Inclusive elementos de la Guardia Nacional, Policía Municipal y Estatal, patrullaban como si no ocurriera nada a su alrededor.
La Paz, Baja California Sur. Las gotas de sudor caían por la cara del niño de ojos gigantes, quien gritaba a través de la ventana de su carro “¡Sí! El malecón ¡Ya llegamos!”, festejando el paseo con sus papás rumbo al centro de La Paz, Baja California Sur (BCS).
Con playera de Paw Patrol, se asomaba por un Toyota Corolla que iba cruzando el 4 altos de la calle Márquez de León y Paseo Álvaro Obregón, sin cubrebocas, pero con mucha emoción de salir de casa al pasar.
Parece que los paceños todavía estamos viviendo una realidad alterna adentro y afuera de los hospitales, donde se acumulan ya en la entidad mil 953 defunciones, de un acumulado de 45 mil 195 personas coronavirus SARS-CoV2.
Cada vez más llenos y a punto de colapsar, señalan enfermeros de manera anónima, que algunos padecen ansiedad y depresión, debido al impacto de atender una pandemia desde la primera línea. Pero por este lado, la fiesta sigue.
Porque ya llegó la canícula y no hay nada mejor que una cerveza helada, como manitas de pingüino. A pesar de ser lunes, las cervecerías, antros y bares estaban abiertos y recibiendo turistas, en su mayoría extranjeros y algunos nacionales que observaban la belleza del atardecer.
Se formaba apenas la tormenta tropical “Guillermo” en el Océano Pacífico, lo que dejaba para los paceños una sensación de humedad combinada con el efecto “horno”, con un calor que superaba los 39 grados centígrados. Los vendedores de nieve y paletas, se frotaban las manos.
Se veía a dos chicos muy enamorados en la terraza, viendo el panorama y comiendo una nieve de “La Fuente”, que a su vez ha abierto por lo menos 3 tiendas diferentes en el Centro desde el inicio de la pandemia.
“¿Gustas un tour muchacho?”, me preguntaba la muchacha junto al Centro de Atención al Turista (Catac), en el parque Cuauhtémoc, donde la palomilla “skate” patinaba para pasar el rato, algunos con cubrebocas, otros no. Parecía una tarde normal para el turismo y el deporte.
“No gracias”, le respondía a la muchacha, mientras me ofrecían por otro lado un café al 2 por 1 en el carrito; la tentación era fuerte, con los deliciosos tosti-elotes y hasta los globos brillantes, que encantan a los niños como si fuera Carnaval.
Cruzaba y me topaba en las cafeterías con alguna mesera, dedicada firmemente con su aspersor a limpiar las mesas que acababan de desocupar, en mi reloj todavía eran las 9 de la noche, por lo que su cierre estaba cerca.
No faltaba la señora con su perrito, supuestamente prohibidos en el malecón, en la acera por donde los cientos de negocios se despliegan, a pesar del semáforo naranja crítico “nivel 5”, de 6 colores que se estableció en BCS.
Esquivé a un corredor, y pensé que los deportistas tienen su espacio de 6 a 10; luego recordé que ni siquiera les abren el malecón y se me pasó. Todavía me impresionó la forma en que una chica de cabello naranja devoraba unas alitas.
Pero también en el callejón Ignacio Bañuelos Cabezud, encontré a los artesanos que ofrecían sombreros, collares, tostielotes y gorditas de nata; entre ellos una familia con bebés sin cubreboca, elegía qué consumir. Hablaban inglés.
Para esa hora pude observar una patrulla de la Guardia Nacional, que hacía un llamado a los cientos de personas que caminaban por la zona de negocios, a pesar de las restricciones y cordones que se pusieron del lado del mar, para evitar que alguien pudiera pasar.
“No nos obligue a tomar otras medidas”, decía la patrulla al pedirles que no se aglomeraran. Pero una joven rubia que iba con un vestido brillante, no prestó mucha atención por sonreírle a su celular y platicar con sus amigas rumbo algún lugar.
Algunos carros eclipsaban la grabación de los elementos federales, con algunas canciones de rap en sus automóviles modificados para retumbar entre los presentes; evidentemente se sentía la fiesta, porque adentro algunos bailaban.
Conforme me acerqué al quiosco y me alejaba de los centros nocturnos, se iba apagando la ciudad ya de noche, aunque algunos negocios seguían abiertos con gente en las mesas; muchos turistas hablaban todo tipo de idiomas. Nadie los molesta aquí.
Los corredores perdidos en sus audífonos, con sus cubrebocas avanzando entre las mesas y sillas de los restaurantes del malecón; también se veía ciclistas, que recibían regaños en caso de no utilizar la ciclovía por parte de los policías.
Un olor a plantas invadía el ambiente ya más cercano al “Seguro Viejo” o delegación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y la zona de El Molinito, que sigue cerrado esperando nuevamente un evento cultural.
Mientras las playas siguen cerradas, observo como hay personas que regresan caminando de la zona, con toallas, hieleras y todo tipo de herramientas para un perfecto día junto al mar; obviamente han burlado a la autoridad que prohíbe bañistas en ellas.
Será este jueves 22 de julio, cuando se determine si se reabren las playas de esta capital paceña o no. El calor está canijo… Pero las autoridades no han podido con la vigilancia de las zonas aglomeradas por turistas.
Me enteré durante este día que la revista Time ha seleccionado esta ciudad como uno de los 100 lugares que no debes perderte, un imán para extranjeros curiosos, que no cubren sus bocas y en general, ningún requisito de vacunación o pruebas negativas de coronavirus para disfrutar en BCS.