Casi 200 vestigios se exponen durante el 1 y 2 de noviembre, entre los que destacan los restos de Santa Úrsula y San Felipe de Jesús
CIUDAD DE MÉXICO.
La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México abrió desde ayer las puertas de la Capilla de las Reliquias o de los Conquistadores, ubicada a un costado de la sacristía, en donde se exhiben 170 de las 200 reliquias que posee.
Entre éstas destacan los vestigios de mártires como Santa Úrsula, San Vito, San Anastasio y San Felipe de Jesús, considerado el primer santo mártir mexicano, así como Santa Córdula y San Primitivo, entre otros.
Dichas piezas, que datan de los siglos XVII al XIX y se resguardan en la parte baja del Retablo de Reliquias, fueron inscritas en el Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del INAH en 2015.
Las piezas sólo son expuestas al público los días 1 y 2 de noviembre para recordar a los fieles difuntos y están ubicadas al pie del Cristo de los Conquistadores, el cual obsequió Carlos V a la Catedral.
La capilla posee piezas únicas, como las llamadas reliquias de primer grado, es decir, restos óseos completos o parciales, enviados desde Roma y Tierra Santa.
Así como vestigios de segundo grado, que son objetos que tuvieron contacto con los santos.
De acuerdo con fuentes de la Catedral, el resto del año dichas piezas permanecen cubiertas con pinturas al óleo y sólo es en estas fechas cuando se muestran al público.
Estos objetos de culto llegaron a la Catedral desde 1573, pero fueron ubicados en este sitio cuando el inmueble se terminó de construir.
De acuerdo con el INAH, la mayoría de las reliquias que resguarda la Catedral son de santos mártires, como Santa Úrsula y las once mil vírgenes, San Primitivo, y de catacumbas italianas, como las de San Teodoro, San Vicente Niño y San Deodato.
Además, los expertos aseguran que, desde 1687, la Catedral ya exhibía esta colección de reliquias.
Incluso, se cuenta con el registro de que en ese mismo año se contrató al ensamblador y escultor Manuel de Nava y al pintor Juan de Herrera para diseñar un retablo, el cual aún se conserva hasta nuestros días.
También se explica que para exponer una reliquia se necesitan dos documentos. Uno se denomina ‘auténtica’, que es un certificado en el que la orden que donó el objeto explica de qué fragmento óseo se trata y de dónde fue extraído.
Y el otro es una cédula o pequeña tira de papel que indica el nombre del santo expuesto, en el que precisa si era religioso, mártir o pontífice, para que los fieles sepan a quién están rezando.
Sobre este tema, el divulgador de la historia, Alejandro Rosas, charló con Excélsior y aseguró que este tipo de actos se realizan desde la Edad Media.
Obviamente aquí conocimos (esta celebración) hasta que llegaron los españoles e inició el proceso de evangelización.
Sin embargo, puedes encontrar referencias de que todos los templos de la Ciudad de México el 1 y el 2 de noviembre exponían sus reliquias, así que observamos una costumbre que tiene, al menos en México, 450 años de antigüedad.
¿Qué le parece el ejercicio de exponer este tipo de piezas?, se le pregunta. “Es muy interesante, pero lo increíble es cómo saltamos de las reliquias religiosas a las cívicas, en el siglo XIX, y entonces nos dio por guardar los restos de los héroes de la patria.
También la pierna de Santa Anna, las mascarillas mortuorias de Benito Juárez y hasta un pedazo de la barba de Maximiliano de Habsburgo”, explica.
Aunado a esto, apunta que las reliquias religiosas sólo se muestran el 1 y el 2 de noviembre, pero las cívicas se pueden ver cualquier día.
Por ejemplo, en el Recinto de Homenaje a Benito Juárez hay un cuadro con las cuatro balas que le extrajeron a Maximiliano y un pedazo de su barba.
Y en la Casa de Carranza hay dos fragmentos de bala que le extrajeron de la cabeza a Madero y a Pino Suárez, guardados por Carranza, de quien se conserva la pijama ensangrentada que llevaba la noche en que fue asesinado.
Pero más allá del disfraz, de la anécdota, el maquillaje y todo eso, quienes recordamos a nuestros muertos, hay que recordarlos siempre. Así que es un buen momento para ese ejercicio de la memoria y para pensar en ellos, cuando menos en este Día de Muertos”, concluye el autor de Mitos de la historia mexicana, Sangre y fuego, Héroes al volante y Leona Vicario.