A 35 años de su primera publicación, la novela de Ángeles Mastretta sigue vigente gracias a la reivindicación de su protagonista frente al poder
CIUDAD DE MÉXICO.
Un golpe festivo en el único ojo del macho local, un alegato irónico
sobre la mala educación familiar, una comedia afectiva y una obra amena que
combina los aspectos políticos de la historia nacional con la vida íntima. Así
definen los escritores y críticos literarios Julio Ortega y Hernán Lara Zavala
la novela Arráncame la vida (1985), de la mexicana Ángeles Mastretta.
Publicada por primera vez hace 35 años en editorial Océano, la obra hizo
a su autora merecedora del Premio Mazatlán 1986, inspiró en 2008 la película
homónima de Roberto Sneider interpretada por Daniel Giménez Cacho y Ana Claudia
Talancón y ahora Seix Barral lanza una edición conmemorativa.
Arráncame la vida se
desarrolla en la Puebla de mediados del siglo XX y es protagonizada por
Catalina Guzmán, quien relata su construcción como mujer y la percepción de su
vida en la sociedad mexicana posrevolucionaria, a partir de la relación con su
esposo, Andrés Ascencio, quien forma parte del mundo político. Sumisa ante la
violencia de su marido, la joven antepone su erotismo para sobrevivir
anímicamente.
En su momento, esta novela fue un golpe festivo en el único ojo del
macho local. Por un lado, su feminismo fue carnavalesco, nunca amargo. Pero no
se escribió para confrontar el machismo, sino para reírnos de su sospechosa
bravura. Por lo demás, la seguimos leyendo como un alegato irónico sobre la
mala educación familiar. No hay que olvidar que el machismo lo inventaron las
madres”, afirma Julio Ortega.
El investigador y catedrático de la Universidad de Brown considera que
el éxito de Arráncame la vida se debe a que “todos esperábamos una
novela mexicana sobre las mujeres que, como sabemos, es lo mejor que ha forjado
México. Tuve la suerte de ser amigo, desde 1969, de Margo Glantz, Rosario
Castellanos, Elena Poniatowska, Cristina Pacheco, y está claro que todas ellas
estaban haciendo camino al correr, para desandar el mal orden social. Lo
interesante es que ellas no escribieron dos novelas iguales”.
El narrador peruano que reside en Estados Unidos dice que esta novela no
ha perdido vigencia. “No hay mujer imposible, y las protagonistas de un
capítulo a otro ya no son las mismas. Hoy domina la idea de que la mujer es
irreconocible, por insondable. En todas partes se están haciendo cargo de un
mundo venido a menos.
La comedia afectiva de Mastretta nos absuelve gracias a la ironía. Pedro
Páramo (personaje de la obra cumbre de Juan Rulfo) fue el último patriarca: la
piedra del desierto. No se puede hacer una ciudad o un país con semejante
tirano”, indica.
El ensayista agrega que “las mujeres de Mastretta son hospitalarias y
acogen al lector. Son capaces de creer que un mundo mejor es posible. He dicho
por ahí que Emma Bovary no se hubiera suicidado en una novela suya, ni Ana
Karenina se hubiese arrojado al paso del tren”.
Hernán Lara
Zavala añade que Arráncame
la vida fue bien recibida por los lectores debido a “la afortunada
combinación de ser una novela escrita por una mujer (joven), con una trama
amena e interesante en la que se combinan los aspectos políticos de la historia
nacional con la vida íntima y erótica de la protagonista, frente a un personaje
masculino representante del caciquismo y el machismo mexicano; esto, más la
inspiración de Mastretta, tuvo como resultado un fenómeno editorial novedoso e
inusitado”.
El novelista,
cuentista y ensayista mexicano destaca sobre la protagonista que, “en nuestro
medio ambiente, esa aparente sumisión cobra su venganza y reivindicación al
permitirse ejercer libremente su erotismo”.
El
catedrático de la UNAM señala que “es una novela que le gustó al gran público y
eso es algo significativo que no cualquier escritor puede lograr. Jane Austen y
Dickens siguen siendo autores populares sin menoscabo de su calidad literaria.
Yo creo que
Ángeles dio con el tono preciso para que Arráncame la vida lograra entrar al canon de la
literatura mexicana del siglo XX gracias a la reivindicación de su heroína
frente al poder y al machismo. Por lo mismo, la edición conmemorativa a 35 años
de su publicación resulta un acto de justicia poética”, concluye el también
editor.
Para la
escritora y crítica literaria Sandra Lorenzano existen varios elementos que
hacen de Arráncame
la vida una novela “mucho más importante dentro de la literatura
mexicana y latinoamericana de lo que pudimos percibir hace 35 años”.
Destaca “una
agilidad narrativa sumamente agradecible; un humor irónico, inteligente,
profundo, que desentraña sin decirlo lo más patético que puede tener el
machismo; y el uso de la cultura popular, como los boleros.
Pero, sobre
todo, la idea de que la literatura puede ser profunda, crítica y reivindicar
los derechos y los deseos de los marginados, pero desde una lectura gustosa. La
literatura tiene la obligación de resultarnos así de acogedora, de entretenida,
de cómplice con nuestros secretos y placeres”, afirma.
La doctora en
Letras por la UNAM piensa que el éxito de la obra se debió a que se publicó
cuando “estábamos ávidos por leer cosas ágiles, entretenidas y divertidas y que
al mismo tiempo nos permitieran entender ciertas estructuras rígidas de
nuestras sociedades”.
Apunta que la
construcción del personaje de Catalina Guzmán es uno de sus grandes aciertos de
esta obra. “Una chica de 15 años cortejada por un hombre autoritario que puede
ser violento, pero que al mismo tiempo a ella le resulta muy atractivo, le
permite descubrir su propio deseo, la importancia del placer, de la posibilidad
de sentir placer en una cultura patriarcal”.
La narradora
y editora dice que la novela “reivindica la posibilidad del placer del cuerpo
femenino y de la lengua de la escritura”
-Por Virginia Bautista