• El Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 reflexiona sobre la poesía y el ensayo, los géneros que más cultiva
CIUDAD DE MÉXICO.
La poesía y el ensayo son los principales géneros literarios que ha
explorado el escritor mexicano Adolfo Castañón (1952), quien se considera “un
artesano de las letras”; afirma que la poesía, “o más bien la experiencia de y
en la palabra poética”, no tiene fronteras, y que en el ensayo cabe todo, “es
como una carretilla, algo hecho para trasladar y transportar”.
Los temas tampoco son
un problema para el recién ganador del Premio Nacional de Artes y Literatura
2020, todo le inspira y le asombra. “He escrito poemas dedicados a la cocina,
al amor, a la muerte, a la contemplación, a los desaparecidos, al limbo, al
infierno, a la ciudad, al horror, a la vida cotidiana, a los rituales del
viajero frecuente, a las nubes de Guatemala e incluso al refrigerador Friem
Westinghouse modelo 1951, que es como mi hermano mayor”, confiesa.
En entrevista con Excélsior,
el editor detalla que la preocupación por el lenguaje y el silencio son una
constante en su obra.
Hay tanta artesanía –o
debería haberla– en redactar una respuesta a una entrevista o una reseña de un
libro, como en hacer una crónica, un ensayo o un poema. Es cierto que soy más
conocido como ensayista. Eso no quiere decir que tenga la sensación de haber
innovado ese género, que es el campo mismo de la innovación”, explica.
Afirma que el ensayo
que se escribe en el siglo XXI “está muy cerca del periodismo, la historia, la
ciencia, la ciencia política, la literatura, las artes plásticas, la
lingüística, la filosofía, el deporte, la vida cotidiana, la medicina”.
Y aclara que, en cualquier
caso, “el horizonte trazado por la escritura del ensayo no puede ni debe estar
divorciado de un horizonte ético y aun religioso. Un horizonte relacionado con
el respeto a la naturaleza y al derecho. No puedo olvidar que soy hijo de un
abogado... El ensayo dice ensa-yo, pero expresa también al ‘entrenós’, al
nosotros de la conversación, al nosotros de la comunidad”.
El Premio Xavier
Villaurrutia 2008 destaca que su obra no sólo es resultado de su voluntad de
trabajo, su inspiración y visión, sino que es una labor conjunta con sus
ayudantes y la sociedad. “A veces somos público, en otras ponentes o
intérpretes”.
El estudioso de la obra
de Alfonso Reyes y Octavio Paz, quienes “han sido decisivos en esa vocación del
que anda en pos de nuevas inquisiciones”, dice que de ellos aprendió “la
necesidad de ver más allá y de mirar por debajo de la mesa, el deseo de saber
qué hay en los libros y de conocer qué hay detrás de ellos”.
UNA SELFIE EDITORIAL
El también traductor
agrega que realiza el proyecto Adolfo Castañón en una nuez. “Es una guía provisional
para el lector, una especie de selfie editorial para orientarme dentro de mi
propio bosque, una historia documental de mis libros”.
Añade que la ha estado
armando desde hace más de un año, en colaboración con Eduardo Ocampo y la
participación de sus asistentes Verónica Báez y Cristina Villa. “Plantea una
enunciación por géneros, como poesía, ensayo, traducción, antología. Es una
suerte de autorretrato editorial con cierta minucia. Presenta portadas, páginas
legales e índice de las decenas de títulos que he editado a lo largo de mi
longevidad”.
Admite que no ha sido
fácil armarlo. “Me he dado cuenta, para mi escándalo, que tengo no pocos libros
perdidos, de mi autoría, no pocos niños perdidos. Es el castigo de ser
prolífico. La guía es provisional porque, en la medida en que sigo produciendo,
no puedo cerrarla; tampoco se alojan ahí los programas de televisión ni los de
radio.
Será un volumen
necesariamente póstumo, que seguirá funcionando después de que yo no esté en el
mundo, como ese Friem Westinghouse modelo 1951, mi hermano mayor, que seguirá
produciendo hielos después de que yo me enfríe”.
Indica que le han
aconsejado que no lo publique como libro, “sino que lo lance a la nube como un
espacio digital que, cuando esté concluido, pueda ser consultado por los
lectores no sólo de México, sino de todo el mundo”.