• A un año de la muerte de Maradona, Bochini extraña a la persona que se fue
CIUDAD DE MÉXICO.
La mente de Ricardo Bochini viaja
al pasado cuando el recuerdo de Diego Armando Maradona lo invade. Grabado a fuego,
está Diego en el corazón.
Bochini, el genio que inspiró a
Maradona a pintar sus mejores gambetas en un lienzo de color verde, habló con
Excélsior.
“Todos hablan de Diego el
futbolista, que era un fuera de serie, pero yo recuerdo al amigo, ése que me buscaba,
me pedía consejos y con el que hablaba del futbol y la vida. Lo que hizo ahí
está, es irrepetible.
Se subía el pequeño Maradona al
tren Roca en la estación Villa Fiorito para acudir a la cita con su ídolo a
principios de los años 70, cuando veía a Bochini hacer magia con Independiente
de Avellaneda.
“Para mí, ser ídolo del ídolo fue
un orgullo. El hecho de que Maradona dijera que de chico iba a la cancha a
verme jugar es una emoción que aún me estremece. Recuerdo la primera vez que
hablamos, fue en un partido cuando él estaba en Argentinos Juniors, luego esa
tarde pasó a mi departamento con Jorge Cyterszpiler, su representante y fuimos
a comer”.
El 22 de febrero de 2020, Bochini
fue a la cancha de Independiente porque era un homenaje a Diego Maradona y su
sorpresa fue que el astro pidió que ese estadio se llamara Ricardo Bochini, lo
que será realidad en diciembre.“Fue la última vez que lo vi, habló para todo el
estadio”.
En el recuerdo queda esa
selección argentina campeón del mundo en
México ‘86 y sus complicaciones entre críticas de quitar del banquillo a Carlos
Salvador Bilardo.
“Fue muy lindo compartir
vestuario con él, disfrutamos mucho ese Mundial. El equipo no venía bien y nos
afirmamos en México porque llegamos un mes antes”.
DIEGO CON UNA PIZZA EN EL ABISMO
Maradona se miraba en el espejo.
Era como si Dios y el diablo fueran el mismo. El mejor jugador del mundo era
una oronda figura que rebasaba los 120 kilos de peso.
En aquel 2003, Maradona vivía en
el abismo y fue invitado a México a un partido de despedida en el Estadio Azul.
Quien lo trajo fue un directivo
de Televisa y del Necaxa en aquel entonces, Alejandro Bocardo.
“Me permitieron ir a buscarlo a
La Pradera, el centro de rehabilitación en La Habana que le puso el presidente
Fidel Castro, estaba muy mal, obeso porque además tenía un serio desorden
alimenticio y con el pelo largo”.
Maradona aterrizó en México bajo
un estado catártico y lo primero que hizo fue rehusarse a ser huésped en un
hotel de cinco estrellas en el que estaban, entre otros, Júrgen Klinsmann e
Iván Zamorano.
“Lo llevamos a Valle de Bravo y
horas antes del juego nos dijo que no iría al estadio en carro, así que tuvimos
que conseguir un helicóptero con Alejandro Burillo que lo mandó desde Santa
Fe”, relata Bocardo.
Ya en el estadio Azul, un
Maradona hambriento, que había pasado la madrugada jugando golf por lo que
tuvieron que alumbrarle el campo con luces de camionetas RAM y la mañana disparando perdigones dentro de
su habitación, pidió una pizza y una Coca-Cola, si no, no saldría a jugar.
“Conseguimos porque era una zona
comercial. El masajista le sobaba los muslos mientras se comía su pizza con
refresco. El partido tuvo 50 minutos de retraso por él”.
MARADONA AÚN VIVE EN CULIACÁN
“Suerte para usted, presi, que le
tocó el Maradona de 58 años”. Estas palabras aún retumban en la memoria de
Antonio Núñez, presidente de Dorados, cuando cuenta lo que tal vez sea el
germen del paso de Diego en Culiacán, Sinaloa.
A este sitio, uno de los
principales productores de cocaína, la que alguna vez estuvo a punto de
matarlo, llegó Maradona a trabajar porque la muerte en él estaba increíblemente
mezclada con la vida.
Fue también uno de esos lugares
que hicieron feliz a Maradona, su penúltima estación como entrenador de futbol.
Era notorio que le costaba
trabajo hilar palabras, “es que tomaba muchos ansiolíticos”.
Recuerda esa primera vez, previo a un juego de
preparación ante Gallos después de cenar.
“Lo notaba preocupado. Uno de sus
ayudantes me respondió que quería una cerveza pero al mismo tiempo no quería
beber. Le solicité al mesero un par y me levanté hasta su lugar. Le puse la
botella enfrente y le prometí que nunca, mientras estuviera en Dorados, tomaría
solo. Esa noche nos bebimos como ocho cada uno y comenzó un punto de amistad”.
Maradona dirigió dos torneos a
Dorados entre 2018 y 2019 y perdió dos finales. “Era complicado ser Maradona,
pero entendía su personaje. Alguna vez se fue solo al Walmart a comprar
shampoos, ¿por qué? no lo sé, era agradable aunque al día siguiente podía ser
irritable. Fue mi mejor negocio, cobró 200 mil dólares por torneo, no vino por
dinero, sino por volver a vivir”.