• El mal manejo del presupuesto disparó los costos y el deficít contraído fue de 2 mil 400 millones de dólares que terminaron de pagar hasta 2006
CIUDAD DE MÉXICO.-En 2006, finalmente, los
ciudadanos de Montreal terminaron de pagar los Juegos Olímpicos que realizaron
30 años atrás.
En aquel momento, la decisión de realizarlos fue
unánime tras perder las postulaciones de 1956 y 1972. Así como los Juegos
fueron una obsesión para Montreal, también se convirtieron en una mochila de
deudas. Jean Drapeau fue el alcalde que pugnó por conseguirlos en lo que era su
segundo mandato. Al morir este abogado en 1999, la deuda de 2 mil 400 millones
de dólares seguía sin ser cubierta.
Montreal había perdido en la primera ronda ante
Moscú por 3 votos, sin embargo, en la segunda vuelta, Drapeau convenció a los
miembros del comité olímpico y testificó la promesa de unos juegos impecables.
Montreal era entonces, en 1976, una ciudad que progresaba bajó la
acunada visión afrancesada. Realizaron la Expo Mundial en 1967 en la que sobresalió
un memorable discurso del presidente Charles de Gaulle que atizó en el
nacionalismo quebequense. Pero también hubo grandes obras públicas como el
metro, la Plaza de Artes y la primera lotería pública con un impuesto
voluntario.
Por eso, la llegada de los Juegos simbolizaban el
paso definitivo a la modernidad, sin saber que la corrupción y el mal manejo de
los fondos causarían una severa deuda.
Los Juegos tuvieron un sobrecosto del 700 por
ciento. El problema fue el cálculo erróneo empezando por el estadio que tuvo un
egreso de mil millones de dólares ya que se tuvo que realizar una plataforma de
cemento pues en el sitio elegido, se hundía, además, enfrentaron una huelga de
constructores que dispararon los costos. El estadio estaba incompleto en la inauguración.
Durante los juegos todo fue afabilidad y
perfección, no hubo queja alguna de atletas o patrocinadores, por supuesto,
tampoco del COI, el principal beneficiario. En lo deportivo fue la aparición de
Nadia Comaneci y su perfección en barras asimétricas, calificada hasta siete
veces con un 10; la velocidad del cubano Alberto Juantorena en los 400 y 800
metros; el legado del húngaro Miklos Nemeth que ganó la medalla de oro en
jabalina siguiendo los pasos de su padre, oro en martillo en 1948.
Para absorber el alto impacto del costo, se plantó
de inmediato un impuesto a los cigarrillos en Quebec, curioso, hasta el 2006,
los fumadores terminaron de pagar el estadio. Aquella perífrasis ridícula de
Jean Drapeau, “es tán difícil que Montreal tenga un deficit, como que un hombre
se embarace”, ya no causaba risa.
Un día después de los Juegos Olímpicos, Montreal
entró en problemas con la segunda crisis del petróleo. Peor aún, al año
siguiente, en 1977, la orden de Drapeau fue tajante al permitir en Quebec sólo
el idioma francés para la política, el comercio y los medios de comunicación,
dejando el inglés únicamente en algunos trámites, lo que ocasionó que varias
empresas se mudaran a Toronto.
La fama de Drapeau se desplomó en la década de los
80 y ya no se presentó a las elecciones en 1986. Al irse, prometió que su
política financiera de impuestos, principalmente en cigarrillos y alimentos,
dejaría saldada la deuda en 1995, murió en 1999 y Montreal tardó siete años más
en salir del bache, dándole vuelta a la grisura del problema en el futuro.
No se aprendió mucho del sistema. Años después,
Barcelona en 1992 y principalmente Atenas en 2004, tendrían serios problemas
financieros para pagar la fiesta de los Juegos Olímpicos arrastrando crisis
económicas severas para sus ciudadanos.