• El ritmo más bailado en el país y sus más bravos maestros e intérpretes no ven cercana una solución
CIUDAD DE MÉXICO.-Mientras los artistas escénicos ocupan
los reflectores por la pandemia, aquellos dedicados al baile popular viven la
crisis al límite de la sobrevivencia. El danzón, el ritmo más bailado en el
país, está abandonado y sus más bravos maestros e intérpretes no ven cercana una solución.
Para el veracruzano Miguel Ángel Zamudio director
del Centro Nacional de Investigación y
Difusión del Danzón (CNIDDAC) con sede en el puerto de Veracruz, a
partir de marzo del 2020, el cierre de salones de bailes y cancelación de
encuentros y muestras de danzón, se ha vivido una situación crítica.
Casos como la Danzonera de Chamaco Aguilar ha
tenido varias bajas por covid-19, así como otras danzoneras en la Ciudad de
México. A pesar de que la familia danzonera es solidaria y han apoyado a las
danzoneras que se han aventurado a dar conciertos en línea, nunca será
suficiente para mantener el nivel de ingresos que ya con dificultades se tenían
en el pasado”.
Por su parte, para Alfredo Salazar, reconocido como
bailarín extraordinario y maestro
ejemplar en la CDMX, la situación ha sido un golpe brutal. Sus
clases en diferentes sedes de la ciudad están canceladas y aunque ha intentado
dar talleres por Zoom, para él, el sistema tiene muchas deficiencias para algo
tan sofisticado y de detalle como el danzón.
Todo el mundo que rodea al danzón estamos en una
situación precaria: las orquestas, los vendedores de zapatos, de abanicos, los
dueños de los salones. Todos tenemos necesidades económicas.
Y también está la avidez por bailar. La mayoría de
mis alumnos son de la tercera edad y muchos están angustiados por regresar al
baile. Incluso me he enterado que se han hecho bailes clandestinos en salones
de Chimalhuacán, con dos orquestas, justificándose con: ‘Estamos sacándolos de
la tristeza’. Y lo peor es que la gente va y arriesga su vida y hasta
paga 200 pesos por ello. Ahora sí que es como el danzón de Acerina Mi vida por un danzón.
Pero a la gente le gusta y lo
agradecen porque consideran que los bailes clandestinos ‘les están dando
felicidad’. Los organizadores llegan a ganar cuando mucho 6 mil pesos y ponen
en riesgo a 200 personas. Yo tengo mucha necesidad, pago renta, la escuela de
mi hija, la comida, las tarjetas me están ahorcando, pero tengo vida y eso es
lo que vale más.