• El autor plantea 11 cuentos llenos de sátira e ironía con protagonistas que se rigen bajo el poder, el interés y la derrota
CIUDAD DE MÉXICO. Los personajes
que habitan Esbirros, la más reciente antología de
cuentos del escritor Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976), son una suerte
de crash
test dummies o maniquíes para ensayos de choque, quienes son
llevados a situaciones extremas para revelar la fuerza oscura de la condición
humana.
Publicado por Páginas de Espuma,
el volumen reúne 11 cuentos plagados de sátira e ironía, donde los protagonistas asumen la
condición de víctimas y victimarios, de amos y esclavos que se rigen bajo la
estrella del poder, el interés y la derrota.
A mí me
gusta pensar en mis personajes, sobre todo en de este libro, como crash test
dummies, esos muñecos de prueba sometidos a presiones muy altas,
llevados a situaciones radicales para entender mejor los resortes, muchos de
ellos oscuros, que mueven la naturaleza humana en situaciones límite y de
supervivencia, que no suelen comportarse como héroes de leyenda antigua”,
afirma el autor en entrevista.
Y agrega: “En un momento en el
que estamos sobrecargados de narrativas con villanos reventones y víctimas
inermes, se me antojaba reunir estos cuentos en los que priva la inestabilidad,
es decir, las víctimas que a veces tienen motivos malvados y salen de esa
condición para convertirse en victimarios.
Esto
nos acerca a una realidad distinta a la de los panfletos adoctrinadores y a
esas fábulas con moraleja, con un tejido más cercano a la vida real, donde
muchas veces la gente se mueve por intereses mezquinos, se hace la víctima para
sacar ventaja, asciende dos peldaños y se comporta como un tirano que los
anteriores porque tiene hambre atrasada de poder”, explica.
En estas relaciones humanas,
advierte Ortuño, “respondemos a relaciones de poder y, lo queramos o no, esto
aparece en la esfera de la intimidad, de lo público y lo político, así que este
libro te da un paseo por esas relaciones de poder que, desde luego, son
sombrías”.
Un detalle visible en esta
antología es el cuento El rastro de la nieve en tu sangre que evoca el
relato de Gabriel García Márquez titulado El rastro de tu sangre en la nieve.
“Es una especie de paráfrasis humorística del relato de Gabo, porque desde la
primera vez que lo leí se me ocurrió esa idea y me dio mucha risa, porque al
invertir los términos de la frase tienes un cuento distinto. Claro que el
relato de Gabo es magistral, eso está fuera de duda, y no trataba de medirlo al
mío porque éste va por otro lado”.
Así que Ortuño hizo una lectura
oblicua de ese relato y se inclinó por la ansiedad de un personaje que intenta
limpiarse de las adicciones, pero termina por arruinar su vida laboral, “y
cuando intenta volver al ruedo, enfrenta la ansiedad, la adicción y el qué
dirán, que son las fuerzas que lo mueven en un medio hipócrita, porque él está
rodeado de otros consumidores que tienen el poder de escapar a los análisis
médicos”.
Otro relato que atrapa es Escriba,
vinculado con el tema de la libertad y la honradez del escritor. “Es
una especie de juego sobre lo que significa escribir bajo presiones directas.
El escriba es el cronista de una familia que tiene el poder en una comarca,
quien trabaja para el señor y para sus hijos que se disputan la herencia, pero
el escriba tiene miedo y sabe que cuando menos un escriba anterior fue
ejecutado, igual que una esposa, por levantar la palabra contra él”.
Esto recuerda que la escritura
muchas veces nace de una manera condicionada y gobernada, dice Ortuño, “casi al
dictado, tal como funcionan nuestros sistemas educativos, que tienen mucho de
prisión, y las oficinas burocráticas. A veces la escritura nace
así, condicionada y, quien escribe, ni siquiera llega a plantearse la
posibilidad de ser libre mediante la escritura”.
Ortuño critica la saturación de
ideas y textos que imprimen una lectura moral a todo (lo bueno y lo malo).
Estos relatos, advierte, “no hacen al mundo más complejo –que es lo que uno
intenta con la literatura–, sino que lo reducen a causas y efectos de una
cierta óptica moral y eso empobrece la literatura. La narrativa apunta a
la condición
humana, a su naturaleza, también al trabajo del lenguaje y de
las estructuras, pero en el corazón de las narraciones está la exploración de
la naturaleza humana”, concluye.