• Inolvidable la inauguración de la carretera Transpeninsular. Narró ese gran momento • Conversaciones con el diablo
Aquel momento: Luis Echeverría
Álvarez, presidente de México. Era el poder. No había ninguna duda. Y menos yo
tenía porque dudarlo. No, porque yo lo admiraba y hacia un año, que le había
conocido. Y por ese solo hecho presumía que era mi amigo. Y no lo era. Era una
de mis tantas fantasías infantiles. Muy difíciles de borrar. Y como aquí están,
en este cerebro que se envejece a pasos agigantados, les cuento lo que viví
hace cuarenta y siete años.
Fue un primero de diciembre de
1973. Un frio sábado. Fue un día especial, porque se entregaba una de las obras
más importantes de las últimas generaciones: La carretera Transpeninsular. Una
obra que se extiende a los mil setecientos kilómetros. Y ahí Luis Echeverría le
daba sustento y cristal, a su expresión dicha a los sudcalifornianos en 1969,
en campaña: “La hora de BCS, ha sonado” Y vaya que sonó el timbrazo cuyo sonido
se extendió a lo largo y ancho de la Península.
Con esa carretera que lleva el
nombre del Patricio de las Américas, don “Benito Juárez”. Y que tuvo un costo de
los mil millones de aquellos buenos pesos. El acto inaugural comenzó a las diez
de la mañana y se celebró en el atrio del Paralelo 28 que marca los límites de
los estados de BC Y BCS. Frente a las garras de esa águila estilizada se
instaló un macro presídium, encabezado por don Luis. Me acerque a verle. Y una
vez más, como aquella ocasión que le vi en Insurgentes, cuando el maestro
Benito Bermúdez Coronado y yo, le pedimos la secundaria.
Otra vez me pareció ver a un
gigante. Un luchador sin mascara. Sus lentes azules, Ray Van, su guayabera
blanca, impecable le brillaba la frente, donde asomaba una prematura calvicie.
Ahí estaba. Era el poder. A su lado. Los gobernadores Félix Agramont Cota. El
nuestro. Y Milton Castellanos, el vecino. Y una larga lista de políticos,
escritores, periodistas. Ahí conocí de lejos a Jacobo Zablodowski que sobre una
canastilla que dependía de una grúa, hacia la crónica para la televisión y para
la historia. Vi ahí deslizándose con elegante maestría al fotógrafo de
fotógrafos de este estado, Carlos Reyes García y una cámara elegante, de
fuelle, De aquellas, de las buenas ¿Nikon? ¿Mamiya? No me acuerdo.
Golpes al corazón, al cerebro
escuchar en medio de la nada, de esa inmensa soledad, donde no había nada, solo
pequeños cactus ¿¿Sirios? El glorioso himno nacional. Ventarrones, fríos de
solemnidad ante miles y miles de murmullos, de los asistentes. Y empieza el
duelo de inteligencias en las palabras, los gobernadores adelante. Después, el
maestro, periodista y una leyenda en las Californias, el profesor Jesús López
Gastelum, con oratoria fina, elegante. Y por BCS, irrumpe la voz juvenil de
Hugo Sepúlveda Pupo. Hoy uno de los chefs, más conocidos en materia de tacos de
pescado. Hugo captó la atención al presidente y más cuando el jovencito
secundariano, de la Escuela insigne José María Morelos, le dijo: Usted es el
impulsor de esta nueva Sudcalifornia.
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Hasta hoy
es una imposible vía para el desarrollo
Y sigue, seguimos; Otra voz,
otro estilo, otra emoción: Ignacio López Tarso, declamo; Calafia, la poesía del
gran Fernando Jordán, malogrado, pero una de las plumas que más se deslizaron
sobre las realidades sudcalifornianas; Su Otro México, una herencia de clase. Y
al final, los discursos de Luis Enrique Bracamontes, secretario de Obras
Públicas y el del presidente. Una pieza de oratoria, lanzada hacia el futuro.
Un recuerdo de su campaña. Y su compromiso. Esta carretera, la que ese día
entregaba. Y cierto no la hizo del todo. Este anhelo cruzo la historia de los
jesuitas, de la Revolución, del nacimiento de las instituciones, hasta llegar a
ese sábado decembrino en Guerrero Negro, donde todos los que ahí estuvimos
vimos y escuchamos lo que en esos tiempos representaba esa carretera.
Hoy a los casi cincuenta años,
recuerdo este momento y cuando llego a Guerrero Negro, siento todavía esa
emoción de ese viaje que hice desde mi pueblo Insurgentes, que fue uno de los
beneficiados con ese pavimento, que todavía está ahí, remendado, si se quiere,
dañado, sí, pero en esencia la integración que se logro fue importante. De don
Luis, diré que en el dos mil, le vi una noche en Lomas del Pedregal, En el DF, previo
a una cena.
En un apartado rincón de una
fastuosa residencia, propiedad de in magnate mexicano, ahí estaba. Su guayabera
ya no era blanca, era azul. Aquella firmeza corporal, abría paso al cansancio.
Sin embargo la memoria inalterable. Sobre ese primero de diciembre, que le
recordé, me dijo: Un gran día. Y después me pregunto ¿Que hace Benito Bermúdez?
Vive, le dije. Y bien y sirviendo, agregue. Y su respuesta; Es un buen hombre.
Don Luis, será juzgado por la
historia en su momento. Como será reconocida algún día la repuesta que nos dio
a los sudcalifornianos. (Dedico estas líneas mal acomodadas, a un hombre que
quise mucho, como un gran amigo que se me fue sin despedirse, a don Enrique
Achoy López. Mis lágrimas en su muerte y en su recuerdo, son en respuesta al
gran cariño y solidaridad que me dio en vida)
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Conversaciones
con el diablo
Este miércoles 2 de diciembre,
el rector Dante Salgado hablará acerca del modelo de RSU en el cierre de
actividades del ciclo de seminarios virtuales, "Abordando las
problemáticas sudcalifornianas desde la UABCS". Bien.. Y con esto nos
despedimos hagan el bien y sean felices