• El best-seller de la novela negra estadunidense deja atrás los incidentes reales para entregar Rotos, seis novelas cortas, pero intensas
CIUDAD DE MÉXICO.
Crear
ficción pura, inventar la historia por completo, “sin necesidad de llevar una
cronología de incidentes reales”, fue liberador para el escritor neoyorquino
Don Winslow (1953); pero “al mismo tiempo me asustó un poco, porque no tenía un
camino marcado qué seguir”, confiesa.
En entrevista, el best-seller de
la novela negra estadunidense admite que al dar vida a las seis “inquietantes e
intensas” novelas cortas reunidas en Rotos (HarperCollins), su libro más reciente, “me
sentía como en mar abierto, sin ninguna marca que me dijera dónde estaba”.
El autor de la famosa
trilogía El
poder del perro (2005), El cártel (2015)
y La
frontera (2019) dejó atrás las investigaciones largas y se
entregó de lleno a la invención; y, por primera vez en sus casi 30 años de
carrera literaria, trajo de vuelta a varios de sus personajes antiguos e hizo
que evolucionaran en el tiempo.
Siempre fui muy cercano a la
realidad. De hecho, se volvía casi histórica en esta ficción relacionada con
crímenes. Era como seguir los pasos A, B, C y D sobre un incidente de la vida.
Pero en el caso de Rotos al ser todo prácticamente inventado, fue
una experiencia diferente y tuve que buscar otro camino”, comenta.
Desde su casa en Julian,
California, quien estudió periodismo e historia africana en la Universidad de
Nebraska, explica que durante 20 de sus 30 años de trayectoria ha escrito
libros realmente largos.
Maratones, por así decirlo,
novelas épicas. Con estas historias cortas fue como hacer una carrera de diez
kilómetros, comparado con un maratón (42 kilómetros), pero una carrera muy
intensa”.
Sin embargo, quien publicó su
primera novela en 1991, Un soplo de aire fresco, recrea en su nuevo título los
mismos temas que en sus series: el crimen, la corrupción, el narcotráfico, la
venganza, la justicia y la traición; pero ahora aborda también la pérdida, la
culpa y la redención, “no sólo el lado más salvaje, sino también el más noble
de la naturaleza humana”.
Don Winslow agrega que, en la
mayoría de sus libros, el tono ha sido muy serio. “Digamos un tanto oscuro. Y
ahora he agregado el humor y la ironía. He aprendido que puedo seguir siendo
gracioso y escribir más rápido cuando quiero. Es un alivio saber que todavía
puedo hacer eso”.
Así, en Rotos, quien ha
sido detective privado y guionista de cine y televisión narra historias como la
de una telefonista de la policía que recibe la llamada que denuncia el
asesinato de su propio hijo, o una cadena de millonarios robos de joyerías, un
chimpancé que se escapó del zoológico y está armado, un legendario surfista
criminal que se salta la libertad bajo fianza, un veterano agente de la
patrulla fronteriza y su encuentro con una niña o unos empresarios de cannabis
que quieren expandir su mercado a Hawái.
Respecto a los personajes que
revivió, Winslow aclara que fue un tanto accidental, que no era la intención.
“Al estar escribiendo estas historias me di cuenta que en algunos lugares había
dejado personajes, incluso desde hace 20 años, se me habían olvidado.
Al recordarlos, me abrumó la
tentación de traerlos de vuelta. Creo que la lección más grande es que el mismo
instrumento puede tocar diferentes tonadas. Podemos escribir fuerte, rápido o
más suave, y todo es el mismo instrumento”, dice.
Indica que tuvo que releer sus
antiguas novelas para recordar las situaciones. “Hice incluso operaciones
matemáticas para saber cómo sería su vida, qué estaría sucediendo con ellos. Y
hasta hice diagramas sobre el manuscrito para tener un registro.
Y al mismo tiempo fue muy
divertido poder imaginar cómo han pasado los años, cómo se verían los
personajes ahora. Fue como llamar a un viejo amigo con el que no había hablado
en mucho tiempo. Este ejercicio tuvo que ver un poco con el paso del tiempo en
mí, fue como ver la vida propia. Fue doloroso redescubrir a los personajes
desde nuevas perspectivas y limitaciones”, añade.
El narrador destaca que no hay
lugar seguro, que siempre estalla la violencia. “No es posible vivir en este
mundo con la misma intensidad sin que nos afecte. Creo que esto aplica tanto
para policías como para criminales, abogados, periodistas e incluso jueces. Es
algo que vivimos
a diario.
Pienso que, hasta cierto punto,
el sistema está roto, el penal, las cárceles, la parte migratoria. Es algo
trágico. En estas nuevas historias los personajes están respondiendo a sus
heridas internas, pero al mismo tiempo tienen que lidiar con este sistema que
está roto”, expresa.
Quien fue investigador en
la Universidad
de Ciudad del Cabo aclara que en sus novelas negras no
sólo hay personajes masculinos. “He visto todo tipo de casos, y muchas mujeres
que eran tanto víctimas como perpetradoras de violencia. No es tan diferente.
Compartimos como humanos las mismas inquietudes, aunque se manifiesta de manera
diferente, estamos en el mismo mundo material”.
Para el autor de Muerte y vida de Bobby Z (1997)
y Salvajes (2010),
la pandemia ha sido muy difícil. “Terminé este libro antes de que empezara. Se
lanzó en Estados Unidos al mismo tiempo que comenzó el confinamiento. Todas las
actividades se cancelaron. Y al mismo tiempo mi madre murió en la costa Este,
por lo que no pude ir al funeral. Esto deja ese sentimiento de estar roto”.
Pero, concluye, ha disfrutado de
la soledad. “Es una de las principales herramientas de un narrador. Escribir es
una actividad solitaria y practico el distanciamiento social como mi hábito de
trabajo. Pero claro que me gustaría ir a ver una película. Por lo pronto, en el
verano terminé mi nuevo libro sobre crimen y lo estoy revisando”.