• La Usura.
Si bien es
cierto que la Pandemia le ha reducido su espacio de ingresos a muchos hombres y
mujeres de buena voluntad, entre los que podríamos mencionar a aquellos que han
quedado sin empleo, restauranteros, Etc., también le ha abierto las puertas
a vividores y abusivos que han hecho su agosto en un año de
tristeza, soledad y muerte, entre los que destacan vendedores de oxígeno,
farmacéuticos, prestamistas y hasta funerarias.
Por cierto,
luego de que ayer, un grupo de amigos coincidíamos con el tema, justamente en
la entrega de hoy haré referencia tácitamente a los prestamistas, lo que lleva
implícita la usura. Ese pecado mortal que cotidianamente practican muchos, y
quienes al final de cuentas –al igual que todos-- morirán sin
llevarse nada. Y que seguramente desde el infierno, teniendo a Satanás como
portavoz, seguirán cobrando esos réditos desmedidos.
En efecto, la
usura, --de la mano del agiotismo--, está causando estragos en muchas de las familias
sudcalifornianas, toda vez que –en su caso— la gran mayoría de los trabajadores
y las trabajadoras del sector público han sido presa fácil de los que se
dedican a la labor de prestamistas, incluso sin licencia para ello.
Iniciaré
diciendo que precisamente dentro de las formas más comunes de fraude se
encuentra la usura, que es definida por la fracción VIII del artículo 387 del
Código Penal para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la República
en Materia Federal mediante el tipo que castiga a quien, valiéndose de la
ignorancia o las malas condiciones de una persona, obtiene de ésta ventajas
usurarias por medio de contratos o convenios en los cuales se estipulan réditos
o lucros superiores a los usuales en el mercado.
Y a pesar de la
tipificación anterior, y de la penalidad equiparada al fraude común, la
comisión de este delito se ha tornado cosa de todos los días en nuestro país,
contando incluso con la coparticipación de autoridades judiciales y auxiliares,
quienes en erróneas decisiones dan entrada a controversias y sostienen
decisiones que en la especie establecen intereses superiores a los del mercado.
Y hay que
dejarlo muy en claro. A través de esta nociva práctica que se ha tornado
sumamente perniciosa, existen miles de personas que resultan beneficiadas, toda
vez que es incalculable la cantidad de dinero que circula mediante operaciones
marginales que además están causando grave perjuicio –incluso-- al erario
público, toda vez que por otro lado frena la generación de la riqueza
en nuestro país. Y todo, porque en la mayoría de las ocasiones estos hechos que
son considerados flagrantes delitos, no son reportados ante la autoridad.
Ahora bien, esta
forma de fraude, que inclusive merece la condenación de los textos
sagrados de todas las religiones existentes, se ha vuelto común no solo en
nuestro estado sino en toda la República Mexicana, donde los inocentes y no los
culpables, son perseguidos por la fuerza pública. Y ante la complacencia de la
autoridad, --las victimas-- se ven forzadas a pagar fuertes cantidades de
dinero, que según se ve, son muy superiores a las principales sobre
tasas de réditos. Y peor aún, con interés sobre interés.
Y lo más
lamentable es que antes de que los inocentes se sientan protegidas, --como
víctimas de un delito--, por el contrario se convierten en víctimas de una
persecución, con el riesgo de perder todos sus bienes, mediante la celebración
de actas de embargo, y donde se contemplan diversas vías de apremio, sin
descartar arrestos administrativos, por presumible desacato.
Por otro lado,
este ilegítimo e ilícito negocio, trae consigo la saturación de los tribunales
del fuero común, la corrupción de su personal y la ineficiencia del aparato
judicial para administrar justicia, convirtiéndolos en mercados de venta de
trámites al mejor postor, donde por supuesto, los inocentes se convierten en
los perdedores, en tanto los malos, --como siempre—resultan ser los ganones.
¿Pero en este
caso, quien o quienes son los responsables de que esto suceda?: los diputados.
Nadie más, toda vez que, inclusive ya se ha insistido, al menos en la capital
del país y en otros estados de la republica sobre la necesidad de una Ley para
Proteger a las Víctimas de la Usura, que a nivel nacional ya fue presentada
hace tiempo por el diputado José Mauro del Sagrado Corazón González
Luna Mendoza, del grupo parlamentario del PRD.
Aunado a lo
anterior, se ha insistido sobre la instauración de lo que sería el Fondo de
Protección a las Víctimas de la Usura, el cual tendría como efectos, por un lado justamente
la prevención de la usura, además de la educación de la población, la garantía
a las familias para la recuperación de bienes y el financiamiento para créditos
que auxilien la solución de la controversia.
Sin embargo, muy
a pesar de que la perniciosa práctica de la usura y el agiotaje, considerada
una de las formas más comunes de fraude, que de manera impune
construyen sus nidos en Baja California Sur y en especial en esta capital,
despliega sus tentáculos a diestra y siniestra contando incluso con
la coparticipación de autoridades, mientras los diputados y diputadas locales,
dedican sus esfuerzos a cosas baladíes, donde destacan escalar a nuevos cargos.
Y es tan cierto
que este fenómeno crece desmedidamente que, por un lado observamos los postes
saturados de propaganda donde los prestamistas ofertan sus fraudes, y por otro
lado vemos los “recaditos” que nos filtran a través de las puertas o portones
de nuestros hogares.
En síntesis,
corresponde a las autoridades actuar, pues es imposible soslayar las
consecuencias funestas que han tenido en la economía nacional las prácticas
usurarias, razón por la cual debe protegerse a las víctimas de estos
lamentables hechos, y en su caso dar las garantías a la sociedad para evitar
que esta indeseable práctica se sigan dando, pues, como ya lo dije líneas
arriba, no solamente está causando lesiones a la economía familiar, sino que
además provoca una gran fuga de ingresos a las arcas gubernamentales y de paso,
frena el desarrollo económico de nuestro país.
Eso, en tanto
los diputados y diputadas deben proceder cuanto antes, tomando en cuenta que
estos hechos atentan especialmente contra las clases sociales más
desprotegidas. Luego entonces, sería prudente establecer una Ley que tipifique
el Delito Contra el Patrimonio Familiar.
Y es que, de
cualquier manera estamos hablando de corrupción tanto en los tribunales, como
de aquellos que practican la
usura.
Cuestión
de tiempo.