• Primera novela de la ganadora del premio de poesía Sor Juana Inés de la Cruz.
Ciudad
de México. Los
personajes de Furia están “abandonados a sí mismos y a las
circunstancias. Eso los lleva a un erotismo desbordante y extraño, que no tiene
que ver nada más con lo que se considera erótico: hombre y mujer de la misma
edad, atractivos. Es mucho más vasto y quería hablar de eso”, expresa la
escritora Clyo Mendoza sobre su primera novela, que fue presentada este
miércoles.
La poeta y narradora menciona
en entrevista que lecturas como la de la escritora uruguaya Marosa di Giorgio,
que “escribía pasajes eróticos con hongos, bestias o árboles, uno de los
erotismos más contundentes de mi vida”, tienen que ver con su narración,
coeditada por Almadía y la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
También se relaciona con su
realidad objetiva, pues su abuela se casó a los 15 años con un señor de 60.
“Siempre me he preguntado cómo vivía su erotismo, porque tuvieron cinco hijos y
parece que fue un matrimonio donde no había una trágica relación de poder. Me
cuestiono sobre estas personas que me preceden y hasta cierto punto me
determinan”.
Mendoza (Oaxaca, 1993) refiere
que en uno de los pasajes, Salvador “está perdido en el desierto y confunde a
las palmeras y cactus con la persona que ama. Tiene que ver mi parte de poeta:
es una metáfora tal vez exagerada y dramática, pero la mayoría atravesamos
momentos así: te entregas al dolor y arrojo. Tiene que ver con el erotismo del
que habla Bataille, sobre hasta qué punto las pulsiones eróticas están
vinculadas con la muerte y el sufrimiento”.
La muerte, lo
único que compartimos como especie
“Por condición vital, estamos
siempre a expensas de la muerte. Pero todo en el mundo de hoy, incluso el
mercado, tiene que ver con posponerla o evitar verla. Desde los productos
antiedad hasta las series de Netflix, todo ofrece una distracción de eso único
que realmente nos pertenece y que compartimos como especie (incluso con otras).
Entonces, eso único que podría unirnos, nos aliena. Nos atemoriza.”
Señala que el título le queda
bien a la novela porque “las furias son los personajes bondadosos o no, que te poseen
y te pueden llevar a hacer grandes cosas o a un infierno. También por la ira,
bastante mal vista. Muchos personajes nunca se enojan y por eso nada cambia y
las cosas trágicas suceden. Lo que da lugar al libro son los personajes que sí
van siguiendo sus pulsiones”.
La narradora sostiene que
“quería escribir sobre los múltiples estados de conciencia y dentro de ésos, la
locura”, que es como entrar “con mucho sufrimiento a una realidad distinta a la
que perteneces” y “la capacidad de uno de volverse varios”.
Clyo Mendoza añade que en los
pueblos indígenas en los que ha vivido “la locura no existe; existe el
nahualismo, la posesión, que hablan de realidades más que bipartitas, sino
múltiples. Quería proyectar eso en la estructura de libro: cómo piensa una
mente desordenada y cómo se puede proyectar ese ritmo en una novela.
“Surgió esta narración, que es
bastante fragmentaria. También porque creo que hoy día pensamos de manera
fragmentaria. Vemos una serie y luego películas, videos de YouTube, tiktoks… A
mí me pasa. Te pones a pensar de qué trataba la película y ya es un collage. No
es en sí lo que viste, sino que la memoria genera estos collages muy
complejos.”
Sobre el nivel mítico de la
novela, explica que se relaciona con los lugares donde ha estado, pues viajó
por muchas comunidades de la costa y la sierra oaxaqueña, ya que su madre es
maestra rural, así como en el desierto de San Luis Potosí. “Es como una mezcla
de lugares anecdóticos, donde crecieron mis abuelas, mi familia”.
La ganadora del
Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz en 2017 se dice muy
interesada en la metaficción, lo que se muestra en uno de sus personajes, el
mercader, que narra historias. Es “arquetípico, sabe muchas historias y conoce
la verdad, un poco como el diablo. Hay momentos en que cuenta cosas que parecen
relatos bíblicos. Quería dar la sensación de que este personaje no envejece, ha
estado ahí durante mucho tiempo y por eso cuenta las mejores historias”.
Afirma que en las
comunidades originarias que conoce, “la persona más capacitada para contar una
historia o la que tiene permiso, es la más vieja o la que ha vivido más. Hay
otra percepción del tiempo y pueden ser muy jóvenes, pero encarnan a sus
abuelos, por ejemplo; destruyen la idea de quién es la persona y le dan una
cualidad un poco mágica”.