• La antología de relatos 'Sacrificios humanos' narra 12 historias donde convergen mujeres marginadas, inmigrantes asesinados, así como niños que fueron víctimas de turismo sexual
CIUDAD
DE MÉXICO.-“Me gusta escribir desde la
venganza, desde la ira”, afirma la escritora María Fernanda Ampuero (Ecuador,
1976), autora de Sacrificios humanos, su más reciente antología de
relatos, donde convergen inmigrantes asesinadas, niños abandonados que son víctimas
del turismo sexual, jovencitas marginadas por su aspecto físico, un asesino en
serie que colecciona pasaportes y un estacionamiento en forma de laberinto que
es habitado por un minotauro.
En esta serie de relatos, explica
Ampuero, la intención es tomar al lector por el cuello y obligarlo a observar.
“Una cosa del mundo real que me llena de espanto y de tristeza es el saber que
mientras tú y yo hablamos ahora, hay un hombre adulto y blanco que viaja a
Tailandia para acostarse con niños”, dice en entrevista con Excélsior.
Y eso
lo sabe el gobierno y los ciudadanos, quienes optan por mirar hacia otro lado.
Así que lo tomo del cuello y le digo que tiene que mirar. Ése es mi lema
personal; tienes que mirar ese clasismo y ese racismo brutal que habita en nuestros
países”, añade.
¿Por qué le interesa abordar la
migración? “Es una insistencia en ver a los y las inmigrantes, quienes son
increíblemente vulnerables. Porque no basta con que sean mujeres, sino que
además son inmigrantes y eso nos da una mezcla explosiva y terrible.
Y
también me interesó desarrollar a un personaje con aporofobia (odio a los
indigentes o desfavorecidos), un asesino de inmigrantes que coleccionara souvenirs de
esas mujeres que cayeron en sus manos por necesidad”, explica.
¿Le parece que se han acentuado
las fronteras? “No estoy tan segura, pero sí creo que hay un sistema que nos
permite no ver. Siempre ha habido exiliados, gente de fuera de la frontera y de
los muros de la ciudad. Adán y Eva fueron los primeros exiliados. Pero éste es
un exilio que genera aporofobia, una especie de xenofobia selectiva”.
Y añade: “Estamos mucho más
obnubilados por un sistema capitalista y consumista, en el que es fácil dejar
de mirar y afirmar que ése no es nuestro problema. Es muy fácil exigir a los
gobiernos que cumplan con los compromisos de la ONU, como aceptar refugiados,
mientras nosotros permanecemos en casa, encerrados, donde nos sentimos
protegidos, viendo Netflix. Por eso insisto tanto en la mirada, no en ver, sino
en la mirada, en observar realmente”, señala.
¿En esta serie explora las
distintas caras del sacrificio humano? “Me interesó mostrar que el inmigrante
es un sacrificio humano, devorado por una boca gigantesca que tritura vidas,
como sucede hoy en México, con este vaivén de inmigrantes haitianos, quienes
lloran frente a las cámaras de televisión y piden una oportunidad, pero son
lanzados al bosque a merced de los lobos.
Para mí
era muy importante indagar en todos los sacrificios, sobre lo que significa un
niño que no es ‘normal’, porque tiene algún problema cognitivo o físico. Me
interesa hablar de esa niña gorda que es despreciada, de esas muchachas a las
que nadie invita a una fiesta y del niño transexual… porque todas estas
personas son masticadas por la sociedad”, lamenta.
Sin embargo, en este volumen con
12 relatos hay un toque de venganza, acepta Ampuero. “No son (personajes)
pasivos y me gustó el hecho de que en este libro hubiera venganza. Me gusta
escribir desde la venganza, desde la ira, y que hubiera una salvación de alguna
manera. Por eso este libro cierra con el cuento Freaks,
que es un cuento de salvación”.
¿Por qué le interesó añadir
toques de leyenda y mitología a algunos cuentos? “Porque el sincretismo, el
misticismo pagano, la santería y el chamanismo son importantes en mi
construcción como persona, esas leyendas, como el Tintín que silba y se lleva a
las mujeres.
Y
también tienen un toque de leyenda, por ejemplo, recordemos a Lorena Gallo, con
esa especie de ser amenazante que se usa humorísticamente cuando se quiere
amenazar a un hombre, porque es una mujer a la que se la privó de su propio
apellido, vinculándola para siempre con su torturador. Así que me gustó la idea
de jugar con el paganismo y con la misa negra, con la ouija”, concluye.