• El escritor reflexiona sobre México como la tierra de las promesas fallidas –lo que inspiró su nueva novela–, el cine, el periodismo y el arte
CIUDAD
DE MÉXICO. México, “país que ha prometido
la modernidad tantas veces, pero que no ha conquistado nada a la altura de esas
promesas”, inspira la novela La tierra de la gran promesa (Literatura Random
House), que marca el retorno del mexicano Juan Villoro (1956) al género de largo
aliento.
Ha
inaugurado el provenir, ha administrado la abundancia, ha tenido lemas
como Arriba
y adelante, pero no ha logrado que vivamos mejor. Hay una crisis de
las expectativas”, afirma el escritor y periodista en entrevista.
De las
promesas de los años 60, como la esperanza que generó el regreso hippie a
la naturaleza, la convivencia armónica, las utopías socialistas. Todas estas
búsquedas significativas desembocaron en puertas cerradas, en situaciones
dramáticas y, poco a poco, fuimos transitando a un horizonte en donde ya no es
posible tener ilusiones.
Cuando
teníamos un país de partido único, estábamos convencidos que cuando hubiera
elecciones libres sería mejor. De ese México de 1976, cuando el único candidato
a la presidencia era José López Portillo, pasamos a un mundo con elecciones
competidas y vigiladas. Pero esta realidad no fue mejor”, comenta.
Para el cuentista y cronista,
estas continuas decepciones han convertido la esperanza en algo irónico y quizá
nostálgico. “Caen las esperanzas, caen las grandes promesas; pero hay que
reconocer que éstas también llevaron a callejones sin salida. Las esperanzas
desmesuradas no necesariamente son positivas, tenemos que aprender a vivir
dentro de la crisis”, sugiere.
Y admite que, por todo esto, su
tierra prometida es la literatura. “También pienso en ese país maravilloso en
el que no hay injusticia, no hay discriminación y reina la felicidad. Quizá la
única limitación de esa tierra prometida es que no hay historias qué contar,
porque estaríamos demasiado contentos. Así que, por el momento, mi tierra
prometida es contar bien las malas historias; es decir, la literatura, que es
el arte de dar bien las malas noticias”, dice.
Estas vivencias llevaron a
Villoro a confeccionar durante los últimos nueve años su novela más personal y
política a la vez, La tierra de la gran promesa. “Me pareció que era una
manera de expresar lo que en cierta forma ha sido el país. Es un lema muy
elocuente de lo que somos”.
En este libro, quien ha sido
profesor visitante en las universidades de Yale, Princeton, Stanford y Pompeu
Fabra, de Barcelona, une sus tres grandes pasiones: el
periodismo, el cine y la literatura.
Todas
las formas del arte son mecanismos para investigar la vida, la realidad y para
tratar de darle un sentido. El arte ordena el caos, dota de significado a algo
que no lo tiene”.
El protagonista es un cineasta
que habla dormido, que se confiesa a través de sus sueños. “Todos quisiéramos
tener un aparatito para corregir nuestra vida. Una de las cosas más fascinantes
del cine es la edición. Hay una isla de edición donde se puede rearmar la
realidad. Mi personaje tiene una isla de edición sicológica, esa reserva mental
donde nos alejamos. La novela reflexiona sobre la forma como nos compromete
documentar la realidad”, añade.
El también guionista y escritor
de series de televisión acepta que la de cineasta no es una vocación totalmente
cancelada para él. “El inconveniente es que quien decide el destino del cine no
es el guionista; entonces, no di el salto para tomar las riendas. El guionista
es como el cocinero de un antropófago: le prepara un guiso y no le gusta, le
prepara otro y tampoco; hasta que el antropófago se come al guionista, él es el
guiso. Es el arte de ser devorado por productores y directores. Aun así, no
deja de interesarme”.
El Premio Iberoamericano José
Donoso 2012 adelanta que acaba de terminar la novela para niños El profesor Ziper y las palabras perdidas, que tiene que ver
con la libertad de usar el lenguaje.
Y trabaja además en la obra de
teatro Hotel Nirvana. “Trata
de la sicodelia en México. El momento en el que el gran profeta del LSD,
Timothy Leary, vino a refugiarse en nuestro país y organizó aquí una especie de
Club Mediterrané de la mente y México se convirtió en la sede mundial de la
expansión de la conciencia. Espero estrenarla el año que entra”, concluye.