuso que el terreno ubicado al sur del conjunto habitacional del FOVISSTE, fuera habilitado para concentrar allí a todas las familias damnificadas del ciclón “Liza”; se realizaron los trabajos de limpieza y nivelación de terreno, que de inmediato fue ocupado por quienes lo habían perdido todo, decisión afortunada del entonces Gobernador, que dio origen a la actual Colonia 8 de Octubre y posteriormente a la segunda sección asentadas a los lados de la “carretera al sur”.
Desde el primero de octubre empezaron a recibirse apoyos de agua potable y alimentos no perecederos, enviados por los habitantes de los municipios de Los Cabos y Comondú para los damnificados de La Paz, que mientras tanto, tenían asegurada la alimentación en los comedores operados por elementos de las Fuerzas Armadas.
Persona del Sector Salud realizó en las instalaciones del “Seguro viejo”, una intensiva y extensiva campaña de vacunación contra todas las enfermedades que pudiera generar la contingencia vivida, seguramente exitosa porque no se informó en los siguientes días de posibles secuelas de la tragedia.
Mientras tanto elementos de los cuerpos de auxilio continuaban realizando recorridos a lo largo del arroyo y en lancha por toda la bahía, buscando los cuerpos de personas que eran reportadas como desaparecidas, porque se aseguraba que el número de personas sepultadas, de ninguna manera correspondía al de las víctimas de la tragedia, se pudieron recoger algunos cuerpos semienterrados en la arena y otros en el mar y los trabajos continuaron en los siguientes días hasta que se dio por terminada la búsqueda.
Después de más de 48 horas sin servicio eléctrico, empezamos a sufrir las consecuencias: escases de agua potable agravada por la descomposición de alimentos por el intenso calor y humedad, que obligaron a recurrir a los alimentos enlatados que escasamente había en comercios y tiendas departamentales, porque el comercio de entonces no estaba preparado para una contingencia de esta naturaleza.
El restablecimiento del servicio eléctrico, no resolvió la escasez de agua potable que se prolongó por varios días, mientras tanto se distribuía en medida de la disponibilidad en carros tanque a quienes sufrían escasez, pero la ancestral solidaridad de los sudcalifornianos se manifestó en esta grave situación, cuando quienes disponían de cisterna, no dudaron en compartir agua a quienes la solicitaron.
• IMPOSIBLE HACER REFERENCIA DE INCONTABLES ANECDOTA
En los siguientes días, semanas y meses proliferaron las más variadas versiones de cómo había vivido cada quien el paso del ciclón, algunas casi increíbles y de quienes consideraron como milagro haber salvado la vida y de sus familiares, como la narrada por Alfredo Fernández fotógrafo de Sudcaliforniano, conocido popularmente como “El Zapato”, quien aseguró que cuando arreció la corriente de agua se ató a un poste junto con sus hijos menores y así pudieron salvarse, aunque por la fuerza del agua quedaron casi sin ropa. Como esta se contaron muchas experiencias, que dado lo ocurrido parecieran ciertas o cercanas a lo ocurrido.