• La poeta refirió en su discurso que la Academia "honra la voz íntima y privada que la expresión pública puede aumentar, pero nunca remplazar"
Ciudad de México
La Academia Sueca ha
elegido honrar la voz íntima y privada, que la expresión pública puede a veces
aumentar o extender, pero nunca remplazar, sostiene la poeta estadunidense
Louise Glück en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura 2020,
publicado este lunes.
La galardonada, quien este
domingo recibió sus recompensas en su casa de Massachusetts, según la Fundación
Nobel, añade que aquellos de nosotros que escribimos libros deseamos
llegar a muchos. Pero algunos poetas no ven la posibilidad de llegar a muchos
en términos espaciales, como en el auditorio lleno. Ellos ven llegar a muchos
temporalmente, secuencialmente: a lo largo del tiempo, en el futuro, pero de
alguna manera profunda estos lectores siempre llegan por separado, uno por uno.
Por ello, cuando le avisaron
que obtuvo el máximo galardón de las letras mundiales, fue una sorpresa
para mí en la mañana del 8 de octubre sentir el tipo de pánico que he estado
describiendo. La luz era demasiado brillante. La escala era demasiado grande.
Glück refiere que cuando tenía
unos cinco años organizó en su cabeza un concurso para decidir el mayor
poema del mundo, que tuvo como finalistas a El pequeño niño negro, de
William Blake, y Río Suwannee, de Stephen Foster. Concursos de
este tipo, por honor, por alta recompensa, me parecían naturales; los mitos que
fueron mi primera lectura estaban llenos de ellos. Más tarde empecé a
comprender los peligros y limitaciones del pensamiento jerárquico.
Una voz a través del niño
negro
Louise Glück otorgó entonces
ese galardón a Blake. Me sentí atraída, entonces como ahora, por la voz
humana solitaria, levantada en el lamento o el anhelo. Y los poetas a los que
volví cuando crecí fueron los poetas en cuyo trabajo desempeñé, como oyente
elegido, un papel crucial. Íntimos, seductores, a menudo furtivos o
clandestinos. No son poetas de estadio. Ni poetas que hablan con ellos mismos.
La también ensayista menciona:
“Blake me hablaba a través del niño negro; él era el origen oculto de esa voz.
No podía ser vista, así como el niño negro no fue visto, o fue visto de manera
inexacta por el niño blanco, poco perceptivo y desdeñoso. Pero yo sabía que lo
que decía era cierto, que su cuerpo mortal provisional contenía un alma de
pureza luminosa.
“Lo que dice el niño negro, el relato de sus sentimientos
y su experiencia, no contiene ninguna culpa, ningún deseo de venganza, sólo la
creencia de que, en el mundo perfecto que se le ha prometido después de la
muerte, se le reconocerá por lo que es, y en un exceso de alegría protege al
niño blanco más frágil del repentino exceso de luz.
Que esto no sea una esperanza
realista, que ignore lo real, hace que el poema sea desgarrador y también
profundamente político. La ira herida y justa que el niño negro no puede
permitirse sentir, de la que su madre trata de protegerlo, es sentida por el
lector o el oyente. Incluso cuando ese lector es un niño.
Intimidad y confabulación
Reconoce que los poemas a
los que he sido más ardientemente atraída durante toda mi vida son de selección
íntima o confabulación; poemas a los que el oyente o el lector hace una
contribución esencial, como receptor de una confianza o de una protesta, a
veces como coconspirador.
Por ejemplo: “‘No soy nadie’,
dice Dickinson. ‘¿Tú también eres un don nadie? / Luego hay un par de nosotros
–no lo digas...’ O Eliot: ‘Vayamos entonces, tú y yo, / cuando la noche se
extienda contra el cielo / como un paciente eterizado sobre una mesa...’
En estos textos, “la voz o el
juicio del colectivo es peligroso. La precariedad del discurso íntimo se suma a
su poder y al poder del lector, a través de cuya acción la voz se anima en su
urgente súplica o confianza.
¿Qué sucede a un poeta de este
tipo cuando el colectivo, en lugar de exiliarse aparentemente o ignorarlo,
aplaude y se eleva? Diría que tal poeta se sentiría amenazado, superado.
Refiere que Dickinson
escribió: “‘Nos desterrarán, ya sabes...’ No hablo de la perniciosa influencia
de Emily Dickinson en las adolescentes. Hablo de un temperamento que desconfía
de la vida pública o la ve como el reino en el que la generalización borra la
precisión, y la verdad parcial remplaza la franqueza y la divulgación cargada.
A modo de ilustración: supongamos que la voz del conspirador, la voz de
Dickinson, es remplazada por la voz del tribunal. ‘No somos nadie, ¿quién eres
tú?’ Ese mensaje se vuelve repentinamente siniestro”.
El discurso concluyó con el
poema completo El pequeño niño negro, de Blake.