• Galardonados con uno de los premios de mayor prestigio en México, tres jóvenes músicos definen la nueva visión sonora de nuestro país en tiempos de pandemia
IUDAD DE MÉXICO.
Marcados
por el confinamiento que ocasionó la pandemia de covid-19 e inspirados en el
mito prehispánico del Quinto Sol, las leyendas formadas en torno a las brujas y
la danza de los chinelos, los jóvenes compositores Johan González Morales,
Omar Arellano Osorio y Uriel Hernández Callejas ganaron el Concurso de
Composición Arturo Márquez para Orquesta de Cámara 2020,
considerado el certamen más importante en su tipo.
En entrevista con Excélsior, los ganadores del certamen hablaron sobre
los elementos sonoros de sus obras y, aunque no se ha definido la fecha de su
estreno, delinearon algunos aspectos de la nueva visión sonora de México.
Johan González Morales es uno de
los tres seleccionados por el jurado de la edición 2020.
Vía telefónica habla de Tecuciztécatl, la obra que hizo durante el
confinamiento y que para concretarla echó mano de la música mexicana de
concierto y del mundo prehispánico.
Estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla (BUAP), reconoce que hasta antes de sentarse a escribir no conocía mucho
sobre música popular mexicana.
Conocía algunas obras de compositores como Carlos
Chávez, Silvestre Revueltas y José Pablo Moncayo, así que pedí algunas
partituras a mis compañeros y me puse a escuchar música mexicana de orquesta.
Me llené de música de orquesta y, entre tantas
cosas que vi, encontré El ritual de Tezcatlipoca,
del compositor Arturo Pantaleón, la cual fue tocada en Berlín, era mexicana, y
me sorprendió que tuviera huéhuetl, teponaztli y caracoles, es una obra súper
mexicana pero completamente académica.
Y ahí me dio la idea de crear una obra que
combinara música prehispánica y huapango”, comenta.
Entonces se le ocurrió musicalizar el mito de
Tecuciztécatl, utilizando palos de lluvia, maracas, güiros e instrumentos de
viento que recrean la lluvia, los jaguares y el viento.
Tecuciztécatl es el dios que debía
sacrificarse para convertirse en el Sol, pero en su lugar lo hizo Nanahuatzin y
juntos dieron vida al Sol y la Luna.
¿Cómo imaginar el sonido de su obra?, se le
cuestiona. “Suena a una combinación de danza prehispánica y huapango y para
lograrlo me tardé siete meses. La realidad es que no pensé ganar, así que me di
muchas libertades”.
Por su parte, Omar Arellano
Osorio explica que su obra está basada en El son del chinelo y
que está fundamentada en aspectos populares, “porque tomo elementos musicales
de las procesiones que realiza la gente durante la Semana Santa o previo al
carnaval, que es justo la conexión directa con el chinelo y esa danza del
huehuenche que existió antes del chinelo”.
Asegura que su intención fue
tomar esos elementos populares de corte local “y transportarlos a un lenguaje
para música de concierto, aunque más que por la aspiración a que sea tocada,
por una especie de legado personal”.
Arellano detalla que inició su
formación musical relativamente tarde, a los 15 años, actualmente dirige
el grupo comunitario Amanecer, conformado por músicos originarios de Jiutepec,
Morelos, que está dedicado al rescate de música tradicional.
¿Por qué le interesó el mundo de
los chinelos?, se le pregunta. “Porque es necesario voltear a ver el sentido
tradicionalista de la región. Lo que he notado es que en Morelos no existe una
huella sonora fácilmente reconocible, como en el caso de Oaxaca y la obra Dios nunca muere,
de Macedonio Alcalá; o como el sonido de Veracruz, que reconocemos con
facilidad”.
Entonces, me di cuenta de esta
situación y cuando mis amigos y maestros Universidad Autónoma del Estado de
Morelos (UAEM) me sugieren que me inscriba en el certamen de este año, imaginé
en captar esa posibilidad”, dice el también autor de Huapanguera, obra
que compuso para su alma mater.
Pese a todo, afirma que aún se
encuentra en la búsqueda de un lenguaje propio y disfruta de la música
tonal.
Uriel Hernández Callejas dice que
su obra es una idea personal sobre el tema de la bruja.
Y reconoce que al inicio de ésta
muchos se van a preguntar dónde está lo folclórico.
Lo que sucede es que intenté
ocultarlo, así que durante los primeros minutos no se va a notar esa esencia”,
advierte.
¿Cómo definiría su obra?, se le
pregunta. “Es una pieza desarrollada a partir de una forma oscura en relación
con las leyendas que todos los mexicanos hemos creado, porque a lo mejor
nuestra abuela nos contaba algo de pequeños y nos transmitía esa sensación
oscura de ese México nocturno”.
En este caso, añade, el resultado
tiene influencias de la compositora francesa Lili Boulanger, “quien también
hizo obras muy oscuras, dado que su vida fue muy triste y trágica, y me
inspiró mucho para esta ocasión. Así que yo no quería darle un sentido
folclórico, sino algo más personal”, abunda.
Hernández explica que comenzó a
estudiar música desde hace 14 años, ha sido premiado con la beca de Jóvenes
Creadores en Composición y ha estrenado algunas obras con la Orquesta Sinfónica
del Estado de Hidalgo.
¿Qué le hace pensar la música
mexicana de concierto? “Para mí es muy importante la música folclórica, ya que
admiro a muchos compositores que toman esos recursos y que les añaden su propia
esencia.
Uno de ellos es el máximo de
México, Arturo Márquez, aunque también existen otros, como el cubano Leo
Brouwer, quien asegura que lo más importante es que nunca olvidemos
nuestras raíces, nuestra música. Diría que soy muy nacionalista y que me
encanta el huapango”.
La convocatoria original del
concurso se realizó en 2014, fue impulsado por el compositor Arturo Márquez y
está enfocado a la creación de obras que fusionan la música popular y
tradicional mexicana, con la música académica. Por primera vez, no hay fecha de
estreno para las piezas ganadoras, a causa de la pandemia.