• Los editores Socorro Venegas y Juan Casamayor destacan la importancia de rescatar los textos de escritoras que desafiaron el canon literario masculino
CIUDAD DE MÉXICO.
Textos
poderosos que se atreven a rebasar cualquier límite, cualquier prejuicio. Así
define la editora Socorro Venegas los 20
relatos de igual número de escritoras que reúne la
antología Cuentistas latinoamericanas. “Historias que se
escriben desde la más profunda necesidad para tocar cualquier arista de la
condición humana”, agrega.
El editor Juan Casamayor aclara
que “estamos hablando de escritoras con una preparación intelectual
absolutamente de primera línea. De unos textos de calidad que tuvieron una
ocupación literaria trascendente en su tiempo; pero hubo un momento en que se
produjo una fractura y desaparecieron”.
Venegas, directora de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, y Casamayor,
director de Páginas de Espuma, sellos coeditores de la antología en la serie
Vindictas, coinciden en que estas cuentistas fueron silenciadas porque “han
podido asustar a las sociedades más conservadoras de todo el continente”.
Entre las narradoras compiladas se encuentran
la mexicana María Luisa Puga, la puertorriqueña Rosario Ferré, la colombiana
Marvel Moreno, la cubana Mirta Yáñez, la española María Luisa Elío y la
boliviana María Virginia Estenssoro, entre otras. “Como lectores, es necesario
conocer esta riqueza”, dicen.
Socorro Venegas explica que la
idea de este título “es iluminar el camino hacia cuentistas que se mantenían
secretas, ocultas, y que es fundamental leer”.
Admite que estas escritoras han
sido invisibilizadas porque se les tiene miedo. “Lo que hay que tenerles es
respeto. Por supuesto que han podido asustar a las sociedades más
conservadoras. Y eso no puede seguir siendo una razón para que se les mantenga
ocultas.
Se trata de prejuicios, de
miradas machistas. Si pensamos en una sociedad igualitaria, tenemos que
considerar que lo que se ha querido silenciar es a la otra mitad del planeta”,
indica.
La escritora mexicana destaca que
“el gran tabú ha sido hablar de la sexualidad femenina. Casi siempre se evoca
su capacidad reproductiva; pero ellas abren su cuerpo para sí mismas, para
explorarse, mirarse”.
Dice que la tarea es abrir
puertas y ventanas a esas “voces valientes que desafiaban esas estructuras
patriarcales y proponer una configuración distinta de los lectores. No hay más
peligro que formar lectores más completos, más ricos, más inteligentes, más
sensibles, más capaces de sentir empatía”.
La cuentista advierte que lo
principal de estas literatas está en su obra. “Debemos recuperar su voz
literaria, no pensar cómo fueron linchadas o exiliadas. Pensemos en el valor
que requirieron para escribir, a pesar del ambiente en contra. Rompamos con esa
sensación de soledad que tuvieron al escribir sin esperanza”.