• Presenta 21 piezas que exhiben el papel de la vestimenta en la formación de un sentido de identidad en las cortes europeas a lo largo de la historia
Ciudad de México. La exposición virtual Moda en la
colección Franz Mayer exhibe el interés por la vestimenta a lo
largo de la historia y refleja el sentido de identidad, la diversidad y el
esplendor de las cortes europeas, así como la confluencia de materiales y
técnicas que se dio gracias a la creciente comunicación e intercambio comercial
con Asia a través de la Nao de China.
Por primera vez, el Museo Franz Mayer (https://franzmayer.org.mx/) presenta a detalle 21 obras de su acervo
con una mirada orientada a la evolución de la moda desde el siglo XVI hasta los
primeros años del XX.
La muestra examina los diferentes estilos y
complementos, y explora la mezcla de la indumentaria indígena con las tendencias
españolas y francesas durante el México virreinal, ya que la moda desempeña un
papel clave en la lectura y el entendimiento del tejido social y la cultura
cotidiana que nos precede.
Moda en la colección Franz Mayer es una primera revisión de distintas
facetas y detalles selectos de la vestimenta y su desarrollo. También es el
punto de partida para futuras exploraciones en un campo que permite ser
analizado desde múltiples ángulos y perspectivas.
En el recorrido virtual se explica que
durante el siglo XVI la moda fue dictada por las cortes europeas,
principalmente las de Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y España.
La primera obra que se presenta es un retrato
de Isabel de Médici, hija del 11 duque de Florencia Cosme I de Médici y Leonor
Álvarez de Toledo. La mujer viste un traje de terciopelo de seda rojo con un
escote amplio, cubierto por un canesú –pieza superior a la que se pegan el
cuello, las mangas y el resto de la prenda– de encaje veneciano adornado con
perlas.
La presencia de esa piedra preciosa en la
vestimenta era de uso exclusivo para las mujeres de la nobleza. Las abultadas
hombreras son de estilo acuchillado, en el que las costuras están abiertas o se
cortan deliberadamente en una prenda y se deja visible el forro, uno de los
motivos más característicos de la moda al final del Renacimiento. El cinturón
de oro decorado con piedras preciosas en la cintura es un símbolo adicional de
riqueza.
La siguiente obra en la exhibición es el
retrato de la infanta Isabel Clara Eugenia de Austria, hija de Felipe II de
España, en el que luce una saya de mangas en punta –lujosa y elegante prenda
compuesta por dos piezas separadas y confeccionadas con la misma tela: un
cuerpo y una falda con cola– con un espléndido brocado tejido con hilo de oro,
ataviada con joyas y piedras preciosas que demuestran la estirpe de la dinastía
Habsburgo.
En el pecho porta un broche que perteneció a
su madre, Isabel de Valois; entre sus dedos muestra un camafeo con el retrato
de Felipe II. Las lechuguillas (enormes cuellos de encaje) obligaron a las
mujeres a construir sus peinados hacia arriba, incluso solían recurrir a
postizos.
En el caso de los hombres, lucían una
elegante armadura de acero pavonado con remaches dorados, sombrero de ala ancha
ladeado con una pluma roja, cuello de encaje, guantes de cuero y banda militar
bordada con hilos metálicos, como se puede apreciar en el cuadro de Matías de
Médici, hijo de Cosme II y de María Magdalena de Austria. A medida que el siglo
XVII avanzó, el uso de la armadura disminuyó.
Durante la segunda mitad del siglo XVII la
vestimenta femenina pasó de ser una estructura rígida a una más laxa, con
siluetas básicas más naturales, sobrias y elegantes. En la obra que presenta el
museo se observa un cuadro con cinco mujeres, dos de ellas portan vestidos de
telas satinadas y, mientras una sostiene en brazos un perrito, la otra se
arregla ante el espejo de su tocador.
Las otras dos, vestidas de colores sobrios,
son las doncellas que asisten a las jóvenes en su arreglo personal. La tercera
se pierde entre las cortinas de la cama.
Como parte de la exposición de moda se
presenta un cuadro de Sebastiana Inés Josefa de San Agustín, retratada a los 16
años antes de su ingreso al Convento de Corpus Christi, exclusivo para mujeres
de la nobleza indígena.
La joven viste huipil bordado con águilas
bicéfalas, fastuosos broches en el centro y en el hombro izquierdo, galones de
terciopelo verde brocado, encajes y una manga decorada con grandes margaritas
elaboradas en perlas y piedras preciosas.
Otro aspecto importante que destaca la
muestra es el uso del abanico, que nació en la Edad Antigua con el fin de
avivar el fuego, mover el aire, protegerse del sol y ahuyentar insectos. A México
llegaron los abanicos plegables –creación japonesa– a través de la Nao de China
a finales del siglo XVI.
En la exposición virtual se explica también
que el siglo XX puso fin al uso habitual del corsé y otras estructuras que
moldearon y deformaron el cuerpo femenino durante poco más de 400 años. A
principio de 1910 la moda adoptó una silueta más flexible, y la forma rígida de
la curva en ese, popular a inicios de los años 1900, gradualmente se enderezó
para seguir la línea natural del cuerpo.