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Hoy es viernes, 22 de noviembre de 2024

En México hay una fuerza imparable de mujeres: Mercedes Hernández

• Tengo confianza en que las cosas para nosotras cambien, dice.

En México hay una fuerza imparable de mujeres: Mercedes Hernández

Ciudad de México. Mercedes Hernández confiesa que no es de las que desde pequeñita sabía que iba a ser actriz, pero la verdad… sí se lo imaginaba y no le decía a nadie.

Recuerda que en una ocasión asistió a un carnaval en Tamazulapam, Oaxaca, donde se hizo un desfile de carros alegóricos. En uno de ellos, ataviadas con vestidos bonitos tradicionales, había unas niñas que, en plena fiesta, recitaban poemas. Mercedes quedó impresionada por su “gran voz y los versos que decían”. Le surgió el deseo de ser una de esas pequeñas.

Ella ya vivía en la Ciudad de México, y acá, la única oportunidad de hacer algo similar era “en la escuela, en la ceremonia del Día de la Bandera”.

Pero aquel día, rememora, cuando las pequeñas comentaban sus mensajes bucólicos, todo el pueblo callaba para escucharlas. “Me dije: ‘qué niñas tan poderosas’”.

La secuencia antes contada, además de darle línea para su vocación de vida, también hace que no olvide a la niña Mercedes que vive dentro de ella y le dio la decisión de que, en cuanto tuviera independencia, comenzara a buscar lo que rondaba por su cabeza: seguir al camino del histrionismo, en un proceso que “ha sido largo”.

Mercedes Hernández es ahora una actriz activa… y activista, y una de nuestras mejores narradoras orales.

Por estos días se puede ver su trabajo encarnando a doña Chayo (una halcona al servicio del narco en los sucesos de 2011 ocurridos en Allende, Coahuila) en la historia de la serie Somos, de Netflix. También aparecerá en Todo va estar bien, dirigida por Diego Luna para la misma plataforma, que se estrenará en agosto. Ese mismo mes estará en salas comerciales la película Sin señas particulares, de Fernanda Valadez, que protagoniza. Este filme se lanzó en el festival de Sundance, donde fue reconocido por el público. Versa sobre una mujer que no ha tenido noticias de su hijo desde hace meses, cuando se aventuró a cruzar la frontera con Estados Unidos.

Mercedes estudió actuación en el Foro Teatro Contemporáneo, de Ludwik Margules. Ha participado en obras de teatro, y en otras cintas, como El violín, de Francisco Vargas, y Las buenas hierbas, de María Novaro, y en series como Capadociaa, sobre una cárcel para mujeres muy radical. En 2014 fue postulada al premio Ariel como mejor coactuación femenina por La tirisia, de Jorge Pérez Solano. Es decir, ha destacado por interpretar papeles enmarcados en el contexto social.

–¿Cómo se sale del personaje que hace historias sociales?– se le pregunta.

–En mi caso, con técnica. En la escuela nos enseñaron una manera de entrar y salir del personaje. Cuido mucho ese aspecto; sin embargo, hay una parte en el inconsciente en que la ficción se empieza a meter en mi vida… en sueños, pesadillas o estrés. Pero eso es algo que ya no se da en el set ni en el trabajo directo, sino después, y hay que arreglarlo con un proceso terapéutico y con una constante higiene emocional, porque si no, sería enloquecedor. Si cada vez pierdes a tu hijo en medio de una balacera, es complicado vivir así. Ahí imperan la técnica teatral y la salud emocional.

Recuerda que Sin señas particulares la confrontó porque, viviendo en México, “es un miedo común que las mamás tenemos: que algún día nuestro hijo o hija no aparezca; que no regrese de la escuela o del trabajo. Entonces, interpretar a Magdalena en ese filme fue una constante de reflexión”.

–¿Qué experiencia te dejó Somos?

–El sentir de que no hay que juzgar a nadie. Hay veces que alguien sirve al narcotráfico y son circunstancias, como el caso de doña Chayo, quien sirve de halcona para Los Zetas. Cuando buscas en su historia las razones que la llevaron a ser parte de, dejas de juzgarla. Aprendí también que hay en México una fuerza femenina imparable, tremenda, porque ella sola empuja su carrito de hot dogs por el pueblo; es pesado y el clima extremoso, pero ella sale a vender.

–¿Algún día entenderemos en nuestra sociedad esa fuerza femenina?

