• Wolfwalkers: espíritu de lobo' parte del deseo de poner a un cazador en un lugar de empatía hacia lo que extermina, afirman sus directores
Ciudad de México. La Irlanda del siglo XVII no es
precisamente un momento y un lugar históricos que hayamos visto lo suficiente
en pantalla. Caracterizado por una sangrienta conquista, liderada por Oliver
Cromwell en representación del parlamento británico de la época, se trata de un
momento fundamental en la historia de aquel país, que determinó su relación con
el catolicismo que regía previo a la llegada británica y que hoy sigue
nutriendo un debate en torno a lo social como lo espiritual, pero que también
funciona como un punto de partida para discutir sobre las ideas de modernidad y
progreso que suelen regir el mundo actual más allá de cualquier frontera.
Odiado a la fecha por gran parte de la
sociedad irlandesa, Cromwell sigue siendo objeto de acalorados debates en torno
a su participación en la ya mencionada conquista británica. Sin embargo, como
suele suceder en toda revaloración histórica, cualquier ángulo distante del
antropocentrismo habitual suele ignorarse.
Después de tres postulaciones al premio de la
Academia, dos como director y una más como productor, el irlandés Tomm Moore
amenaza con una cuarta aproximación a la estatuilla, esta vez de la mano de su
colega animador y aquí codirector Ross Stewart, al frente de Wolfwalkers: espíritu de lobo. El nuevo largometraje del estudio
Cartoon Saloon, estrenado en la edición 2020 del festival de cine en Toronto y
en nuestro país durante la versión virtual del festival de cine de Los Cabos,
se aleja de la revisión antropocéntrica mencionada para enfocarse en otra
conquista igual de sanguinaria: la de los humanos respecto de la naturaleza,
los pueblos originarios y, de paso, hacer un comentario tanto de las relaciones
intergeneracionales como las de género.
Wolfwalkers: espíritu de lobo se centra en la historia de la pequeña
Robyn (Honor Kneafsey), hija de un cazador durante la conquista Cromwelliana de
Irlanda, quien desarrolla una relación con Mbeh Óg MacTíre (Eva Whittaker),
perteneciente a un grupo de seres mitológicos conocidos como Wolfwalkers,
capaces de convertirse en lobos y comunicarse con los mismos para mimetizarse
con la naturaleza. Es así que los directores Moore y Stewart realizan una
fascinante reflexión sobre la conexión humana con el medio ambiente, al mismo
tiempo que cuestionan el valor del progreso en aras de la destrucción de los
recursos naturales.
A propósito del lanzamiento de Wolfwalkers: espíritu de lobo en la plataforma Apple Tv Plus el
pasado 11 de diciembre, platicamos con ambos animadores irlandeses sobre su
visión de los temas que aborda la película y el poder de los cuentos de hadas
para acercar temas complejos a las audiencias más jóvenes.
Es evidente que hay dos temas centrales en la
narrativa de la película. Uno es la lealtad a la identidad y el otro es en
torno a la relación con la naturaleza. ¿Eran temas premeditados o el desarrollo
de la historia los reveló eventualmente?
Ross Stewart: Hay premeditación, por
supuesto. Los temas son los que mantienen nuestro interés y pasión a lo largo
de un proyecto, especialmente con uno como éste, que nos tomó siete años de
trabajo. Debe ser algo con lo que estés muy comprometido. Tomm y yo somos
entusiastas de los asuntos ambientales. Nos preocupan los derechos de los
animales, pero también el feminismo y la polarización social. Cuando nos
planteamos este proyecto teníamos dos listas, una de las cosas que nos
apasionaban y otra con temas respecto de los cuales estamos muy en contra. Esa
lista fue la base para construir conflicto y drama dentro de la historia. Fue
ahí que surgió la idea de preguntarnos qué se necesitaba para cambiar la
mentalidad de un cazador y ponerlo en un lugar de empatía hacia aquello que
extermina. Eso nos llevó a pensar en que su hija tendría una amistad con los
Wolfwalkers, se transformaría en lobo y lo obligaría a cambiar su perspectiva queriendo
ahora salvar lo que antes era visto como ajeno. Esos temas estaban ahí desde el
principio.
–La película también se fija en el lugar de
las mujeres en la sociedad, aunque visto desde una época lejana y un mundo de
fantasía. ¿Consideran que eso hace más accesibles estos temas para la audiencia
y para ustedes a la hora de narrar la historia?
Tomm Moore: Creo que el tema que llegó
más tarde fue el del feminismo. Aunque ya estaba ahí, se fortaleció en cuanto
decidimos contar la historia desde la perspectiva de Robyn. Es obvio que hay
mucho trabajo por hacer respecto del lugar de las mujeres en la sociedad, sin
duda las cosas eran todavía peores en los años 1600, a pesar de que lo que
mostramos en la película es una versión muy contenida de cómo era realmente esa
realidad. Siempre hemos creído que la metáfora y la alegoría son herramientas
muy poderosas para que la gente se sienta identificada con cualquier historia.
Lo que hicimos fue plantear una realidad de cuento de hadas, alejada del mundo
moderno, porque así el público se permite imaginarse ahí dentro. Eso siempre
suaviza el ejercicio de verse involucrados en temas difíciles.
Se evita predicar
Ross Stewart: Además es importante no
querer dar cátedra cuando se abordan estos temas. Hay a quien le causa conflicto
toparse de frente con ellos porque los siguen considerando muy pesados. A nadie
le gusta que se le imponga qué pensar sobre algo así. Pero si te enfocas en
contar una historia y, en este caso, desarrollar la amistad de los personajes,
el público se deja llevar. No es que los temas se diluyan en el fondo, sino que
evitas predicar e imponer tu visión.
–Pensando que es una historia sobre nuestra
relación con la naturaleza, que será consumida por nuevas generaciones, ¿dirían
que éstas son más conscientes respecto de los temas que abordan aquí, cómo lo
han hecho en trabajos anteriores? o ¿simplemente hay más visibilidad sin que
hagamos mucho al respecto?
Ross Stewart: Siempre he creído que la
sociedad quiere hacer lo que es mejor para el medio ambiente. El problema es
que quienes están a cargo en los gobiernos, o cualquier posición con la
capacidad de implementar cambios reales, suelen equivocarse y están
erróneamente influenciados por otros intereses que por lo general responden a
sacrificios desde lo económico que no están dispuestos a tomar. Falta
motivación. Esa gente llega a puestos de poder porque finalmente eso es lo
único que quieren: el poder y el dinero que viene con ello. Desafortunadamente,
99.9 por ciento de la gente, que genuinamente queremos hacer del mundo un mejor
lugar, no somos quienes tomamos esas decisiones.
Tomm Moore: Pero yo sí he notado que las
nuevas generaciones tienen más interés por estos temas. Incluso quienes
pertenecen a facciones más conservadoras, como los jóvenes republicanos en
Estados Unidos, son más conscientes que generaciones anteriores. Para la
juventud el cambio climático es algo que les afecta de forma directa y debemos
resolver. Es bueno tener cautela, pero también esperanza de que la gente joven
está despertando constantemente a las dificultades que el mundo les pone de
frente.