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En privado

• Acciones y reacciones.


El 3 de diciembre de 2020, en este mismo espacio escribí: “las intenciones del profe Víctor Castro Cosió por buscar la gubernatura de su estado, no tienen nada de nuevo”. Y dije que datan desde aquel domingo 8 de febrero de 1987 cuando, como candidato por el partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), se atrevió a disputarle la gubernatura a su tocayo Víctor Manuel Liceaga Ruibal, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), resultando este último vencedor.

En esa misma entrega dije que para el 2010, ungido como candidato por Morena, y derivado de esos arrestos que lo identifican, Víctor Manuel Castro Cosió se enfrentaba de nuevo a los toros y por segunda ocasión, en el proceso electoral del 6 de febrero de 2011, le estaba disputando la gubernatura nada más y nada menos que a dos fuertes candidatos: Ricardo Barroso Agramont del PRI y Carlos Mendoza Davis del PAN, resultando triunfador este último, quien es aún gobernador.

Fue entonces que sin ambages escribí “atendiendo aquel otro dicho de que la tercera es la vencida, el profe Víctor Castro Cosió se lanza de nuevo al ruedo. Aunque a decir verdad, hoy está más cerca de la cúspide tras los inobjetables triunfos obtenidos por su partido en 2018”. Y en relación a estos comentarios, intercambié impresiones con el profe, quien con una amplia sonrisa de satisfacción simplemente se concretó a decirme: “ya lo veremos”.

Y efectivamente era la tercera, donde por consecuencia Víctor Castro nuevamente se colocaba en el filo de la navaja al ubicarse entre la posibilidad de la victoria y el riesgo de la derrota. Y más escabroso sería su camino al saber que esta vez no se trataba de enfrentarse a solamente uno o dos candidatos. Sino que en esta ocasión se enfrentaría contra Diez Rivales, varios de ellos muy fuertes y de los cuales usted, lector, ya tiene suficiente información.

Sin embargo, en reiteradas ocasiones, --y mis anteriores entregas dan constancia de ello--, escribí que Víctor Castro Cosió, no las tenía todas a su favor. Menos aun cuando yo sabía que luchaba denodadamente en contra de gente de su mismo partido, como son los cuatro jinetes del apocalipsis: Leonel Cota Montaño, Armida Castro Guzmán, Rubén Muñoz Álvarez y el propio dirigente estatal de su partido, Alberto Rentería Santana.

¿Por qué? Sencillamente porque para ninguno de los cuatro mencionados, Víctor Castro nunca fue el candidato idóneo por Morena. Así de simple. Luego entonces, tanto para Leonel Cota, como para Alberto Rentería, los candidatos idóneos eran o Armida Castro, o bien Rubén Muñoz, cuyos personajes, sin medir las consecuencias de sus actos y respondiendo a deudas políticas con Leonel Cota buscaron unir fuerzas para enfrentar a Castro Cosió, cuya falta de inteligencia llegó incluso a provocar una terrible desbandada que hizo cimbrar, pero no tambaleó a Morena.

Vaya, y aquí cabe hacer un pequeño paréntesis: al menos, y a sabiendas de la viable alianza MORENA-PT, el ideal podría ser Alfredo Porras Domínguez, quien vale decir que fue el primero en destaparse por los rumbos del PT para buscar la gubernatura.

Otra prueba de esos enfrentamientos la dio Rubén Muñoz cuando con malas intenciones empezó a tejer aquella red de perversidades donde al final de cuentas se enredó en ella y a raíz de eso estuvo con un pie adentro y el otro fuera de Morena, pues recuérdese cuando este, en sus delirios de grandeza a mediados de octubre de 2019 en un claro contubernio con Leonel Cota, hizo aquel despido masivo de funcionarias y funcionarios de la administración municipal que aun preside. Marcando con eso un gran distanciamiento con Víctor Castro Cosió, entonces flamante delegado de Bienestar.

En ese entonces, a todos causó extrañeza el proceder de Rubén, pero a partir de allí empezamos a obtener nuevas lecturas de lo que ocurría dentro del argot político. Efectivamente, esa vez no queriendo ver más allá de sus narices ni medir consecuencias a futuro, Rubén Muñoz en su calidad de alcalde procedió al cese fulminante de una parte de su personal administrativo a nivel de funcionarios. Y lo hizo simplemente porque esa gente simpatizaba con el proyecto político futurista de Víctor Castro Cosío.

Tras esa aberrante decisión, un total de cinco mujeres y cuatro hombres simplemente fueron cesados de la administración municipal. Sin recibir una coherente explicación, aunque vale decir que para el alcalde, ese despido de personal tuvo una exculpación, si se quiere sin sustento y fuera de las formas de la política, diciendo que se trataba de: “el firme objetivo de ofrecerle a la ciudadanía mejores resultados”. ¡Punto!

Pero como toda acción tiene una reacción, después se interpondría una formal solicitud de expulsión del partido MORENA de Rubén Muñoz, ante la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) de Morena, iniciándose un procedimiento sancionador de justicia partidaria interna, donde por cierto, en una parte de ese documento, David Moyrón Quiroz, comisionado por sus demás compañeras y compañeros para interponer la solicitud de expulsión de Rubén, dejó claramente establecido: “los militantes auténticos del partido  MORENA no debemos permitir el atropello de nuestros derechos, mucho menos el haber llevado al poder a personas que nunca asumieron con honorabilidad las causas de nuestro movimiento y que solo se sumaron a este en 2018 para saciar sus intereses personalísimos como es el caso de Rubén Muñoz y demás socios”.

¿Y qué decir del encono, la tozudez y la soberbia de Armida Castro, quien siempre se enfrentó con el líder de Morena hasta que finalmente se fue al PVEM?  Recuérdese incluso que el 28 de enero pasado presentó  ante la Unidad Técnica de lo Contencioso Electoral de la Secretaría Ejecutiva del INE, una denuncia formal contra el líder de Morena Alberto Rentería Santana, el presidente del Partido del Trabajo (PT), Luis Armando Díaz y Pedro Jesús Magallón Juan-Qui, Colaborador Estatal en el Instituto Nacional de Formación Política de Morena, pidiendo que estos personajes no emitan comentarios que ataquen a su persona; debido a que Rentería dijo que las probabilidades de que una mujer gane la alcaldía de Los Cabos en el 2021 son casi nulas.

En síntesis, en estas torcidas brechas de la política, la lealtad honra a quien la brinda; y fortalece a quien la recibe. Y por el contrario, la traición lleva implícito un intento de debilitar a quien la recibe. Pero envilece y degrada mucho más a quien la comete.

Por eso reitero: Víctor Castro, tras su victoria, se verá obligado a hacer un alto en el camino para ponderar el inalienable principio de la lealtad y al mismo tiempo analizar la penosa trapacería de la traición. Y ya después, sin que sienta el más mínimo temblor en sus manos ni el menor asomo de piedad en su rostro, poner en el fiel de la balanza a quienes le asestaron puñaladas por la espalda, y a quienes le profesaron lealtad.  Cuestión de tiempo.