• Guillemo Briseño, “por dejar que la palabra corra por su cuenta”, incursionó en la poesía, “arte que tiene sus propios rigores”.
Ciudad de México. Del impulso
“por dejar que la palabra corra por su cuenta” surgieron los poemas del
libro Música dicha, silencio
intacto y otros
elogios. A pesar de que su autor es más conocido por las varias décadas
que lleva dedicando a la música, al blues sobre todo, Guillermo Briseño aseguró
que la poesía le ha llegado “con una naturalidad que rebasa mi propia
determinación”.
Esa relación que
Briseño tiene con la palabra también está ligada a la música. Como compositor,
trabaja desde hace años con el lenguaje, aunque admitió que la poesía es “un
arte que tiene sus propios rigores”. En ambas, ha encontrado los medios para expresar
lo que define como “la necesidad de tratar lo que sientes y de que sueltes la
sopa; que te confieses, que seas franco”, comentó a La Jornada.
A pesar de que
Briseño consideró que una obra no necesariamente tiene que ser autobiográfica,
también sabe que es necesario tomar inspiración de lo vivido, “aunque sea para
negarlo”, algo que también ocurre en su poesía.
“Los versos que están en este libro tienen que
ver con mi historia como músico, pobre de mí si se me fuera, pero de repente te
tienes que meter en otro mundo”, explicó el músico.
Briseño también
admitió que su vocación literaria no es tan antigua como la musical. “Lo que ha
ido pasando con mi aventura es como una vocación tardía, porque no hubiera
tenido relación con la palabra antes de los 30 años. Lo que pasa es que ahí, de
repente, despertó en mí una conciencia que me ayudaron a descubrir”, agregó.
Amigos como los
escritores Mónica Mansour, José Manuel Pintado y Eduardo Langagne han brindado
al músico guía y consejo para adentrarse en la poesía. “Consejeros, buenos
corazones, que te dan lo que tienen. Se dan cuenta de que necesitas algo y te
lo dan. Son generosos, tienen eso. Hay mucha gente que es así”, sostuvo
Briseño.
“Hay que dejarse
tocar por el que bien te aconseja, a veces tienes la suerte de tenerlo vivo,
frente a ti, pero otras no, en ocasiones solamente tienes sus libros”. Con una
filosofía similar a esa, ha tratado de impregnar a la Escuela del Rock a la
Palabra, de la que es fundador, “porque hay que intervenir en su trabajo, no
para desviarlos ni para desbordarlos, sino para ayudar a que la expresión sea
más entera, más clara, más certera”, señaló.
Música dicha, silencio intacto y otros elogios es
también un acto de libertad, algo que surge de la necesidad de decir algo.
Según Briseño, “la libertad es algo que hay que tomarse. No tanto la de arrasar
con los demás, de ninguna manera, al contrario, creo que la más libre de las
libertades es cuando uno hace lo que le gusta, lo que le conmueve, le place,
sin molestar a los demás”.
Aun con la
experiencia de componer canciones, Briseño escribió sus poemas con la intención
primordial de que la palabra brillara por sí misma. “A cada fruta su propio
zumo”, apuntó el músico. Si bien concede que “la letra de una buena canción
debe tolerar ser leída, valer por sí misma leída”, también considera que un
tema, “cuando se toca adquiere una gracia, que no es que sea superior, es una
gracia grande, enorme, pero es otra cosa”.
Sin embargo, también
ha podido servirse de su experiencia de componer música. Tanto escribir
canciones como poemas requiere de un estado de inspiración que es necesario
buscar. “A veces tienes ganas, pero otras veces te tienes que sentar para que
venga, y le tocas a la puerta. Son como una cadena de pequeñas victorias que
vas viviendo, que vas teniendo tú, como una especie de combatiente contra la
página en blanco, contra la imaginación en cero”, concluyó.