Se cumplen 400 años del nacimiento del autor, y su obra sigue vigente, coinciden expertos
Escritor satírico, autor escénico, actor errante, crítico tajante, amante de las letras francesas. Es Jean-Baptiste Poquelin, el señor Moliére, quien llevó a la tarima de los teatros ambulantes de París el drama hecho comedia para en el trasfondo reflexionar su propia sociedad, tiempo y pensamiento. Tal vez en su presente poco se le reconoció este concienzudo análisis, pero a la distancia temporal se ha convertido en uno de los dramaturgos parisinos con mayor voz.
Nació en París el 15 de enero de 1622, justo hace cuatro siglos. Era hijo de un acaudalado tapicero de quien heredó su nombre de pila: Jean Poquelin, y de Marie Cresse, que falleció cuando él tenía diez años. Estudió con los jesuitas en Clermont y en 1642 se tituló en Derecho por la Universidad de Orleans, pero sin duda su camino no eran ni las leyes ni el oficio de tapicero, sino la literatura y la dramaturgia de la que hizo su profesión aun con la escasez de dinero.
Ahora sus obras son de las más interpretadas, porque supo conjugar la denuncia y la sátira, la ridiculización y la corrección de las costumbres cuadradas de la Francia de mediados del siglo XVII. El autor francés pasó a la historia como uno de los escritores más universales y traducidos. En contraste, la historia de su vida es escasa, los datos biográficos pocos y los que hay se ponen en duda ante la falta de documentos oficiales.
Así lo puntualiza Georges Forestier, profesor de literatura francesa y autor de la más reciente biografía del dramaturgo titulada Moliére, el nacimiento de un autor (2021) donde se plantea que con la misma inventiva con que Moliére creó sus obras, se crearon mitos y leyendas alrededor de su vida y tránsito por todo Francia.
“De Jean-Baptiste Poquelin, señor de Molière, no subsisten ni carta, ni borrador, ni nota, ni manuscrito. En aquella época, no se daba ninguna importancia a las huellas escritas de los grandes hombres y de los grandes creadores. Una vez publicada su obra, el propio autor prendía fuego a borradores y manuscritos. Escribía sin medida, utilizando por tema las cuestiones del matrimonio y de la educación de las mujeres y de los celos y demás temas sociales”, afirma el historiador.
Al respecto, Juan Meliá, coordinador de Teatro UNAM, reflexiona que a pesar de la escasa información certera sobre Molière, éste se ha defendido durante cuatro siglos con sus personajes, sus historias y sus palabras en modo escénico.
El nombre de Molière ha trascendido ya cuatro siglos de historia, la popularidad de su obra sobrepasa a los contemporáneos de su época. / Foto: IMCE
“Su vida fue totalmente ligada al teatro, como autor, pero también como actor y como líder de troupes teatrales, además supo vincularse al arte y a la sociedad de su época, presentando sus obras recorriendo diferentes regiones francesas, como en importantes espacios escénicos de París”, apunta Meliá a propósito del aniversario 400 del natalicio de Moliére.
De comedias y sátiras
A usanza de los teatros ambulantes en Italia, Moliére emprendió la aventura de andar de poblado en poblado parisino con la compañía L'Illustre Théâtre, que fundó junto con la comediante Madeleine Béjart; primero dirigida por ella, y luego por el mismo Molière. El grupo teatral intentó establecerse en París, pero el proyecto fracasó en 1645 por falta de recursos y emprendió el viaje por las regiones del sur de Francia, durante 13 años.
Finalmente la compañía se estableció en París con el nombre de Troupe de Monsieur en 1658, y obtuvo su primer reconocimiento un año después con la sátira Las preciosas ridículas. En 1660, el autor creó el personaje de Sganarelle, el cual recuperó muchas veces en otras obras y al que siempre interpretó él mismo; su primera presentación fue en la comedia del mismo nombre.
“A partir de lo que nos dice la sucesión de comedias que compuso, en Molière, toda obra está en interacción con la que la ha precedido, y procede al mismo tiempo de una especie de negociación con las expectativas del público, del poder, de sus iguales, de la troupe, con su imagen artística en construcción, y con consideraciones materiales y económicas fundamentales para un comediante-autor como él.
“Bajo unos géneros y unos registros diferentes —gran comedia o pequeña comedia, espectáculo con música y danza, o también vena mundana y vena burguesa, o parodia de los comportamientos mundanos y sátira de las concepciones religiosas demasiado celosas así como de la medicina— sale a la luz una coherencia intelectual y artística sorprendente. Molière no cesa de innovar y de explorar permaneciendo siempre él mismo”, detalla el historiador Georges Forestier.
Juan Meliá agrega que la fuerza de sus obras ha permitido que sean representadas de manera constante en diversas partes del mundo. “Sus obras se han defendido del paso del tiempo, encontrando siempre compañías y creadores interesados en llevarlas a escena, así como el cuidado que desde su país natal se ha tenido de su memoria y obras a través de la Comédie Française, a la cual hoy todavía se le conoce como La casa de Molière, para quienes el autor representa la esencia del teatro, y a quien siguen llamado le patron”.
Las penurias por falta de dinero y el éxito inestable de la compañía debilitaron la salud del autor y en 1673, durante la cuarta representación de la obra El enfermo imaginario, Moliére sufrió un ataque agudo de hemoptisis y aunque llegó a su casa vivo, falleció pocas horas después, el 17 de febrero de 1673.
Para los críticos, el gran mérito de Molière fue adaptar la Commedia dell’ Arte a las formas convencionales del teatro francés y así luchar contra las hipocresías de su tiempo.