–Hoy día es de manera forzada. Empujada a patadas. Pero cada vez más veo a hombres sensibles. Hay los que se cuestionan si siguen teniendo conductas patriarcales y machistas. Tengo confianza en que se modifiquen las cosas; esperanza, porque tiene que haber un cambio estructural para que las mujeres también reconozcan que han sido poco sororas, pero que también se den cuenta de que han sido esclavizadas.

Cuentacuentos

Hace siete años, Mercedes empezó a contar historias de forma oral en museos, escuelas, cafeterías, teatros, bares y otros sitios, lo que la ha convertido en una de las mejores narradoras de Latinoamérica. Pertenece a la Red Internacional de Cuentacuentos y también al Proyecto Magdalena, organización fundada hace 25 años que tiene el objetivo de visibilizar el trabajo de las mujeres en el teatro.

Habla del Proyecto Magdalena: “La red nace como la necesidad de visibilizar el trabajo de actrices que pertenecían a compañías dirigidas por hombres. Hace 30 años había un culto a los directores y muchas actrices que deseaban mostrar sus trabajos dirigiendo o produciendo, pero el esquema que había no se los permitía. Se les ocurrió hacer esta red que sólo mostrara trabajos de mujeres y hoy día es un impulso tremendo. Unas nos empujamos con las otras y nos vamos sosteniendo”.

Abunda: “Hace 11 años que me invitaron no podía creer que estaba en el mismo festival que Julia Varley (la fundadora) de quien soy admiradora. Esa vez, me abrazó y me dijo que a las nuevas las abrazan. Me acaba de llegar una invitación para presentar (a través de esta asociación) algo en Suiza vía streaming”.

Mercedes sostiene que no tiene problema en los perfiles de los papeles que le toca interpretar.

–¿Has sufrido segregación en los castings?

—–En el cine y en la televisión es muy determinante el tipo físico que tienes. No en el teatro, por fortuna, porque hay una convención teatral en la que puedes ser la reina, una de origen indígena y se planteará como una verdad y nadie lo cuestionará, pues tú mismo le das verdad a eso. Pero en la pantalla sí hay una determinación racial y sí he sido víctima de esa categorización, aunque no siempre. He tenido la suerte de hacer papeles de mujeres pobres, indígenas, y los he personificado con dignidad. Pero cuando me comenzaron a ofrecer sólo papeles de trabajadoras del hogar que sirven la sopa y únicamente dicen: ‘sí señor, pase usted’, he dicho que no. Tiene que ver la determinación de nosotros como actores aceptar personajes o no, y no juzgo a nadie.

De lo que está segura es de que “sí debemos ser inteligentes para al menos preguntarnos si queremos hacer el personaje o no. Aún falta para que cambien las cosas. La sociedad más conservadora quiere seguir viendo a gente bonita delgada y adinerada, y eso es jodido. La ignorancia y el prejuicio son lastres”.

Pero ella confía en su trabajo y honestidad, aunque para llegar a las tablas o los platós haya vivido un camino largo “de mucha borra, incertidumbre e inseguridad. Tuve que vivir autoafirmación y ver qué podía. Había peligro porque es tremenda la carrera de actuación. Hay compañeros que se quedan en el camino. Cuando me decidí, ya había vivido mis procesos y participado en varias luchas sociales. Sin embargo, un día dije: ‘voy a quemar las naves y vivir de actriz’ y me lancé”.

–¿Qué te da narrar cuentos a la gente?

–Narrar cuentos es maravilloso porque es primigenio. En todas las culturas siempre ha existido la voz del narrador, el sabio de la aldea o el viejo del pueblo que cuenta las historias. Es una labor sencilla, porque no requieres un teatro, un micrófono o una cámara, sólo quién quiera escucharte. Es como si tuvieras un regalo secreto para compartir por ahí.

–¿Recuerdas algún comentario de alguien tras escucharte?

–Una vez en Coyoacán, de entre público, una señora se me acercó y me dio cinco pesos; me dio la mano y me ofreció disculpas porque sólo me podía dar esa cantidad. Le dije que no se preocupara, porque ya me habían pagado. Ella me respondió que por haberla hecho sentir bien me merecía una paga. El corazón se me encogió… Los niños están muy atentos. Luego, ellos me quieren contar sus historias y hasta me preguntan cuál es mi canal de YouTube. Trabajar con público en vivo es una maravilla.