• Trío satánico.
En política, tanto
la tozudez como la soberbia, son malas consejeras. Y realmente son
tan negativas, que juntas, --soberbia y tozudez--, cuando se incrustan en el
alma de un ser humano y se apoderan de su cerebro, solamente conducen a
rupturas y desbandadas al interior del partido de que se trate. Y en este caso,
es a Morena a quien le toca bailar con la más fea.
En efecto, inicio esta entrega
de hoy escribiendo lo anterior, para dejar en claro que, cuán difícil es y será
en un futuro próximo, esa encrucijada que el trío satánico,
--integrado por Leonel Cota Montaño, Armida Castro Guzmán y Rubén Muñoz
Álvarez--, vía una traidora emboscada, le están poniendo en el camino a Víctor
Castro Cosío.
Por cierto, no quiero pecar de
repetitivo, pero debo hacerlo para dejar en claro una vez más, que en todo el
tiempo que me he dedicado a escribir sobre temas políticos, he observado que
luego de que un partido político obtiene el poder de manera indiscutible, como
es el caso actual de Morena, siempre, ya una vez que el partido se
posiciona, los golpes surgen del interior del partido, y de ahí por
consecuencia surgen los desencuentros y las desbandadas. Y ya por
último se advierte el debilitamiento del partido.
Esta vez, cuando inmersos en
la obstinación y en el envanecimiento, se advierte la existencia de
esta terna maldita, que a toda consta pretenden salirse con las suyas, no hay
excepción de ningún tipo. Menos cuando a todas luces queda la evidencia de que
la intención manifiesta es dañar la imagen política de Víctor Castro Cosío,
poner piedras en sus zapatos y trabas en su desempeño como ungido candidato de
Morena al gobierno de BCS.
¿Pero, cuáles han sido las
insanas intenciones de cada uno de los integrantes del trio satánico?: Las de
Leonel Cota Montaño, lograr que su hijo Manuel Cota Cárdenas, sea el ungido por
Morena, como candidato a la presidencia municipal de La Paz. Las de Armida
Castro Guzmán, ser de nuevo candidata por Morena a la Presidencia Municipal de
Los Cabos. Y las insanas intenciones de Rubén Muñoz Álvarez, ya las conocemos
todos: ser candidato por Morena a la gubernatura de Baja California Sur. Así de
simple.
Sin embargo, no me cabe la
menor duda alguna que en esos recovecos y torcidas brechas por donde transita
la política, la lealtad, honra a quien la brinda; y fortalece a quien la
recibe. Y por el contrario, la traición, lleva implícita un intento de
debilitar a quien la recibe. Pero estoy seguro que envilece, pervierte y
degrada mucho más a quien la comete.
Y esos códigos no escritos en
la política, muchos de nosotros –por la labor de periodistas que
hemos ejercido-- los hemos experimentado desde afuera. Mientras que
otros, --por las responsabilidades oficiales que han tenido— lo han
atestiguado desde adentro. Y es que simplemente las traiciones siempre han
estado a la orden del día.
Y estas vertientes podrían ser
algunos de los motivos por los que, gentes, como es el caso
de Manuel Cota Cárdenas, quien anunció su separación del cargo como
director general de Desarrollo Social para postularse por la alcaldía de La
Paz, difícilmente pueda conciliar el sueño, tras haber dejado el
cargo para buscar esa posición, aun en contra de las decisiones que ha tomado
el profe Víctor Castro. Pero, claro, retomando los consejos de su padre, Leonel
Cota.
Y los mismos sobresaltos, --me
imagino--, estarán en la agenda preocupante del presidente municipal de La Paz,
y de la presidenta Municipal de Los Cabos, por el hecho de querer
saber quiénes de sus colaboradores dispondrán de la fortaleza suficiente para
seguir siendo fieles y no caer en la tentación de la traición; es decir, si los
seguirán o no, en esas sus muy particulares terquedades. Más aún, cuando saben
que el actual proceso electoral, no está del todo fácil y –por tanto-- los
ofrecimientos de los partidos de enfrente, lo mismo que de los candidatos,
están a la orden del día.
Todo esto –por supuesto-- sin
descartar la posición de Leonel Cota Montaño, quien –dicho sea de paso-- llegó
a comer en el mismo plato del profe Víctor Castro Cosío, y que hoy por
consecuencia ha de sentir y seguirá sintiendo esa fría lejanía.
Por tanto, si a como se ve, en
el pecado llevarán la penitencia, no es para menos que en estos momentos,
--todos ellos--, se paseen en el filo de la navaja y penosamente se tengan que
ubicar entre la posibilidad del triunfo y el riesgo de la derrota.
Es por eso que siempre he
reiterado que la política es el arte de comer mierda sin hacer gestos. Aun
cuando desde mi particular forma de analizarla, he dicho, –y sin temor a
equivocarme-- sostengo que se trata de una prostituta. Una
prostituta que se va con cualquiera; que ya sea por dinero o por
placer, un día se acuesta con uno, y amanece con otro. Y veletas al fin, la
mayoría de los políticos así lo son.
Los trienios, y los
sexenios nos lo han comprobado. Y en los cruentos escenarios no
solamente hemos advertido penosas batallas y cruentas luchas de
hermanos contra hermanos y amigos contra amigos, sino que hemos sido testigos
de cómo los discursos se han escrito con tinta sangre, y donde el luto, con su
negro crespón, ha hecho derramar lágrimas. Casos trágicos, de pasarelas
demagógicas cargadas de hipocresía, por donde la política se ha
contoneado, disfrazada a veces de puta fina, a veces de puta barata, y a veces,
--con guadaña en ristre-- de fina Catrina.
Y todo –mi estimado e
inteligente lector-- confluye y emana justamente en ese binomio de: lealtad y
traición, en donde justamente están inmersos los ya mencionados, que quiérase o
no, ya deben sentir pasos en la azotea.
Por eso me atrevo a adelantar
que una vez pasado este proceso electoral que ya tenemos en puerta, si Víctor
Castro obtiene la victoria, se verá obligado a hacer un alto en el camino para
ponderar el inalienable principio de la lealtad, y al mismo
tiempo, analizar la penosa trapacería de la traición. Incluso, de no
salir victorioso, deberá hacer lo mismo.
Y ya después, sin que
sienta temblor en sus manos, ni mucho menos angustia o piedad, poner
en el fiel de la balanza a esta terna satánica.
Porque a todo eso –amigo
lector-- lo están obligando esas deslealtades, esos recovecos, y esas veredas
torcidas de la política, a las que hoy, hago referencia.
Cuestión de tiempo.