• El joven coreógrafo ha venido picando piedra, anteriormente con el desaparecido proyecto Nohbords y ahora tratando de encontrar su propia voz
CIUDAD DE MÉXICO. ¿Cómo regresar al foro después de más de un
año de encierro? ¿Deben los creadores modificar sus propuestas para alentar al
público a salir hacia el Centro de la Ciudad de México, bloqueado en diferentes
zonas, repleto de comercios en quiebra, oscuro y lúgubre?
Diego Vega –anteriormente Diego Mur–, nacido en Guaymas, Sonora, estrenó
el viernes 23 de julio en el Teatro
de la Ciudad Esperanza Iris Cuatro, montaje para cinco
bailarinas. El joven coreógrafo ha venido picando piedra, anteriormente con el
desaparecido proyecto Nohbords y ahora tratando de encontrar su propia voz.
De corte conceptual, Cuatro borda en rituales
religiosos, muerte, vida. Un homenaje a su abuela fallecida. Hasta ahí, desde
programa de mano en QR, aunque pesimista, la propuesta es más que válida y el
reclamar el foro para que se muestre el transcurrir de lo humano es siempre
vital, aunque incluya el dolor.
La pena de Diego, como la de millones de mexicanos que hemos
perdido amores, amigos, familia, etc., es una marca de fuego en el alma, es la
pesadilla de vivir una crisis de salud pública mundial y de sufrir la vida
misma.
Pero en foro todo se ve, y aunque intérpretes y creador estuviesen
convencidos de lo que querían exponer, su trasmisión de la emotividad o el
significado de su quehacer se quedó corto.
Sin mayores complejidades coreográficas y sostenido en una precaria concepción
escénica, Vega se recargó en las cabelleras largas de sus intérpretes y después
de la séptima repetición del mismo recurso, las referencias a montajes
emblemáticos de los ochenta y noventa donde, seco, mojado, en círculos, pero
siempre como centro, los recursos del cabello y los senos al descubierto
pusieron en cuestionamiento lo novedoso de su búsqueda.
Vega repitió planteamientos e imágenes viejas en dos actos reiterativos.
Está bien que haya abandonado todo para reinventarse, incluso con viejos
recursos llevados a otro nudo conceptual serían válidos.
Las coreografías y las investigaciones no deben sustentarse en el
programa de mano, sino en el escenario. Por más ampuloso que sea el texto,
cuando no existe acción dramática en el foro y por ende no hubo acontecimiento
escénico, pues no hay nada más que mirar el reloj, salir del teatro y esperar
que la crisis no haya mermado también los talentos de los artistas.
JARDÍN DE ARTE ROBÓTICO
En el parque Ueno, en Tokio, un hombre toma fotografías de la
instalación robótica inspirada en los Juegos Olímpicos y Paraolímpicos. La
muestra, realizada por el artista Jason Bruges lleva por título The
constant gardeners (Los jardineros constantes)