• La mayoría de los adultos mayores que cuentan con una pensión son hombres. Únicamente el 7 por ciento de ellas logró acceder a ese beneficio.
Ciudad de México. Como
consecuencia de las más de cuatro décadas de políticas neoliberales en México,
en la actualidad sólo el 30 por ciento de las personas adultas mayores tienen
derecho a una pensión, y de ese total, sólo una cantidad menor logró acceder a
un fondo digno, por lo que los recursos de los programas sociales dirigidos a
este segmento son “importantísimos”.
Así lo afirmó Verónica Montes de Oca, coordinadora del
Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien destacó la trascendencia
de dichos apoyos para reactivar el mercado interno, y defendió que esos
programas se hayan elevado al rango de derecho constitucional.
En entrevista con La Jornada, la investigadora enfatizó
que el origen de la precariedad en la que viven actualmente millones de
personas adultas mayores --y que las lleva a necesitar los recursos de los
programas sociales del gobierno-- se ubica con el fin del modelo económico de
sustitución de importaciones, y la llegada del neoliberalismo, a finales de la
década de los 70.
Aún cuando la esperanza de vida de los adultos mayores
comenzó a aumentar de forma importante, el gobierno del país comenzó a
“retraer” los sistemas de seguridad social, en vez de fortalecerlos, al tiempo
que se incrementó la tercerización del trabajo o outsourcing, lo cual llevó a
esta generación de trabajadores a una “absoluta desprotección” de sus derechos
básicos.
Como resultado de dicha “contracción del Estado”, hoy en
día sólo el 30 por ciento de las personas adultas mayores cuenta con una
pensión, la mayoría de las cuales son hombres, pues al analizar de forma
desagregada la situación de las mujeres, únicamente el 7 por ciento de ellas
logró acceder a ese beneficio, subrayó Montes de Oca.
De la población que sí logró estar pensionada, dijo, sólo
una pequeña parte tuvo acceso a esquemas que le garantizaron fondos suficientes
para cubrir sus necesidades, por lo que el resto de las personas adultas
mayores siguen requiriendo dinero extra para subsistir e incluso muchas de
ellas deciden seguir trabajando “hasta que el cuerpo aguante”.
En ese contexto, la investigadora titular del Instituto
de Investigaciones Sociales de la UNAM recordó que los programas de
transferencias condicionadas de recursos a esta población han existido desde
gobiernos anteriores para “disminuir la tensión brutal” causada por la pobreza,
al tiempo que destacó la importancia de que hoy estos esquemas ya estén
reconocidos como un derecho constitucional, y no asociados a un gobierno en particular.
“Lo que significan estos programas es dar certeza a las
personas, pagar una deuda social muy fuerte que se fue generando desde décadas
atrás. Pero además, posicionas a la persona mayor como un ente visible para el
Estado y fomentas el mercado interno, el consumo, que a nivel local es
importantísimo”, enfatizó la especialista.
Montes de Oca criticó que algunos sectores pongan en tela
de juicio la existencia de los programas sociales para adultos mayores por
considerarlos un “gasto”, pero no critiquen los “rescates” a banqueros y
empresarios, hechos con recursos públicos.
“Esos argumentos no han cambiado desde los años 90. No
están viendo el efecto en el mercado interno, el impacto en el bienestar de la
población y de las familias. Hay un absoluto ‘edadismo’ en esos argumentos,
porque siempre se cuestiona el apoyo a los viejos, pues en el imaginario
discriminador hay que apoyar a los niños y los jóvenes porque ‘son el futuro’,
cuando en realidad son parte del presente.
“Es un argumento que carece de humanismo: todas las
personas tienen derecho a ser apoyadas en todos los aspectos y etapas de su
vida. Los apoyos son válidos porque son una inversión social, no un costo”,
recalcó.
Con respecto a la viabilidad a largo plazo de dichos
esquemas de ayuda, la académica consideró que si todas las personas pagan sus
impuestos y hay una administración adecuada de estos fondos, “el dinero de
nuestro país alcanza” para sustentarlos, siempre y cuando sus reglas de
operación estén perfectamente claras.
Asimismo, recordó que este tipo de programas de apoyo a
los sectores más empobrecidos han sido “muy valorados” por organismos
internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe,
dependiente de la Organización de las Naciones Unidas.