• Tras su aprobación, aún quedan por definir el desarrollo de la seguridad y soberanía energética, así como si se pueden fortalecer las redes de transmisión y distribución eléctrica
CIUDAD
DE MÉXICO.-Nuestro artículo 25 Constitucional, dispone
que corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional, la cual debe
llevarse a cabo mediante la “…competitividad, el fomento del crecimiento
económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza…”.
El mismo dispositivo indica que la competitividad es el conjunto de
condiciones necesarias para generar un mayor crecimiento económico,
promoviendo la inversión y la generación de empleo. Esta rectoría del Estado,
supone por tanto, el fortalecimiento de organizaciones e instituciones
gubernamentales; y, por el otro lado, está llamada a promover y garantizar la
libre participación de los privados en las actividades económicas no reservadas
en exclusiva al Estado.
Es
una realidad que la creciente diversidad
de la sociedad y sus intereses, la situación económica, la aldea global
en la que inevitablemente vivimos, comprobada hoy más que nunca, por la
pandemia mundial; son tan sólo algunos factores que influyen directamente en la
posición y actividad del Estado para alcanzar sus tradicionales objetivos de
bienestar social y bien común. A la diversificación de los fines del Estado, le
sigue el crecimiento en importancia e intensidad de su actividad económica, ya
sea para orientar, fomentar o, inclusive, generar mayor riqueza. Esa es
precisamente la razón por la cual, nuestro texto constitucional señala
claramente la libre concurrencia y la competitividad como factores pilares del
desarrollo económico y rectoría del Estado.
Este
papel estatal de rectoría debe considerar también la regulación, la cual es
necesario que comprenda la diversidad, complejidad y dinamismo de los intereses
sociales y las necesidades de desarrollo y bienestar económico y social. Por
tanto, el Estado debe definir en qué materias regular y cómo hacerlo adecuada,
pero también suficientemente. A esto debemos sumar que los
mecanismos de control no sólo provienen de la regulación estatal. En
efecto, el control en la implantación de políticas y en las diversas
actividades sociales e incluso económicas; están sujetas a nuevos factores, más
democráticos, con controles sociales e incluso representativos o mediáticos,
que deberán fortalecer la adecuada regulación estatal. Como muestra: las redes
sociales, que cada vez más y más actúan como un factor de vigilancia, control y
a veces, de organización para la participación en la vida pública de nuestro
país.
Por
lo tanto, no sólo es el gobierno quien debe sufrir
una transformación. Sin lugar a dudas, los sectores que
componemos la sociedad, debemos aprender a participar más activamente y por
mejores vías en la construcción de un Estado que pueda traer bienestar para
todos.
Recientemente
presenciamos el Parlamento Abierto con motivo de la Iniciativa de Reforma a la
Ley de la Industria Eléctrica, organizado por la Comisión
de Energía de la Cámara de Diputados. Perfecto
ejemplo de ejercicio participativo, plural y de encuentro de opiniones
técnicas, jurídicas y políticas. A ello, siguió la aprobación de la iniciativa
y su discusión en el Senado, en donde se dio votación al dictamen, sin celebrar
un nuevo Parlamento Abierto.
La realidad del país exige un nivel de discusión que
esté a la altura de la complejidad de las materias que se abordan.
Enfrentamos situaciones sin precedentes, como la tormenta gélida que atacó a nuestro
vecino del Norte y que dejó ver nuestra necesaria interdependencia en materia
energética, así como el estado real de la infraestructura para el
almacenamiento de hidrocarburos y la urgente necesidad de contar con un plan de
emergencia oportunamente aplicado. No es el único caso, pero éste impactó a
millones de mexicanos que en un
solo día enfrentaron el apagón de luz y de telecomunicaciones; junto con
la misma onda helada que provocó la alerta crítica de gas natural.layvolume00:16/01:04TruvidfullScreen
Por
esto, es inaplazable analizar a profundidad las recientes políticas públicas en
el sector energético: las rondas petroleras, que son también para explorar y
producir gas; el impulso a la infraestructura de almacenamiento de combustibles
y también de energía eléctrica; los efectos de la reforma a la Ley de la
Industria Eléctrica; el papel real que jugarán las energías renovables, los
pasos hacia un medio ambiente más limpio y sustentable, así como la libre
competencia en la generación de electricidad; el acceso no indebidamente
discriminatorio a las redes de transmisión, el despacho económico, la obtención
de mejores condiciones para el Estado –y para todos los mexicanos-; todo lo que
nos permita diversificar nuestra matriz energética. Ahí está la verdadera
soberanía energética.
Aspiramos
a una legislación que garantice la certidumbre y seguridad jurídicas y que,
además, impulse la generación de electricidad en las mejores condiciones,
respetando en todo momento nuestro derecho humano a un medio ambiente sano y
sustentable. La opinión de la COFECE sobre la mencionada iniciativa de reforma
a la LIE, nos hace pensar que no sólo es posible, sino que es un mandato constitucional y, por
tanto, es deber de los órganos judiciales competentes, salvaguardar y proteger. Corresponderá
a los ciudadanos, mexicanas y mexicanos, organizaciones civiles, colectivos,
personas físicas y morales, levantar la mano y hacer valer estas garantías,
previstas en nuestra Carta Magna.
Pero
la Constitución también provee un espacio para el arreglo institucional, la
división competencial de nuestras autoridades y su marco de actuación. En este
universo encontramos la planeación y control del sistema eléctrico nacional,
así como del servicio público de transmisión y distribución de energía
eléctrica. Por tanto, la atención y discusión sobre el alcance de la Ley de la
Industria Eléctrica, las acciones implementadas para alcanzar sus objetivos,
deben tomar en consideración, dichas actividades encomendadas exclusivamente a
la Nación, a través de sus empresas productivas del Estado, también elevadas a
nivel constitucional. Una planeación adecuada sobre las inversiones y
siguientes pasos en materia de transmisión y distribución de la electricidad,
serían un buen punto de partida para evaluar las medidas derivadas de la Ley de
la Industria Eléctrica. La estructura constitucional y legal planteada en el
actual modelo energético, le permite tanto al sector privado, como al público,
un sinfín de oportunidades valiosas, de herramientas que aún están
desarrollándose, y que nos darían elementos suficientes para sostener el futuro
de corto, mediano y largo plazo. Después de la aprobación de la Ley de la
Industria Eléctrica, aún
quedan por definir, desde la cancha administrativa, el desarrollo de nuestra
seguridad y soberanía energéticas, si podemos encaminarnos
al fortalecimiento de nuestras redes de transmisión y distribución eléctrica, a
partir de una adecuada planeación del sector eléctrico nacional.