• Guillermo Arriaga reedita su primer libro, dedicado a la colonia donde creció y en el que están las bases de todo lo que ha escrito
Agencia. – Ciudad de México
A Guillermo Arriaga el box lo
arrojó a la literatura. “Me llevo increíblemente bien con mis padres. Me
llevaba, ya murieron los dos. Recientemente, de hecho mi madre fue víctima del
Covid”, comparte en entrevista el autor, al recordar que salió de la casa
familiar a los 23 años.
“Siempre quise ser escritor, pero
por esa época, me empezó a entrar la cosa de izquierda y de la política, hasta
que estaba yo queriendo ir a boxear y me empezó a doler mucho el pecho, fui al
doctor y me dijo que era una torcedura y seguí boxeando, pero era una infección
en el corazón que se me complicó. Me vio otro doctor y me dijo ‘pues vamos a
ver si la haces carnal’. Cuando me vi las manos como de un cadáver, dije ‘no,
la política me vale madres, voy a hacer política pero de otra manera’. Me puse
a escribir y desde entonces no he parado”.
Precisamente entre los 23 y los
28 años tuvo una prolífica etapa, en la que encontró en la escritura una forma
de plasmar las ideas de una mente que funciona a saltos. “Si hay una palabra
que quiero que defina mi carrera es riesgo”, afirma quien, sin nostalgia, mira
al escritor que fue hace casi 40 años. “Nunca he vivido para recuperar
anécdotas, me gusta la vida y me gustan los seres humanos, pero valoraba mucho
las experiencias, hasta las más violentas”, dice acerca de Retorno 201, su
primer libro, que acaba de reeditar.
El libro toma el título de la
calle de la casa donde creció, en la colonia Unidad Modelo en Iztapalapa.
Retorno 201 reúne 14 cuentos escritos durante esa época. La reedición incluye
un cuento que creía extraviado titulado Trilogía, de 1983 y que su hijo
Santiago encontró buscando entre los manuscritos de su padre la primera versión
de A cielo abierto, con el que iniciaba la trilogía original de la cual eran
parte Amores perros y 21 Gramos, así como Tarde, un inédito escrito sólo con
sustantivos.
A la distancia, asegura, Arriaga
se encontró en aquella literatura “igualito a como soy ahora, es increíble lo
poco que he cambiado mis preocupaciones temáticas, estilísticas y vitales, me
reconozco, ahí estaba el germen de todo. Hay gente que escribe y luego da un
giro completo, yo al contrario, seguí esa línea. Por ejemplo Paz, es la base de
21 gramos. No me acordaba de Trilogía, y es la estructura de Salvar el fuego,
tengo otros dos libros perdidos que no encuentro por ninguna parte, ojalá mi
hijo los encuentre en la covacha donde tengo cajas y cajas de papeles”.
Y si bien admite que reconocerse
en su primer libro le provoca alegría por comprobar que sigue teniendo las
mismas bases, “y sigo siendo el mismo escritor que me propuse ser”, dice que le
preocupa saber si ha tenido una evolución, “pero no soy yo el que lo va a
decir, serán los lectores”.
En Retorno 201 hay historias de
familias que prefieren ignorar sus tragedias, jóvenes que en su iniciación
sexual cometen crímenes, hombres que no pueden enfrentar la paternidad ni la
vida… hay personajes surgidos de ese sitio donde el autor creció.
“No son colonias lumpen ni
bravas, pero tienen su filito, la Grajas Esmeralda, Sector Popular, Héroes de
Churubusco, un poco más bravo San Andrés Tetepilco (colonias cercanas a la
suya). Me di cuenta que me había alimentado de muchas historias, muchos
personajes, de lenguaje, el cuento Salvaje, es la Unidad Modelo en los
sesentas, era muy particular, el médico que va a la iglesia del Espíritu Santo,
pero es un abortista, la verdad agradezco haber crecido en la Unidad Modelo”.
El autor de El salvaje asegura
que escribe lo que puede, no lo que quiere. “Decía Faulkner que no entendía
cómo un campesino de Mississippi podía escribir esas novelas, yo también pienso
por qué un vato de la Unidad Modelo escribe esas cosas. Es lo que me atrae, es
como un instinto, creo que a lo mejor el que era bravo y el que se metía en
problemas era yo. Con Edith González estábamos una vez cenando y decía ‘era
súper linda la colonia’, ella también creció allá y yo le dije ‘pero si eran
putizas todo el tiempo, ¿dónde creciste tú?’. Por cierto, John Faulker, el
hermano de Wiliam Faulkner, escribió en un libro ‘no sé por qué mi hermano
escribía cosas tan oscuras, si vivíamos tan contentos, nos llevábamos muy bien
con los negros’. Tiene que ver en dónde está tu mirada”, concluye.