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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

Pierre Cardin, precursor

El diseñador francés dio su nombre a cientos de licencias que llegaron a todo el mundo

Pierre Cardin, precursor

PARÍS.

Auna página de la historia de la moda se le dio vuelta ayer con la muerte a los 98 años del modista francés Pierre Cardin, diseñador visionario y pionero del prêt-à-porter.

Pierre Cardin abrió antes que muchos otros un “rincón” en un gran almacén e hizo desfilar a hombres. También adoptó un sistema de licencias a gran escala que le aseguraba una difusión en el mundo entero, estampando su nombre en productos tan variados como corbatas, cigarrillos, perfumes o agua mineral.

Mi objetivo era la calle, que mi nombre y mis creaciones estén en la calle. Las celebridades, las princesas... Eso no era lo mío. Los respetaba, cenaba con ellos, pero no los veía en mis vestidos”, dijo.

Perfumes y cinturones, pero también vajillas, despertadores y muebles: a lo largo de estas décadas, Cardin multiplicó excesivamente los acuerdos de licencia, al punto de diluir la marca que llevaba su nombre. “Es muy difícil tener un nombre en la moda. Por eso, cuando tenemos uno, hay que aprovecharlo”, aseguró  en 2019.

Había afirmado varias veces que su marca valía “mil millones de euros”. “Está la línea (costura), pero también 800 productos y si uno pide mínimo un millón por cada producto, eso da ya 800 millones de euros”, explicó en 2011.

Soy el modisto más viejo”, dijo Cardin en una entrevista en 2019, en la que reconocía que estaba preparando su sucesión y contaba con tres creadores de su taller para seguir diseñando ropa futurista.

Nació en Venecia el 2 de julio de 1922. Hijo de padres franceses de ascendencia italiana, fue educado en la no tan glamurosa ciudad francesa de Saint-Étienne.

Comenzó a trabajar como aprendiz de sastre, y a los 14 años ya sabía confeccionar sus propios diseños. En algún momento soñó con ser actor, haciendo algunos trabajos en el escenario, así como de modelo y bailarín profesional.

Cuando llegó a París en 1945, hizo máscaras teatrales y el vestuario de la película de Jean Cocteau, La bella y la bestia. Un año más tarde, se sumó a la entonces desconocida casa Christian Dior, la cual abandonó en 1950 para fundar su propia firma, y presentó en 1953 su primera colección. “En Dior aprendí la elegancia, evidentemente”, afirmó.

Siempre precursor, se dirigió muy pronto a Asia donde gozaba de una gran reputación: viajó en 1957 a Japón, entonces en plena reconstrucción, y organizó desfiles en China desde 1979.

Su “museo” personal, situado en Saint-Ouen (periferia de París) tiene tres mil 500 m2 destinados a la moda, tres mil 500 m2 para los muebles, y guarda unos 10 mil  modelos que fue coleccionando desde el principio de su carrera.

Fue uno de los pioneros de la moda en lanzarse, desde los años 1960, a los nichos de las licencias. Comenzó por las corbatas y construyó con el paso de los años un imperio que expandió su nombre hacia el infinito: camisas, sábanas, agua mineral, kits de costura, sitios culturales, diseños, llegando inclusive hasta los productos del restaurante Maxim’s, del cual era propietario.

Me extendí por todos los dominios y mi nombre inundó el mundo entero gracias a mis licencias que aseguran una verdadera solidez a la empresa”, indicó.

Una vez dijo que no le importaba que sus iniciales, PC, estuvieran en rollos de papel higiénico, y también fue la inspiración para los frascos de perfume fálicos.

Sus detractores lo acusaron de destruir el valor de su marca y la noción del lujo en general. Pero a él parecían no afectarle las críticas.

Tuve olfato para comercializar mi nombre”, dijo Cardin al diario alemán Sueddeutsche Zeitung en 2007. “¿El dinero arruina nuestras ideas? No sueño con el dinero para nada, pero mientras estoy soñando, estoy haciendo dinero. Nunca se ha tratado de dinero”, agregó.

Precursor de la globalización, Cardin apostó muy temprano por Asia para desarrollar sus licencias: puso un pie en China en 1978, convirtiéndose en uno de los primeros inversores extranjeros en establecerse en este mercado y también en el primer modisto occidental en desfilar en Pekín en 1979.

En 2009, la marca había vendido una parte de su imperio a China (treinta licencias textiles y de accesorios) a socios locales por 245 millones de dólares.

Su modelo de licencias llevado hasta el extremo se convirtió en un caso de estudio en las escuelas de Marketing, bajo el neologismo de “cardinización”.

En 2018, la fortuna de Pierre Cardin estaba valuada en 735 millones de dólares, de acuerdo con el ránking anual de la revista Forbes.

Siempre fui independiente, siempre fui el dueño de mi marca. Era libre. Los otros eran Arnault, Pinault. Soy un ‘self-made’ desde el principio”, destacó en 2019.