Diario El Independiente
Diario El Independiente

Noticias de BCS, México y el mundo.


Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Juego de dioses, París 1924; 'Carros de Fuego'

• Inspiracional. La preparación olímpica de dos corredores ingleses fue el tema para realizar una de las películas motivacionales más grandes de la historia

Juego de dioses, París 1924; 'Carros de Fuego'

CIUDAD DE MÉXICO.-Durante aquel día en el Estadio de Colombes se habló de humedad, de la pista, de las zapatillas, del campeón olímpico estadunidense Charlie Paddock y de condiciones naturales adversas.

Nadie conversó de Harold Abrahams, un británico que un mes antes había corrido los 100 metros planos por debajo de los 10 segundos, pero al que no le fue reconocido tal mérito. En la competencia, Abrahams ganó como si fuera encima de un carro de fuego, poema casi bíblico de William Blake.

Tampoco nadie reparó en Eric Liddell, un especialista en velocidad y entregado a la religión protestante. Quedó tercero en los 200 metros lisos y desestimó competir en los 100 metros cuando se enteró que las preliminares serían en domingo, día sagrado. Así que, en los 400 metros, cuenta que cuando iba corriendo, recordaba que Dios lo había hecho veloz para cambiar a los humanos desde la religión, pero, por lo pronto, ganaba una medalla de oro.

Ambos,  Abrahams y Lidell, inspiraron al escritor Colin Wellan para recrear una historia de la preparación detrás de la medalla y su relación como competidores que llevó al cine el director Hugh Hudson en la célebre Carros de Fuego, ganadora de 4 premios de la Academia en 1981.

Harold Abrahams fue un chico afortunado nacido en el seno de una familia lituana enriquecida y que lo mandó a los mejores colegios ingleses. Se hablaba de él siempre cargado con los mejores tonos debido a su educación en Cambridge y a su empeño por ganar una medalla de oro. Fue a competir a Amberes 1920, sin suerte, así que decidió contratar a un duro entrenador -finalmente tenía el dinero- llamado Sam Mussabini que entre otros ejercicios le tiraba papeles en el suelo que debían quedar clavados en los tachones de sus zapatos.

Eric Lidell en cambio, nació en China, hijo de misioneros protestantes escoceses. Pudo ser jugador de rugby pero tenía una facilidad extraordinaria al correr. En la final de los 400 metros, con su novia Florence en las tribunas, se exigió como nunca por sacar la medalla y conquistar un oro incuestionable.

A los pocos años decidió dejar todo atrás. La herencia de su religión era arrebatadora y le indujo a regresar a China, donde nació, para emprender misiones religiosas.

Abrahams, por su parte, sufrió una lesión plantar que le impedía correr a la velocidad competitiva para buscar asistir a los siguientes Juegos Olímpicos. Decidió hacerse periodista y de esa manera seguir ligado al deporte. Años después, en 1945, se enteraría de la muerte de su amigo Eric Lidell, que nunca cesó en su empeño religioso y a pesar de las advertencias por la invasión japonesa a China, no salió del país hasta que fue capturado en un campo de concentración en Wixian, donde sufrió un tumor cerebral que lo llevó a la muerte.

Los dos quedaron para siempre retratados en los Carros de Fuego de Hugh Hudson junto a la música hipnótica de Vangelis, todo un himno a la superioridad del cuerpo y la mente sobre las adversidades.