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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

Adiós a un artista primordial, Lorenzo Rafael Gómez Bustamante

• Falleció el notable escultor, grabador y padre de la numismática mexicana

Adiós a un artista primordial, Lorenzo Rafael Gómez Bustamante

CIUDAD DE MÉXICO.

Larga vida y muerte súbita les deseaba Napoleón a sus mariscales, según lo relata Ricardo Sodi. Como paradoja, Bonaparte tuvo vida corta y muerte larga. Esto lo hemos recordado en este primer día en el que ya no está con nosotros Lorenzo Rafael Gómez Bustamante. Qué bueno que nuestro fraterno amigo sí vivió largo y se despidió sin aviso.

Lorenzo Rafael fue un artista primordial. Todas las artes plásticas fueron incursionadas por su vena. La pintura, el dibujo y el diseño. Gustaba de la arquitectura y tuvo participación en ella. Pero sus grandes amores artísticos fueron la escultura y el grabado. Muchas efigies de su creación hoy enorgullecen colecciones particulares y espacios públicos. En ocasiones, vemos una estatua en un parque o plaza, sin tener la plena consciencia de que su autor fue Lorenzo.

Así, también, sería llamado como el padre de la numismática mexicana. Monedas y medallas, tanto de curso legal como de conmemoración, premiación o condecoración fueron hechas por su mano y en su taller. Recién fue homenajeado por la Sociedad Numismática Mexicana, que preside Pablo Casas.

Nosotros, tan alejados de su mundo artístico, no somos los más indicados para hablar de su excelencia creativa. Eso lo veremos en diarios, revistas y libros que saldrán de las plumas conocedoras y especializadas.

Pero lo que sí se nos da es hablar del hombre y del amigo, porque lo tuvimos cerca y lo conocimos. Nuestro encuentro fue en la cofradía de Los Pergaminos, que él presidió. Es ésta una centenaria peña que agrupa a intelectuales, artistas, políticos, comunicadores y literatos. Romero Apis fue presentado con Lorenzo por Juan Carlos Sánchez Magallán. Rápidamente fue bienvenido y Lorenzo hasta lo invitó a ser el vicepresidente de la misma.

Posteriormente, se incorporó Pascal Beltrán del Río y se inició una fuerte amistad con otros cofrades que no conocíamos y se reforzó con los ya conocidos.

Lorenzo el Magnífico, como lo llamó Alejandro González Acosta, evocando al Medici, fue un gran hombre. Como esposo, fue ejemplar, así como su esposa Stephanie, hoy mexicana de origen irlandés. El día que ambos se conocieron se prometieron un amor eterno. Los dos lo cumplieron.

Como padre, difícil es encontrar a uno más protector, como un león, y más orgulloso sus hijos, como un tigre. Además, ellos se lo merecen por sus propias y grandes cualidades. El más cercano a nosotros ha sido Miguel, quien es de los jóvenes que ya nos acompañan en Los Pergaminos, junto con Elías Romero Apis, este último incorporado a propuesta de Salvador Riestra.

Como amigo, lo tuvimos y disfrutamos. Lo seguimos teniendo y lo seguimos disfrutando. Fue un amigo generoso, entusiasta y bondadoso. Fue un amigo invicto porque nunca fue vencido por los grandes enemigos que siempre tiene la amistad. Ni por la envidia, ni por celos, ni por la vanidad, ni por la intolerancia, ni por la ingratitud, ni por el interés, ni por la desconfianza, ni por el rencor, ni por el odio. Fue el amigo perfecto.

¡Qué bueno que lo tuvimos y que fue nuestro amigo!, como muchos otros amigos perfectos que la vida nos ha regalado, aun sin merecerlos.

Nuestros últimos encuentros fueron muy espaciados, debido a la contingencia pandémica. Dos veces, en un restaurante polanqueño. Otras dos veces, a invitación de Lorenzo. Dos más, a invitación de Salvador Riestra en su casa y en su estudio. Y dos más, en casa de José Elías. Total, ocho reuniones en 12 meses. Es cierto que no son pocas, pero no nos alcanzaron.

Los 50 integrantes de su cofradía estamos en pérdida por su ausencia. Como siempre, la muerte sigue siendo invencible. Pero, de verdad, ¿qué es lo que realmente se lleva?, como diría San Pablo. No se lleva el recuerdo, ni el amor, ni la obra, ni la virtud, ni el alma, ni el regalo de su vida. Lo que se lleva la muerte no es nada en comparación con lo que nos deja la vida.

Hoy, agradecemos a la vida lo que nos dio juntos, pero no reprochamos a la muerte lo que nos quitó. Nos dio gusto que nuestras vidas se hubieran cruzado y que lo hubiéramos aprovechado.

No sabemos si en el universo de la amistad existe una doble cuenta, como sucede en el mundo de la contabilidad. No sabemos si allí existan acreedores y deudores. Si haya amigos para cobrar lo que otros les deben y amigos para pagar en lo que están endeudados. No creemos que sea así. No creemos que, entre amigos, existan activos ni pasivos. No suponemos que la amistad requiera de contadores ni de calculistas.

Pero si así no fuera y nosotros estuviéramos equivocados, nos queda en claro que nuestra cuenta con nuestro amigo ausente es una cuenta deudora. Que nosotros recibimos de él mucho más de lo que él recibió de nosotros. Que él dio más y mejor que lo que nosotros le dimos. Que nosotros nos hemos quedado más tiempo para recordarlo y para preservar su recuerdo. Para hablar de él, como ahora, y para escribir sus elegías, como ésta. Para contarle a todos que él fue mejor que nosotros.