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Hoy es viernes, 22 de noviembre de 2024

Escenifican la historia detrás del ‘Esperando a Godot’ de Susan Sontag en Sarajevo

• “La iniciativa de la autora genera reflexiones acerca de la función del arte en los conflictos sociales”, apunta Ángel Hernández, director de ‘Desarmes’.

Escenifican la historia detrás del ‘Esperando a Godot’ de Susan Sontag en Sarajevo

Ciudad de Mexico.- La escritora estadunidense Susan Sontag montó en 1993 la obra Esperando a Godot, de Samuel Beckett, con actores bosnios en la ciudad sitiada de Sarajevo. A partir de esa experiencia, el dramaturgo Ángel Hernández creó el proyecto Desarmes, que se transmitirá por Internet este sábado.

El investigador teatral dice en entrevista que de la iniciativa de Sontag “se desprenden cuestionamientos más que vigentes sobre la aún polémica función del arte dentro de un conflicto social o una circunstancia de violencia que se extiende de forma compleja”.

Hernández (Tampico, 1980) agrega que le importaba saber qué ocurrió detrás de la puesta en escena de la también ensayista, “en el proceso de su ruta crítica dentro del proyecto. Comenzaron a aparecer imágenes muy interesantes que nos acercan a la vulnerabilidad, a la falta de precisión y de decisión, al cambio de rumbo”.

La fotógrafa Annie Leibovitz, conocida por sus imágenes del sitio de Sarajevo y la guerra en Bosnia, es autora de dos emblemáticas que muestran a su pareja, Susan Sontag, sentada en el piso de un edificio en ruinas y una bicicleta ensangrentada en esa ciudad.

Hernández tuvo acceso a las bitácoras de ensayo de Sontag para su Esperando a Godot, donde la escritora “hizo una reflexión sobre la manera de las prácticas escénicas serbias”, a partir de las cuales el dramaturgo idea “las escenas internas de organización del colectivo, retomando la estructura tradicional de las compañías teatrales integradas por familias implicadas en generaciones de actores, dramaturgos y directores de escena.

“Los diarios que escribió Sontag durante el montaje mencionaban que con frecuencia los actores llegaban rendidos a los ensayos; era complicado mantener un proceso de diálogo con ellos porque se derrumbaban en el escenario a tomar un descanso, ya que la vida del sitio de Sarajevo era brutal por la exigencia de la sobrevivencia diaria”, añade Ángel Hernández.

En la capital bosnia “estaban cortados los suministros eléctricos, el agua potable y la comida; no se podía salir, porque los francotiradores estaban apostados en las avenidas. Lo que se estaba construyendo ahí era otra obra, otro Esperando a Godot, en el proceso de ese desarme humano que implicaba un proyecto de esta naturaleza”.

Teatralidad en contextos de violencia

El dramaturgo menciona que la reflexión de Desarmes: memorias del sitio del Sarajevo “está puesto en la implicación del artista, del hacedor de estos movimientos. Con estos procesos, desarmados, hay una suerte de poética que se desprende de una lucha interna con el estado del ser, muy compleja de asumir, y que tiende un mapa de emociones, afectividades y riesgos muy pocas veces puestos en un proceso de lectura”.

Hernández relata que en 2018 realizó un recorrido por Bosnia y una residencia con el Teatro de la Guerra, “compañía que recibe la herencia de los movimientos teatrales que se generaron durante el conflicto armado en ese país, específicamente en el sitio que vivió la ciudad durante los 90”.

Entonces, entrevistó a actores vinculados con esa emergencia y apareció el “montaje emblemático que hizo Sontag en 1993 y 1994. “Me llamaba la atención de qué manera se podía desarrollar una lectura comparativa con los procesos teatrales que se están generando en México, con la teatralidad en los contextos de violencia.

 “Con Desarmes, que surge de esta experiencia, me interesa una idea que se ha venido popularizando: el arte es un arma que en algún momento puede luchar o batirse en un campo de batalla específico dentro del contexto de lo social, de lo político”.

El dramaturgo destaca la participación de “un reparto que se ha caracterizado por tener incursiones en el teatro social: Luisa Huertas, Adrián Ladrón, Iazua Larios, Genny Galeano, Osvaldo Sánchez y Lucero Hernández”, en este “proyecto de lectura de intervención y de cuestionamiento, un poco de laboratorio en un espacio cargado de sentido”: el edificio ubicado en Uruguay 25 del Centro Histórico.

Sostiene que durante el sitio en Sarajevo existió una poderosa estructura para componer el orden social: “la posibilidad de mantener la cotidianidad de la ciudad. Esto que parece un absurdo en un contexto de guerra tuvo sus escenarios de resistencia en algunas zonas de la ciudad. Algunos teatros se mantenían y personas seguían acudiendo a sus trabajos.

“Una suerte de necesidad por permanecer, por defender la ciudad por medio de estas pequeñas acciones; incluso, hay una serie fotográfica de personas que salían en bicicleta. Los actores, particularmente del montaje de Esperando a Godot llevaban la necesidad de defender el oficio a partir de la permanencia. ”

Uno de los puntos decisivos fue cuando asesinaron al primer actor de esa puesta en escena. El colectivo tuvo que decidir si continuaba con el montaje o volvía a sus hogares. “La mayoría dice que es necesario continuar. En estas circunstancias sociales libramos otra guerra, que es interna. Ganar un día más de ensayo era un pequeño triunfo asumido dentro de esa resistencia humana”.

Hernández asevera que a partir de las prácticas de resistencia en el sitio de Sarajevo se comenzaron a generar circuitos underground en la misma ciudad. El túnel que conecta el aeropuerto y el centro de la ciudad comenzó a ramificar en algunos búnkers subterráneos donde se llevaban a cabo prácticas artísticas. Bosnia, y en general la antigua Yugoslavia, tuvieron un florecimiento muy importante de las artes escénicas, determinante para el movimiento teatral mundial”.