• En organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, la pandemia detuvo actividades y las intensificó, debido al alza en índices de violencia de género.
Ciudad de
México. La pandemia de Covid-19 trajo consigo en el año que está por
concluir diversas afectaciones para los colectivos de la sociedad civil:
algunos tuvieron que reducir drásticamente su ritmo laboral –para evitar
contagios o por el cierre de diversas instituciones de gobierno--, al mismo
tiempo que otros padecieron una gran sobrecarga de trabajo, con una transición
no siempre fácil del contacto cara a cara al mundo de lo virtual.
En el caso
de los grupos de familiares de personas desaparecidas, la emergencia sanitaria
provocó una pausa obligada de varias semanas, pero ante la urgencia de seguir
con sus diligencias de búsquedas, muchos de ellos terminaron volviendo al campo
aun a costa de su propia salud, contó Margarita López, integrante del colectivo
Buscando cuerpos en el país.
“Paramos en
marzo las búsquedas, pero a partir de junio reiniciamos y rotamos a la gente,
para que un día fuera un grupo de cinco familiares, y al otro día, otros cinco
diferentes. Ninguna autoridad nos mandó tapabocas, guantes ni trajes tyvek y la
gente estuvo enfermándose mucho al explorar fosas”, narró la activista.
“Casos de
contagio tuvimos muchísimos en las familias. Muchas de ellas estuvieron muy
delicadas y hubo algunos que fallecieron por la pandemia. Desde hace dos meses
se suspendieron los apoyos para las búsquedas, pero no nos detuvimos, porque de
algo nos vamos a morir: si no es por el Covid-19, va a ser por la inseguridad”.
Según López,
la situación se ha agravado porque el gobierno federal retiró casi por completo
su apoyo a las familias de personas desaparecidas. “A algunas les adelantaron
el apoyo de tres meses para gastos de alimentación y renta, pero no todas las
familias están bajo el esquema de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas,
y con los movimientos que le hicieron, ésta prácticamente ya desapareció”.
“No hemos parado actividades, al contrario”
En el caso
de las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, la pandemia no
sólo no detuvo sus actividades, sino que las intensificó, debido al alza en los
índices de violencia de género, señaló por su parte Wendy Figueroa, directora
de la Red Nacional de Refugios (RNR).
“Sin duda
nos ha afectado con una sobrecarga de trabajo. No hemos detenido actividades en
ningún momento ni dejado de atender personas. Al contrario: desde marzo
reportamos un incremento en atenciones por redes sociales, vía telefónica y por
correo, además de en casas de emergencia y espacios de protección externa”,
explicó.
Lo anterior,
dijo Figueroa, “nos llevó a un incremento en el gasto de luz y en adquirir más
equipos de cómputo. Tuvimos que invertir para transitar hacia la virtualidad y
disminuir el tránsito de personas, sin afectar la calidad de la atención”.
Pese a ello,
la RNR logró implementar cuatro nuevas casas de emergencia e intensificó su
labor de alianzas y gestión de diversas labores. “El Covid impactó nuestras
actividades y nos llevó a ser más creativas en nuestras formas de ayudar a las
mujeres ante la pandemia histórica de violencia y machismo”.
La dinámica
de la pandemia “nos llevó a ser gestoras y a establecer muchas más alianzas de
las que ya teníamos, a ampliarlas y extenderlas para atender casos de
emergencia. Eso nos ha permitido no rechazar a ninguna mujer que necesite de
nuestra ayuda, aun con diagnóstico de Covid”.
La
especialista señaló que el alza en los niveles de violencia contra la mujer,
registrada durante la pandemia, “nos tendría que movilizar hacia una
consciencia colectiva y transitar hacia una política de Estado que sea garante,
interseccional, que no sea de fechas o de época de elecciones. Hay que pasar de
la simulación a las acciones concretas, y en eso tiene mucho que ver el
presupuesto”.
Mayores restricciones a migrantes
Por lo que
se refiere a los colectivos de apoyo a los migrantes, la emergencia sanitaria
sí obligó a la reducción de actividades, en gran medida porque diversas
instituciones gubernamentales con las que éstos grupos trabajan cerraron sus
puertas o redujeron sus horarios, de acuerdo con Guillermo Naranjo, abogado del
Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova.
“La pandemia
fue un puntapié en la espinilla para las organizaciones de movilidad
internacional, porque se estaba dando el fenómeno de las caravanas masivas y
nosotros atendíamos de manera masiva y presencial, de 30 a 50 personas diarias,
pero con el Covid, ahora tuvo que ser una atención personalizada y esporádica,
de 6 o 7, máximo”, lamentó.
El litigante
señaló que además de restringir sus actividades, el gobierno “aprovechó” la
emergencia de salud para estigmatizar aun más a los migrantes al señalarlos
como posibles portadores de Covid-19, lo cual ha puesto en mayor riesgo no sólo
a este sector vulnerable, sino también a las organizaciones que defienden sus
derechos.
“Nos llama
la atención que el tema de la pandemia fue bien utilizado por las autoridades,
en el sentido de que lanzaban comunicados para criminalizar a los migrantes,
diciendo que eran posibles portadores (de coronavirus) y que esto ponía en
riesgo a la población. Ahora se sienten doblemente perseguidos y
estigmatizados”, deploró.
“Otro
elemento que nos pegó bastante fuerte fue el cierre de las estaciones
migratorias para las organizaciones que entran a hacer monitoreo. Bajo el
argumento de que no había protocolos de seguridad bien establecidos, las
autoridades no permitieron el acceso a las organizaciones de la sociedad civil
o lo han retrasado bastante, y eso no nos deja ver en qué condiciones se
encuentran los migrantes” en dichos sitios.