• Orgulloso de que la cámara no la sostenga un intruso, muestra su mundo del día a día.
Ciudad de
Mexico.- El fotógrafo zapoteco Octavio López (San Andrés
Zautla, 1987) hace suyas las palabras de la curadora indígena estadunidense
Hulleah J. Tsinhnahjinnie para adentrarse en su comunidad con la convicción de
que “la cámara ya no la sostiene un intruso que se asoma a mirar, ahora la
sostienen manos morenas, que abren mundos familiares.”
Así, capta
imágenes del campo, de los terrenos de siembra, de las festividades
comunitarias, de la casa de sus padres y, en mayor medida, de sucesos
cotidianos, detalles de la vida en su pueblo que sorprenden a propios y
extraños, pues se trata de ese valle de Oaxaca, íntimo y cálido, “que la
mayoría de las veces es invisibilizado por tratarse de la periferia de la
ciudad turística”.
A la par de
difundir su obra en diferentes circuitos del mercado del arte, López es el
editor de Everyday Oaxaca (https://www.instagram.com/everyday.oaxaca/?hl=es), portal en redes sociales que muestra el trabajo
de colegas que también buscan mostrar la belleza y sorpresas de un estado que
se ha encasillado en estereotipos visuales.
“Everyday es una plataforma global
para mostrar la vida cotidiana de ciertas regiones, impulsada por fotógrafos de
agencias que cubrían conflictos en África, quienes decidieron voltear la mirada
hacia todo aquello que no fueran sólo los problemas. Incluyeron a Oaxaca en esa
red global para brindar una visión del estado más allá de la simple promoción
turística”, explica el fotógrafo en entrevista.
Octavio narra que
su natal Zau-tla, en la zona de Etla, “es un pueblo pequeño, con alrededor de 3
mil habitantes, pero con mucha historia, tiene más de un milenio de existencia.
Sobre todo, tiene fama de ser un pueblo mediador en conflictos.
“Somos zapotecos,
pero desafortunadamente no hablamos la lengua porque la Iglesia y las misiones
educativas del siglo pasado se encargaron de quitárnosla, de denigrarla, tal
como ha pasado con muchas lenguas originarias.
“En este momento, sólo hay un hablante de la lengua
en mi pueblo, cuando fallezca, el zapoteco de Zautla (que es diferente al de
otras regiones) se morirá con él. Es muy triste. Sin embargo, no nos han
quitado los ojos. Mi abuelo fue bracero, y cuando regresó de Estados Unidos
trajo una cámara y comenzó a fotografiar a su familia a mediados de los 50.
Tenemos muchas imágenes de los niños de la generación de mi papá. Es por ello
que la foto siempre ha estado en mi familia, porque después mis papás tenían
una cámara y a veces me ponía a jugar con ella. Tenemos cajas llenas de fotos”.
En búsqueda de un
lenguaje visual propio, Octavio López cursó diversos talleres, como el
impartido por el fotoperiodista Jesús Villaseca en la Fábrica de Artes y
Oficios de Iztapalapa, Ciudad de México.
Reconoce que fue
hasta 2011 cuando su forma de mirar cambió, al cursar un seminario organizado
por el Centro de la Imagen y el Centro de las Artes de San Agustín Etla, con
tutores que le hicieron descubrir “que la fotografía era mucho más que sólo
hacer una imagen. Comencé a leer sobre teoría semiótica y a autores como Susan
Sontag y Walter Benjamin.
“Entonces regresé
a mi comunidad para experimentar con el espacio, pues desde que comencé a hacer
foto he querido que mi pueblo sea un personaje. Me interesa mostrar, desde una
óptica contemporánea, a una comunidad donde se conservan tradiciones
milenarias.
“Zautla tiene todo
para ser grande, memorable, y no porque alguna de sus costumbres se pierda
debido a la modernidad es un pueblo que se va a demeritar. En alguna época hice
fotos en blanco y negro, pero luego volví al color, porque mi pueblo está lleno
de luz, de contrastes. Zautla es muy bello y el color es lo más contemporáneo
que hay en esta profesión, da fuerza; esa es la experiencia que quiero
transmitir en quien vea mis imágenes.”
En 2015, López
participó en la exposición Develar y detonar, organizada por la
galería Hydra. Ese mismo año presentó una de sus obras en Zona Maco, donde su
foto de dos cabezas de cerdo ensangrentadas en una tina de metal “confrontaron
a los espectadores que normalmente acuden a esa feria del arte, decían: ‘no
pondría eso es mi sala’. Esta reacción me causó satisfacción, porque no hago
obras para que sean adornos, sólo plasmo lo que es la vida cotidiana de mi
comunidad, quizá son contextos diferentes a los que el público de Zona Maco
está acostumbrado a ver.
“Es válido que
haya quienes producen obras para presentarse en galerías, pero mi finalidad al
seguir fotografiando mi pueblo es, antes que nada, preservar el pasado
inmediato de Zautla. Si llega la posibilidad de una exposición, ¡qué gusto!,
pero si no, mi labor es seguir documentando, ya sea la riqueza natural del
monte, las fiestas patronales, o hacer un homenaje a mis padres, a sus
historias. Es triste, pero Zautla se está convirtiendo en pueblo dormitorio,
como Chalco en la periferia de la Ciudad de México, pues los ritmos citadinos
de la ciudad de Oaxaca nos están obligando a modificar y a perder cosas. Ese es
el riesgo también al ser un pueblo contemporáneo.
“Por eso, más que
buscar captar un alma, voy tras la memoria de la comunidad, incluidos los
relatos de las personas mayores. En algún momento donaré todo el archivo a la
autoridad cultural pertinente para que se aproveche”, concluyó el artista cuya
obra se puede apreciar en su cuenta de Instagram: https://www.instagram.com/ehkatl