La diputada priísta y autora de ‘Los sueños de la niña de la montaña’, dice que, si bien busca gobernar Oaxaca, ahora no es el momento.
En 2007, Eufrosina Cruz Mendonza (1979) se postuló para competir por la presidencia de Santa María Quiegolani, Oaxaca. A pesar de que ganó las elecciones no pudo ocupar el cargo por ser mujer. “En ese momento supe que, para cambiar mi vida y la de las mujeres indígenas, debía transformar la ley más importante de mi país”, apunta en su libro Los sueños de la niña de la montaña (Grijalbo).
Activista y legisladora, primero por el Partido Acción Nacional y desde 2018 por el Partido Revolucionario Institucional, Cruz Mendoza no niega que entre sus objetivos está gobernar Oaxaca, sin embargo, reconoce que todavía no es el momento pues los partidos necesitan abrir sus agendas a los grupos minoritarios.
¿Qué la lleva a escribir una autobiografía?
Durante dos años estuve dudando. Escribir sobre una misma es complicado. ¿Cómo chingados se hace? Entendí que tenía que hacerlo porque mi historia es la de miles de mujeres que han desafiado las reglas que la sociedad nos impone. La historia de la niña de la montaña es la historia de quien lucha por su libertad y la democracia. A pesar de ganar una elección en su entorno no la dejaron ejercer el cargo porque su destino era casarse y ser mamá a los trece o catorce años, como la mayoría de las mujeres de su comunidad. No obstante, decidió luchar y rebelarse a su circunstancia.
Desde aquella elección de 2007 hasta ahora ¿han cambiado mucho las cosas?
Hemos avanzado, pero hay pendientes. El hecho de haber cambiado las cosas en mi entorno y de ser la primera mujer en educarse en mi comunidad, abrió camino para mayor participación de las mujeres en el desarrollo y en el cabildo municipal. A lo mejor para quien vive en la ciudad es algo insignificante, pero para entornos como en el que crecí implica romper siglos de monotonía y costumbres. No obstante, todavía escucho casos de niñas encarceladas por defender su libertad. Como sociedad todavía nos falta reaprender a ver a los pueblos indígenas.
Llama la atención que su primer partido fuera el PAN, que no se caracteriza por su agenda indígena.
Al final los partidos son de las y los mexicanos. Los pagamos con nuestros impuestos más allá de ideologías. Con el tiempo he aprendido que las instituciones son los instrumentos para cambiar muchas cosas. Si no hubiera arrebatado ese espacio en el PAN no habría conseguido reformar la Constitución. Gracias a eso, en mi estado tenemos a treinta mujeres dirigiendo el rumbo de sus comunidades por el sistema de usos y costumbres; y en mi pueblo pueden votar las mujeres. Es un asunto de ideales y convicciones; y los partidos necesitan abrir sus agendas a los grupos minoritarios.
¿Cómo modernizar los regímenes de usos y costumbres sin modificar su naturaleza?
Con educación. A mí me ayudó para no negar de dónde vengo y asumir que mi origen es mi cultura pero no mi destino.
El 5 de junio habrá elecciones en Oaxaca. ¿Su libro es un instrumento de campaña?
No, al contrario. Decidí no estar en ninguna jugada política para cuidar al libro. Quiero, con libertad, pasearlo por todo el país. Creo que puedo incidir más sino no lo hago parte de una agenda política. Gobernar mi estado es parte de mis objetivos, pero ahora no es el momento adecuado.
¿Por qué no es ahora el momento? ¿No estamos en un momento interesante en términos de reivindicación de la equidad de género?
Falta mucho. Hoy todos los partidos son dirigidos por hombres. No se trata de hacer campañas de testimonio, sino de en verdad tomar decisiones. A todos los partidos les falta abrirse.
¿Qué piensa de la política hacia las comunidades indígenas de la actual administración?
Desde mi perspectiva como ciudadana, en estos momentos hay varios retrocesos. El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, una institución que obedece a la lucha histórica de los pueblos indígenas y no a un partido, tiene el peor presupuesto de su historia.
¿Cuál es su opinión sobre la posible absorción del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas por parte del INPI?
El INALI es el eje rector para preservar, cuidar y revalorar los sonidos que se hablan en el país. En México hay 68 pueblos indígenas y se hablan más de 365 variantes lingüísticas. Es increíble que el INPI lo quiera absorber cuando tiene un presupuesto de 3 mil 800 millones de pesos. Las funciones de ambas instancias son diferentes. El INPI está para generar política pública para el desarrollo de las comunidades indígenas. El INALI es para cuidar y preservar las lenguas indígenas, para generar traductores que den certeza jurídica. Hoy en México hay más de 3 mil 600 indígenas recluidos en las cárceles sin ser juzgados porque falta un traductor. Antes de la pandemia había un padrón de intérpretes, hoy no lo hay por falta de presupuesto.