Los Grupos Antagónicos.
No es extraño ver a Morena desplegando supremacía y dominio político por todos los rincones de México. Ya en su momento y también a nivel nacional lo hizo el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Como ya lo hizo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) aquí en nuestro estado.
Incluso, en el caso concreto de ese viejo partido llamado PRI, logró mandar en México durante 77 años, 70 de ellos de manera ininterrumpida, aunque hoy, con supurantes heridas que le han causado los escándalos de corrupción, los errores estratégicos y el recrudecimiento de la violencia, sangra profusamente, hasta quedar casi al borde de la muerte.
Y lo que es más, el último clavo en el ataúd del PRI, lo colocó nada menos que, Andrés Manuel López Obrador, quien durante algún tiempo fuera hijo del mismo sistema priista hace poco más de 30 años.
Aunque claro, la estrepitosa caída del PRI, era ya la crónica de una muerte anunciada desde mucho atrás y la cual se robusteció luego de que la popularidad de Enrique Peña Nieto al final de su sexenio se fue por los suelos, tras de que durante su gobierno, veintidós gobernadores del PRI fueran investigados por desvíos de fondos federales y que al menos siete de ellos se fueran a dormir en frías mazmorras carcelarias.
Por eso ahora, si el PRI realmente quiere levantar buena cosecha debe sembrar nueva semilla. Y esas generaciones deben estar dispuestas a volver la vista atrás al menos para ver el caudal de errores cometidos y no tropezar con la misma piedra.
Les serviría también para subsanar aquellos graves pecados que pesan sobre ese partido y que tienen que ver con la inmoralidad, la deshonestidad y la impunidad.
Esas nuevas generaciones deben saber de la difícil tarea que significa el recuento de los daños, de barrer escombros y limpiar podredumbre. Pero deben hacerlo si es que quieren recuperar confianza y credibilidad, y sí quieren recuperar espacios.
Y a ellos les corresponde acudir al confesionario del pueblo y desde el banquillo de los acusados pedir perdón por el abuso, por el dispendio, por el pillaje protegido, tolerado Y anidado en las esferas del poder priista.
En fin, para mi entrega de hoy, quise hacer esta introducción para reiterar aquello de que todo partido político, siempre que obtiene el triunfo, sueña y adquiere la capacidad de abrir sus alas para emprender su vuelo a la inmensidad de las alturas.
Y cuando la victoria es contundente, como ha sido el caso de los dos partidos mencionados, el partido triunfador vuela tan alto que se cree capaz de abrir un camino al firmamento en una clara intención de rascar el cielo.
Es entonces cuando desde el cosmos sus afiliados levitan, perdiendo no solamente su sensibilidad, sino hasta el piso.
Ya después, derivado de las ansias del poder, inician las guerras internas y armados de picos y palas empiezan a cavar la tumba de su propio partido.
Este es, y ha sido un fenómeno natural por los delirios de grandeza, en efecto, hoy es Morena quien vuela con arrolladoras alas por aquellos lejanos firmamentos donde permea la luz intergaláctica. Como lo hicieron los otros partidos políticos triunfadores que también emprendieron el vuelo hacia la inmensidad de las alturas intentando rasgar cielo.
Y hasta allá también llegaron los familiares, los amigos, los allegados, los simpatizantes y afiliados. Incluyendo los arrastrados, los lisonjeros y los huelepedos. Porque todos caben en las grandiosas naves del triunfo.
Sin embargo, he de ser reiterativo en que la política es de oportunidades, y que el poder es efímero.
Y aquí destacaré el meollo de la entrega de hoy para reiterar que no son los partidos de oposición quienes cavan el foso para sepultar a un partido en el poder, sino que son sus propios correligionarios los que se responsabilizan de cavar la tumba y aventarle la última palada de tierra.
Es muy simple, en momentos como estos, los partidos de oposición optan primero por guardar completo silencio. Y enseguida proceden a marcar una línea y guardar su distancia. Por tanto, no son los ataques de afuera los que causan problemas, sino que son las propias guerras internas las que finalmente acaban con el partido triunfador.
Porque es al interior del partido triunfador donde empiezan los golpes bajos, las zancadillas, los denuestos, las inconformidades. Y a partir de ahí empiezan los desacuerdos por diversos factores; hasta construir de nuevo otra bola de nieve.
Dicho en pocas palabras, la hegemonía de un partido político dura hasta que sus integrantes quieren.
Voy al grano.
A estas alturas, al menos a nivel local, ya se consolida un grupo antagónico integrado por Leonel Cota Montaño, Alfredo Porras Domínguez, Oscar Leggs Castro y varios más. Donde hasta hoy, la figura política de Rubén Muñoz Álvarez, está en veremos.
¿Qué me deja en claro? Que me asiste la razón cuando digo que son las guerras internas provocadas por integrantes de los mismos partidos políticos, las responsables de las derrotas.
Porque tras esto, se propician los divisionismos, y se provocan las desbandadas.
Es decir, todo partido político, de la misma manera en que desde el interior empieza a formular su victoria, de la misma forma, desde el interior, siempre eslabona su derrota.
Y todo por la ambición del poder por el poder.
Cuestión de tiempo.