• De forma paralela, El Ballet Folklórico de Amalia Hernández reanuda la semana entrante sus actividades en ese mismo foro, con funciones a lo largo de la semana
CIUDAD DE MÉXICO. En lista de espera, cansados de no bailar, múltiples
grupos de danza contemporánea y folklórica, aguardan a que se abra un pequeño
resquicio en la programación del INBAL y exista la posibilidad de presentarse
en el Palacio de Bellas Artes.
Eso, aceptando que prácticamente no hay tiempo para que monten escenografía e
iluminación y si tienen suerte, tal vez logren ensayar.
De forma paralela, El
Ballet Folklórico de Amalia Hernández (BFM) reanuda la semana
entrante sus actividades en ese mismo foro, con funciones a lo largo de la
semana
–dobles algunas– y ostentando su gran regreso.
Me pregunto, cuáles son los hilos que se mueven por detrás de la
agrupación dancística, como para que tenga el mejor escenario asegurado, sin
límite de tiempo, sin siquiera ser un grupo del INBAL.
Se habla de un decreto presidencial, de corrupción que alcanza a
autoridades de todo tipo, de arreglos políticos y negligencia. Los pretextos
son múltiples, pero al final del día, desaparecieron compañías como El Ballet
Teatro del Espacio de Gladiola Orozco y Michel Descombey, teniendo un
repertorio magnífico, por falta de fondos y el BFM sigue llevándose
carretonadas de dinero de los boletos vendidos a agencias de turistas.
A Orozco y Descombey, se les “sugirió”, que aplicaran a una beca del
Fonca, hacer más pequeño su grupo y una sarta más de tonterías, al BFM un manto
de poder lo cubre para tener todos los recursos gubernamentales y tener el
Palacio de tiempo completo, y que nadie evalúe su vigencia artística o
repertorio.
Si alguna agrupación acompañó al PRI y al PAN, fue el BFM, y, por lo
visto también acompañará a la 4T. Nadie cuestiona la presencia de semejante
dinosaurio en el Palacio. Habrá que explicarles a las compañías de alto nivel
que están haciendo fila para ver si eventualmente bailan ahí y a las cuales ni
publicitan, pagan bien o dan taquilla completa, que en el arte también existen
mafias del poder.
Más allá de la importancia histórica del BFM y del enorme éxito que
tiene, se trata de una compañía
privada que hace uso de instalaciones de gobierno a su gusto y
conveniencia. Bien podrían rentarse un teatro privado, seguir ganando dinero y
difundir la obra de Amalia Hernández desde ahí.